Escribe: Luis E. Lama
Admiro a los artistas que dejan de lado el ego –en un oficio tan individualista con el suyo– para unirse en una asociación que pudiera reportar beneficios a todos. Cuando esta agrupación se trata, exclusivamente, de mujeres resulta aún más difícil, porque en nuestro medio todavía suele haber un machismo soterrado que nadie admite.
Si analizamos a nuestros grandes artistas del siglo XX podemos ver que las mujeres están en ínfima minoría. Del mismo modo, si revisamos las actividades de nuestros días, la mayoría de las exposiciones son de hombres, sin duda dotados, que luchan para sobrevivir en este magro ambiente.
El problema es que las mujeres son igualmente dotadas pero su obra tiene una menor externalidad, a diferencia de lo que ocurrió a finales del siglo anterior donde la mayoría de artistas destacadas eran extraordinarias, particularmente en la escultura, donde llegaron a un nivel que ningún hombre –salvo excepciones– lograría.
Lo paradójico de esta situación es que si uno visita a las escuelas de arte puede comprobar que la mayoría de estudiantes son mujeres. Pudiera ser que los padres exijan a los hijos una carrera que les permita una mayor estabilidad económica y que sean más permisivos con los estudios de las hijas. Lo que ellos ignoran es que en el Perú de hoy se puede fracasar o triunfar en cualquier profesión que se elija, aunque debo admitir que para un artista, no importa su género, la lucha por la economía resulta endiablada.
Hacemos esta reflexión por la exposición “Punto de encuentro” que el MAV (Mujeres en las Artes Visuales) presenta en la Casa República, en Barranco. Antes la conocía como Hotel B y está al lado de la inolvidable galería Lucía de la Puente. El arte contemporáneo enfrentado a la arquitectura del siglo XIX y principios del XX tiene un impacto notable y las fotos del montaje se encargan de destacarlo.

Hay piezas sobresalientes como una pintura de Luz Letts, con un paisaje próximo a la abstracción, en la que deja de lado su tradicional carácter narrativo para concentrarse en lo esencial. Hay muchas más que ameritan destacarse, pero sería materia de otro espacio.
Como ocurre con toda agrupación, no todas tienen el mismo nivel: hay muy buenas y menos buenas. No son robots. Sin embargo, cuando llegue el momento de hacer una exposición que requiera de curaduría, es obvio que no todas podrán participar en igualdad de condiciones. Todo dependerá de las profesionales que ejerzan esta labor –de preferencia también miembros del MAV– y de las artistas que ellas inviten.

En un medio tan poco adicto a las agrupaciones culturales, considero que hacer una asociación de mujeres es un mérito que debería perdurar. En la actualidad lo que más urge es que el MAV se consolide con un mayor número de afiliadas de todo el Perú, que las mujeres puedan integrarse, a través del arte, con un activo intercambio de ideas que rompa con toda noción de elitismo, sin demagogias ni concesiones. Ellas pueden.

La Muerte del Punto Azul
Cuando a inicios de este siglo se inició el apogeo de la moda geométrica, recuerdo que en la memorable galería de Francis Wu una señora preguntaba por un cuadro blanco con un punto azul. Posiblemente buscaba una copia de Ellsworth Kelly porque alguien le había dicho que el “minimalismo” (sic) no estorbaba a la arquitectura ni hacía pensar.
Fue mi primera experiencia con una onda que terminó saturando al gusto por el empeño de los artistas y decoradores en satisfacer la demanda con copias o variaciones de los años 60, pasando por alto que ya, desde finales del siglo XIX, Hilma Af Klint hacía una abstracción mucho más radical que los hombres que La sucedieron.
Yo, que amo tanto a Cezanne y a Matisse, debo admitir que dos de los artistas que más admiro son Malevich y Ad Reinhardt, que pudieran considerarse en las antípodas de mis pasiones. Siempre he admirado el arte geométrico, incluyendo a Frank Stella, pero no la imposición de una moda, sin duda rentable, que hoy me resulta deleznable.

En el Perú, tenemos una contundente tradición geométrica a partir de los diseños precolombinos. En los años 50 hubo un resplandor con los seguidores de Dewasne: Rodríguez Larraín, Piqueras, Moncloa, et al. Con Arte Nuevo, en los 60, vivimos un auge con Gastón “Chani” Garreaud, Rubella Dávila y muchos más… hasta llegar a una gran maestra, Regina Aprijaskis. Posteriormente Martha Vértiz, luego de una dilatada etapa matérica abordó a su manera la geometría. Por su parte Mariella Agois, después de las indagaciones posmodernas que trajo de Chicago, hizo una obra contundente que ya la historia registra.
Sin embargo, en estos últimos tiempos he visto obras tan derivativas que lucen copias de los originales. Los consumidores lo aceptan por ignorancia y cuando esto ocurre es señal de la decadencia de un estilo.
Todo esto se agrava con la Inteligencia Artificial. Si una de las aspiraciones de la pintura plana era no dejar la huella del pincel para lucir hecha por una máquina, el esfuerzo que esto demandaba ahora se consigue fácilmente con programas a disposición de todos en la web. Basta buscar en cualquier página de “AI generator” para replicar, con impecable calidad, cualquier obra que ustedes puedan encontrar en alguna tienda. Pueden grabar el archivo, llevarlo a imprimir sobre tela, tensarlo en un bastidor y tendrán una obra a la décima parte de su costo. Aquí les mostramos algunos ejemplos.
Los buenos pintores que se dedicaron a la geometría para sobrevivir deben recordar que a lo largo de la historia una moda siempre es reemplazada rápidamente por otra y así… Aquí nunca pasa nada.
