En un movimiento que ha desatado críticas y preocupación a nivel global, la administración de Donald Trump anunció este sábado la imposición de aranceles del 25% a productos provenientes de México y Canadá, y del 10% a los de China. La medida, justificada como una estrategia para frenar el flujo de migrantes y drogas ilegales —especialmente fentanilo— hacia Estados Unidos, amenaza con desencadenar una guerra comercial de proporciones históricas.
Durante una conferencia de prensa el viernes, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, defendió la decisión como un cumplimiento de las promesas del presidente Trump. “Estos aranceles son una respuesta directa a la distribución ilegal de fentanilo, que ha cobrado la vida de decenas de millones de estadounidenses”, declaró. Sin embargo, analistas y líderes internacionales han cuestionado el uso de una herramienta económica como los aranceles para abordar problemas que poco tienen que ver con el comercio.
Aliados y rivales en la mira
México, Canadá y China no son solo tres de los mayores socios comerciales de Estados Unidos, sino también actores clave en una red económica que sostiene decenas de millones de empleos en el país. Juntos, estos países representan más de un tercio de los bienes y servicios que se importan o exportan desde y hacia Estados Unidos.
La reacción no se hizo esperar. Los gobiernos de los tres países han prometido imponer aranceles retaliatorios a productos estadounidenses como jugo de naranja de Florida, whisky de Tennessee y mantequilla de maní de Kentucky. “Si el presidente decide implementar aranceles contra Canadá, estamos listos con una respuesta contundente pero razonable”, advirtió el primer ministro Justin Trudeau. Por su parte, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, aseguró que su gobierno está preparado para cualquier escenario y abogó por el diálogo.
Impacto económico: ¿Quién pagará la factura?
Los aranceles no solo tensarán las relaciones diplomáticas, sino que también tendrán un impacto directo en la economía estadounidense. En el corto plazo, los importadores enfrentarán costos más altos, lo que podría interrumpir cadenas de suministro y generar escasez de productos. A largo plazo, es probable que las empresas trasladen estos costos a los consumidores, lo que elevaría los precios y frenaría el crecimiento económico.
Según estimaciones de economistas, un arancel del 25% a todos los bienes importados de Canadá y México, junto con un 10% a los de China, podría aumentar el nivel de precios en un 0.8%, lo que equivaldría a un gasto adicional de aproximadamente $1,300 por hogar al año. Además, se espera que esta medida reduzca el Producto Bruto Interno (PBI) de Estados Unidos en un 0.2%.
Trump: “No necesitamos lo que ellos tienen”
Desde la Oficina Oval, Trump justificó su decisión con un tono desafiante. “Anunciaremos aranceles a Canadá y México por varias razones. No necesitamos lo que ellos tienen”, declaró el jueves. Aunque sugirió que las tasas podrían aumentar con el tiempo, también dejó abierta la posibilidad de excluir las importaciones de petróleo, una medida que evitaría un alza en los precios de la gasolina.
Cabe recordar que Canadá y México son proveedores clave de crudo pesado, esencial para la producción de combustibles en refinerías estadounidenses. Cualquier interrupción en este flujo podría elevar los precios de la gasolina en el Medio Oeste entre 15 y 20 centavos por galón.
¿Inflación y desaceleración a la vista?
La medida también complica el panorama para la Reserva Federal (Fed), que lucha por controlar la inflación. Aunque los asesores económicos de Trump han minimizado el impacto inflacionario de los aranceles, expertos advierten que estas barreras comerciales podrían generar un aumento temporal de los precios, con efectos negativos en la inversión y el crecimiento económico.
Una estrategia arriesgada
Mientras Trump insiste en que los aranceles son necesarios para proteger a los fabricantes nacionales y cumplir con su agenda migratoria, muchos cuestionan si el costo económico y político valdrá la pena. Lo cierto es que, con esta medida, el presidente ha puesto en jaque no solo a sus socios comerciales, sino también a la estabilidad económica de su propio país.
En un mundo cada vez más interconectado, las guerras comerciales rara vez tienen ganadores. Y esta, promete ser una de las más costosas.