Nuestra frondosa legislación electoral está construida sobre el supuesto de que existen partidos políticos, al menos como se entienden en todo el mundo. Eso no es del todo cierto. De las 35 agrupaciones políticas inscritas en el Jurado Nacional de Elecciones (sin incluir las 33 que se encuentran en proceso de inscripción), son pocas la que muestran trayectoria e ideario conocido y/o un cuerpo de líderes capaces de generar mística entre aspirantes a puestos públicos debido a sus atributos como políticos.
Tiene mucho sentido efectuar una suerte de eliminatoria, una primera ronda electoral para que la ciudadanía escoja qué partidos puedan postular a las elecciones. Unas primarias bien diseñadas nos dejarían unas 4 o 5 agrupaciones que podrían hacer una campaña eficiente en busca del voto. Existía en la legislación electoral el concepto de primarias, aunque con el defecto de que en las mismas no solo se escogía a la agrupación, sino también al candidato. El Congreso anuló las primarias totalmente. Ahora iremos a elecciones con una cédula del tamaño de una sábana, sabiendo poco de las decenas de agrupaciones en competencia.
Nuestro sistema electoral no está a la altura de los retos que la democracia y la institucionalidad reclaman. Un ejemplo es el recientemente inscrito partido Perú Moderno. Su promotor es un respetable empresario, Wilson Aragón, quien cumplió con los requisitos de ley: mas de 25 mil firmas y locales en todo el país con cartel partidario en la fachada (notable que exista esta condición en la era de la virtualidad). El empresario Carlos Añaños, quien a juicio de muchos merece llegar a la presidencia de la República, hizo alianza con Perú Moderno.
Hoy, parece que esa alianza ha dejado de existir. Los motivos parecen ser intrascendentes. Pero veamos las consecuencias: Carlos Añaños ya no podría aspirar a la Presidencia del Perú. Nos hemos quedado sin un candidato que, como presidente, podría ser la solución a nuestros problemas. ¿Por qué? Una inexplicable norma electoral, dictada por el Congreso, obliga a que, para ser candidato a presidente o congresista, debías haberte inscrito en el partido que te postule antes del 12 de julio pasado, dos años antes de las elecciones. Carlos Añaños se inscribió, pero ante el quiebre de la alianza no podrá postular por ningún otro partido.
La posibilidad de que los ciudadanos ejerzan un voto informado es nula. No hay manera de poder escoger bien. Por motivos similares, salió elegido presidente el Sr. Pedro Castillo. Ahora el escenario es peor: tenemos más agrupaciones, más dispersión, más fragmentación y menor información.
El elemento más pernicioso en este contexto es la conformación del Congreso y su relación con el Poder Ejecutivo. Si bien ahora existirá una Cámara de Senadores, en ella se puede repetir el caos que existe hoy en la cámara única: una atomización de bancadas. En vez de tener un Congreso alineado con una sana gestión del Ejecutivo para emprender las reformas que necesitamos, habrá intereses creados que encorseten la relación Congreso-Ejecutivo con objetivos lejanos a los intereses nacionales.
Hay quienes opinan que solo basta con que el Perú se gobierne con “piloto automático”, con poderes públicos que dejen que el sistema de libre mercado se regule solo. Ojalá fuese así. Hoy día, de cara a un contexto internacional más competitivo, con grandes sectores de la población que requieren del Estado para que el país sea igualitario, se necesita un Estado fuerte y ejecutivo. Además, las bandas organizadas de minería ilegal, extorsión a comerciantes y transportistas, narcotráfico, tala ilegal, etc., requieren un Estado que haga buen uso de las fuerzas del orden para proteger a sus ciudadanos, sus negocios y su actividad profesional. La falta de infraestructura afecta el desarrollo de más actividades de subsistencia del peruano emprendedor; la caótica educación pública condena a muchos peruanos a la mediocridad sin capacidad para aspirar a una mejor vida; la salud es un problema más que una solución para la defensa de la vida de nuestros ciudadanos. La lista de carencias es larga.
La prensa, que siempre ha sido una herramienta para la defensa del Estado de derecho y la lucha contra la corrupción, hoy sufre las consecuencias de la penetración de las redes sociales, las cuales han reemplazado a la gran prensa en la formación de opiniones. Los rumores, falsas verdades y grandes mentiras inundan la mente de los ciudadanos, ya que las redes han sustituido a los medios de difusión como la fuente principal de información.
No basta con dejar que el mercado se regule solo; necesitamos más Estado, y un Estado fuerte pero el sistema electoral no lo permite. Hay que cambiarlo. Nunca es tarde para intentarlo.
EDUARDO BRUCE
Ingrese a este enlace y encontrará información detallada sobre los partidos inscritos, por inscribirse, y movimientos regionales. Se trata de un total de alrededor de 160 agrupaciones, todas aspirando a puestos de elección popular.