Percibe los matices sutiles que emergen de cada bloque de granito: a veces rugoso, a veces con una suavidad casi aterciopelada. De las superficies rústicas hace brotar formas contundentes; de las otras, tras un cuidadoso pulido, es capaz de encontrar tanta claridad que la piedra parece diluirse hasta derramar haces de luz. En cada textura —buscando sus vetas, grietas y matices—, la artista termina descifrando cada secreto del fragmento mineral, en apariencia inanimado.
Michiko Aoki ha cruzado las venerables ocho décadas de vida. Y ha vivido cuarenta y cinco años en Lima junto a su esposo, el recordado chef Toshiro Konishi. En su taller, rodeada de bloques de alabastro, mármol y granito, es capaz de identificar las cualidades de cada guijarro que la rodea. Conoce el peso, la dureza y el comportamiento de la piedra, lo cual le permite elegir con precisión el material ideal para esculpir. La dureza le inspira formas sólidas y monumentales; la transparencia del alabastro le sugiere lo etéreo.
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Esa pericia al domesticar cada textura pétrea le ha permitido exponer, desde 1974, en Japón, Canadá, Estados Unidos, España, Argentina y, por supuesto, Perú. Elogios unánimes avalan una trayectoria caracterizada por una singular mezcla de fuerza y sutileza. Mención especial merece su exposición individual Encuentro (2017): Michiko presentó una enorme piedra de Huamanga tallada con tal precisión que revelaba en su interior una textura pulida y delicada en impresionante contraste con su áspera y estriada superficie externa.
Ahora, Michiko Aoki abre las puertas de una nueva muestra individual, Luz y sombra. A través de formas abstractas, la artista, nacida en Japón, explora las variaciones de la luz en bloques de alabastro y granito belga, materiales que ha extraído personal y cuidadosamente de ignotas canteras andinas. La simplicidad de las formas contrasta con la solidez del material, creando una tensión visual que desafía la gravedad y el equilibrio.
Las piedras, algunas claras y traslúcidas, otras de un tono profundo y oscuro, han sido elegidas para generar un juego de sombras, énfasis en el que tanto el tipo de material como su técnica impecable evocan los elementos de la naturaleza que inspiraron su creación. Pero, en realidad, lo asombroso de su arte ocurre en la interacción entre sus manos y la materia: es un diálogo silencioso, un intercambio que trasciende lo físico porque convierte al bloque mineral en un ente vivo. Y entonces, el asombro. Es decir, la belleza.