Parafraseando la pregunta de Monty Python en “La vida de Brian” (1979), “¿qué han hecho los romanos por nosotros?”, vale la pena preguntarnos qué han hecho por nosotros los arquitectos.
Podemos empezar por observar la magnífica arquitectura de edificios multifamiliares, en la que torres casi exactamente iguales comparten una motivación importantísima: la ganancia económica. Eso también podría aplicarse a edificios de oficinas, en donde tenemos el componente adicional de fachadas vidriadas que generan espacios muy calientes en verano y congelados en invierno.
Los arquitectos también nos han honrado con espacios públicos excepcionales, en donde no está permitido pisar el césped, no podemos sentarnos en bancas muy calientes en verano o simplemente incómodas todo el año.
Nos ofrecen colegios que parecen búnkers, hospitales que parecen laberintos y ministerios que parecen libros en precario equilibrio, lo que no deja de ser una metáfora de problemas más complejos.
¿Debemos deshacernos de los arquitectos? Todo lo contrario. Hay muy buena arquitectura que demuestra que podemos hacer las cosas muy bien.
Pero también es cierto que nosotros, arquitectos, tenemos que ponernos al día.
Se hace indispensable que haya más conversaciones, aunque sean incómodas, sobre cuál es nuestro rol como arquitectos. Y cuando digo conversaciones, estoy imaginando a muchas personas de diferentes profesiones y contextos, enseñándonos qué es lo que realmente necesitamos y por qué es que no siempre estamos respondiendo bien.
Creo firmemente que necesitamos más y mejor arquitectura. Creo firmemente que la arquitectura puede hacer que las personas tengan una vida más confortable, un poco menos difícil. Pero también creo que hasta que los arquitectos no pongamos a las personas a las que servimos al centro de las conversaciones y en el centro de nuestros diseños, la pregunta con la que inicio esta columna va a seguir siendo vigente.