La sala II de La Galería en San Isidro late con destellos que cambian de intensidad según el ángulo del espectador: ahí se despliega un conjunto de siete piezas en foil sobre acrílico y tres esculturas en homenaje a Mariella Agois. Un conjunto que, lejos de la solemnidad con la que suele tratarse el arte textil, irradian una vitalidad lúdica, casi cósmica. Así son las Remembranzas de María Fe Florez-Estrada (Lima, 1979).
“Me inspiro en tejidos y tramas del pasado”, dice la artista. “Mi propuesta está imbricada con la historia de mi país. Voy creando formas a las cuales integro color y texturas, reinterpretándolas y enriqueciéndolas con remembranzas de una vida que ya tuvo su espacio en el tiempo”. Pero se trata de una evocación no precisamente melancólica, pues en su trabajo la memoria no es archivo: es semilla.
Egresada de Corriente Alterna (1998–2002) y diplomada en Filosofía por la PUCP, Florez-Estrada ha ido hilando, obra tras obra, un discurso estético coherente y cada vez más audaz. Desde Unión Pangea (2004) hasta Art Queología (2022), pasando por su premiada participación en el concurso Philips Art Expression en Lima y Sao Paulo, su lenguaje ha mutado sin abandonar su núcleo: una obsesión por la materia y su relación con el tiempo.
Así, en su muestra actual esa obsesión alcanza un nuevo refinamiento. Las obras de foil sobre acrílico funcionan como poemas visuales que interpelan al espectador desde la luz. El foil, reflejante y fragmentario, reacciona con el entorno, deformando y reconstruyendo lo que muestra. No hay un solo cuadro: cada obra cambia según quién la mire. Y cómo.
Particular atención merece “Recuerdo de un eclipse”, una pieza que rompe la serie de tejidos repetidos y plantea una evocación cósmica. Aquí, el foil podría aludir a la corona solar, una luz capturada en el momento exacto en que se extingue. El efecto es inquietante. Lo que se ve parece eterno, pero remite a algo que ya pasó.
Por otro lado, la serialidad tampoco es un capricho. Las dimensiones idénticas (45 x 45 cm) refuerzan la idea de ventana modular, casi votiva. Como los Módulos de Lygia Clark o las esculturas de Eva Hesse, la repetición funciona aquí como estrategia de exploración, no como simple reiteración. Cada variación cromática, cada pliegue o imperfección del foil introduce una diferencia sutil. El arte como ensayo infinito.
Las tres esculturas, dedicadas a Mariella Agois, introducen una línea de continuidad con el arte contemporáneo peruano. Son tributo, sí, pero también extrapolación. “El homenaje es también una forma de continuidad —dice Florez-Estrada—, como si el lenguaje plástico se heredara en fragmentos que una puede recomponer a su modo”.
Así las cosas, Remembranzas termina siendo no una exposición sobre el pasado: es una experiencia sobre cómo el tiempo se almacena en la materia. La artista no pinta recuerdos, los teje. Y en esa urdimbre de luz, sombra, acrílico y metal, persevera en el gesto silencioso de tejer memoria y luz. Para una obra que se contempla, sí, pero también se escucha con los ojos.
Muestras: Remembranzas de María Fe Florez-Estrada y La arquitectura del ser de Daniel Defilippi.
Lugar: La Galería.
Dirección: Conde de la Monclova 255 – San Isidro.
Fechas: Del 10 de junio al 5 de julio.
Horario: De lunes a viernes de 11 a 7 p.m. y sábados de 3 a 7 p.m.
Ingreso: Libre.