Por Gustavo Pozzo di Florianni, especialista en Marketing y Economía del Comportamiento.
“Descodificar al consumidor peruano es descifrar el alma de una nación en constante evolución; sólo así, se construye una marca que perdure en el tiempo.”
¡Ay, el consumidor peruano! Esa criatura tan compleja, tan fascinante, tan… impredecible. Nos aferramos a las viejas fórmulas: la segmentación demográfica. edad, ingreso, ubicación geográfica… ¡Como si la vida fuera una hoja de cálculo de Excel! Pero la verdad, amigos míos, es que el mercado peruano es una selva de deseos, frustraciones y aspiraciones que trascienden esos fríos números.
Las consultoras nos bombardean con datos: el crecimiento del e-commerce, el auge de los productos orgánicos, la importancia de la experiencia de compra… Pero, ¿entienden realmente por qué? ¿Qué pulsiones, qué sueños, qué miedos se esconden detrás de esas estadísticas?
Olvídense de los estereotipos. Ese joven limeño de clase media que antes se conformaría con un producto barato, ahora busca una experiencia premium, aunque tenga que ahorrar un poco más. Esa ama de casa, que antes priorizaba el precio por sobre todo, ahora valora la calidad de los ingredientes y la procedencia del producto. El consumidor peruano está evolucionando a pasos agigantados, y lo está haciendo de una manera mucho más sofisticada de lo que creemos.
Estamos frente a un consumidor hiperconectado, informado y exigente. Busca productos y servicios que reflejen sus valores, que contribuyan a su bienestar y que, por qué no, lo hagan sentir orgulloso. No se trata solo de comprar; se trata de pertenecer. De conectar con una marca que lo entienda, que lo valore y que lo haga sentir parte de algo más grande.
Y aquí está la clave: la personalización. Ya no basta con segmentar por edad o ingreso. Debemos desentrañar la individualidad de cada consumidor, entender sus motivaciones profundas, sus aspiraciones y sus temores. Solo así podremos llegar a su corazón, y no solo a su billetera.
Parafraseando a un gran maestro –aunque en este caso hablo del mercado, no del amor–, debemos conquistar al consumidor peruano no con lo evidente o banal, sino con la comprensión.
Finalmente, el desafío es apasionante (y para qué, enorme en todos los sentidos). El consumidor peruano es un enigma seductor, un reto que exige inteligencia, sensibilidad y una buena dosis de… ¡intuición! Porque, al final del día, la fórmula mágica no se encuentra en una hoja de cálculo, sino en el arte de comprender la compleja y fascinante psicología de quien elige, quien decide, quien compra: el consumidor peruano.