El dólar ha sido uno de los grandes perdedores desde que la administración Trump activó su nuevo régimen arancelario. La presión podría continuar si las tensiones comerciales no desembocan en una negociación que reduzca o, idealmente, elimine los aranceles vigentes.
El problema de fondo está en la pérdida de confianza en los bonos del Tesoro de EE.UU., uno de los pilares del sistema financiero global. El alza en los rendimientos —que superaron el 4.5%— no solo encarece el financiamiento norteamericano, sino que refleja una fuga de inversores hacia otras divisas, especialmente el euro. Se sospecha que China, que posee alrededor del 3% de la deuda estadounidense (unos US$1 billón), pudo haber iniciado una venta estratégica de bonos en represalia por el arancel del 145% impuesto a productos chinos.
Esto obliga a la Reserva Federal a mantener los tipos de interés sin cambios, ya que una nueva alza agravaría el costo de la deuda. En 2025, vencen más de US$7 billones en bonos, de los cuales un 30% están en manos extranjeras. El riesgo es claro: si la confianza en el dólar cae demasiado, el símbolo del refugio seguro puede resquebrajarse.
¿Una caída controlada?
Desde hace meses, algunos analistas —incluidos los de este informe— sostienen que los aranceles no son un fin en sí mismo, sino una palanca para depreciar el dólar sin declararlo abiertamente. Un dólar más débil mejora las exportaciones y corrige el déficit comercial (que supera los US$125 mil millones mensuales), pero sin llegar a un colapso de confianza.
En ese marco, una caída adicional del 10% a 15% frente a las principales monedas podría formar parte del “plan”: permitir un ajuste gradual, dentro del sistema de cambios flexibles, que no destruya el prestigio del dólar, pero lo vuelva más competitivo.
¿Make America Great Again… sin trabajadores?
Otro obstáculo estratégico es la paradoja del pleno empleo. Si el objetivo de Trump es repatriar fábricas, ¿dónde trabajará esa fuerza laboral si EE.UU. está en pleno empleo? Para que las empresas vuelvan a producir en casa, se necesita primero un enfriamiento económico y una caída en la ocupación. Sin eso, el regreso de la producción no será viable.
Además, a diferencia de la década pasada, las contramedidas globales están listas. China, los BRICS y otros actores pueden responder con ventas masivas de deuda estadounidense, dólares o acciones, aumentando la inestabilidad. La única salida sostenible, admite el análisis, sería negociar un regreso global a un comercio sin aranceles: “cero tarifas para todos”. Si eso ocurriera, Trump podría declararse vencedor sin más guerras comerciales.
¿Y para los inversores?
Si el apetito por el riesgo regresa a los mercados —un escenario posible, aunque condicionado—, podría beneficiar a activos en dólares australianos y neozelandeses, que han tocado pisos importantes frente al euro y ofrecen rendimientos atractivos. Son opciones a seguir para quienes busquen rentabilidad sin depender del vaivén del dólar estadounidense.
El franco suizo, por ahora, queda fuera del radar: ya está en máximos frente al euro. Solo un nuevo brote de aversión al riesgo lo revalorizaría. En cuanto al yen japonés, podría ganar terreno frente a la moneda única, aunque sus tasas de interés siguen siendo poco competitivas frente a las divisas oceánicas.
En resumen
La debilidad del dólar no es solo un efecto colateral de los aranceles: podría ser parte de la estrategia. Pero es un juego peligroso. Si la caída se descontrola, se pone en riesgo el lugar simbólico del dólar como refugio global. Y en ese escenario, no gana nadie.
Saverio Berlinzani, ActivTrades.
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