En el primer puerto del país, la violencia ya no tiene edad. Los adolescentes que ayer jugaban en los parques hoy se arman, matan y mueren sin cumplir la mayoría de edad. La criminalidad organizada ha encontrado en ellos al sicario perfecto: manipulable, rápido y desechable. Esta crónica recorre el mapa de sangre que ha dejado esta guerra silenciosa, explora el origen emocional de estos menores convertidos en verdugos y revela la indiferencia de un Estado que llega siempre tarde.
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