La semana pasada fuimos testigos de cómo el alcalde metropolitano destruyó espacios públicos de un distrito, en perfecto buen estado, para iniciar una obra cuyo presupuesto y calendarización aún no están aprobados. Es decir que, en la práctica, lo que era un espacio público utilizable es ahora un terral, y lo será por tiempo indeterminado.
Es, sin duda, un despropósito.
Las decisiones arquitectónicas y urbanísticas requieren necesariamente un enfoque sistemático, coordinado y de largo alcance debido a su profundo impacto en el tejido social, económico y ambiental de las ciudades. A diferencia de otras disciplinas donde las correcciones pueden implementarse con relativa rapidez, las intervenciones urbanas y arquitectónicas tienen consecuencias duraderas que pueden extenderse por décadas o incluso siglos.
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Por ejemplo, en Barcelona y su Plan Cerdà (1859). Este plan de expansión urbana estableció una cuadrícula con chaflanes en las esquinas (a 45° con respecto a la cuadrícula), anticipando un tráfico vehicular aún casi inexistente. La visión sistemática de Cerdà incluyó aspectos como ventilación, luz natural, espacios verdes y servicios públicos, creando un modelo que sigue siendo funcional más de 150 años después. Este ejemplo demuestra cómo la planificación metódica y progresiva puede crear estructuras urbanas resilientes y adaptables.
En contraste, las intervenciones no planificadas o descoordinadas suelen generar problemas acumulativos, como el del tráfico vehicular en Lima, a consecuencia de la falta de un transporte público integrado, eficiente y confiable, con rutas exclusivas previamente planificadas como parte integral del tejido urbano.
La coordinación entre diferentes escalas y tiempos es fundamental. Por ejemplo, la transformación de Medellín, Colombia, demuestra cómo la integración de transporte público (MetroCable), espacios públicos (Parques Biblioteca) y programas sociales puede revitalizar áreas marginadas. Este proceso, iniciado en los años 2000, requirió una visión unificada y etapas progresivas de implementación.
La coordinación entre los diferentes actores (gobierno, sector privado, comunidades) requiere marcos temporales extensos y procesos sistemáticos. Las decisiones arquitectónicas y urbanas no solo construyen espacios físicos, sino que afectan el futuro de las personas. Su naturaleza interconectada exige diálogo y no prepotencia.