“No se trata solo de educación. Se trata de liderazgo colectivo”, sentencia Wendy Kopp mientras sus ojos recorren la sala con la misma atención con la que, hace tres décadas, observaba los pasillos de Princeton. Entonces era apenas una estudiante que decidió poner en marcha una tesis descabellada: convencer a los mejores graduados de Estados Unidos para que enseñaran en las escuelas más vulnerables. Hoy, esa idea se llama Teach for All y ha plantado semillas en más de 60 países.
Durante su paso por Lima, Kopp visitó comunidades en Áncash donde Enseña Perú —la versión local de su movimiento— lleva más de 15 años operando. Lo que vio la reafirmó: “Hay muy pocos lugares en el mundo donde los resultados educativos están mejorando. Ancash es uno de ellos. Y lo que marca la diferencia es ese liderazgo colectivo donde padres, alumnos, maestros y hasta empresas se unen en un mismo propósito”.
Kopp recuerda con nitidez la incredulidad de quienes escuchaban por primera vez su plan. “Todos pensaban que era imposible que recién graduados quisieran enseñar en comunidades empobrecidas. Pero yo era parte de esa generación y sabía que lo haríamos”. Así empezó a reclutar en universidades, a falta de correo electrónico, puerta por puerta. En tres meses, había 2.500 postulantes. Un año después, 500 jóvenes iniciaban clases con Teach for America.
—¿Y cuándo dejó de ser una tesis para convertirse en un movimiento global?
—Cuando vimos que no se iban. Que esos profesores no solo enseñaban por dos años, sino que seguían vinculados a la causa: fundaban escuelas, asesoraban gobiernos, transformaban sistemas. Entendimos que estábamos formando líderes, no solo docentes.
Kopp insiste en que el error común de los sistemas educativos es poner toda la atención en aspectos técnicos —currículos, evaluaciones, tecnología— y descuidar la esencia: las personas. “No se puede transformar la educación sin invertir en la gente. Hay que formar líderes con propósito. Necesitamos desarrollar su conciencia, su empatía, su capacidad para inspirar. Porque eso es lo que mueve montañas”.
Sobre la tecnología, responde con una sonrisa cautelosa. “La IA es solo una herramienta. He visto escuelas con muchos recursos donde los alumnos solo juegan videojuegos. Pero también he visto docentes que usan bien la tecnología y logran cosas increíbles. Todo depende de quién la utiliza y para qué”.
Su paso por Perú la dejó emocionada. No solo por los logros de Enseña Perú —uno de los primeros aliados de Teach for All en Latinoamérica—, sino por el potencial de lo que podría replicarse. “Aquí hay algo real. En Áncash se están viendo resultados. Y no hay atajos para eso. No basta con un nuevo currículo o una app milagrosa. Se necesita convicción colectiva. Ese es el ingrediente secreto”.
Cuando se le pregunta cómo devolverle la confianza a los docentes peruanos, su respuesta es clara: “Dejemos de tratarlos como ejecutores de políticas. Son agentes de cambio. Hay que confiar en ellos, formarlos, darles espacio para liderar. Porque si no cultivamos el liderazgo de los maestros, ¿cómo vamos a esperar que formen líderes entre sus alumnos?”.
Kopp cree en el cambio estructural, sí, pero también en la fuerza de lo pequeño, del gesto individual que multiplica. “Un joven solo puede hacer cierto impacto. Pero cientos de jóvenes comprometidos, trabajando juntos por años, pueden cambiar un país”.
Su tesis ya no es un proyecto juvenil. Es una red global que busca algo más profundo que mejorar indicadores: cambiar las reglas del juego. Y, por lo visto, Wendy aún no ha terminado de escribir el capítulo peruano.