Escribe: Roberto Ochoa Berreteaga
En estos días, cuando los arequipeños tiran la ciudad por la ventana para celebrar su mes
de jubileo, es una buena oportunidad para conocer dos espacios ubicados a pocos
metros de distancia pero con miles de años de diferencia entre ellos. Se trata del parque
paleontológico de Querulpa y los petroglifos de Toro Muerto, en el vecino Corire.
Ambos destinos en el corazón del bello e imponente valle del río Majes, provincia de
Castilla.
La Ciudad Blanca es un punto de partida para los circuitos turísticos que, en no más de
tres horas de viaje, permiten visitar ambos destinos. Sin embargo, lo mejor es
permanecer en la zona un par de días (puede ser un buen fin de semana) para visitar
tranquilamente ambos sitios, recorrer el valle, probar una jornada de canotaje en las
aguas cristalinas del Majes y gozar su fina gastronomía.
Poco antes de llegar y pese a estar a menos de mil metros sobre el nivel del
mar, desde la carretera se pueden contemplar las cumbres del apu nevado
Coropuna, el volcán más alto del Perú. Recordamos que hasta hace apenas un
siglo, el Coropuna era considerado el pico más alto de América. Tanto así que
el propio Hiram Bingham, antes de llegar a Cusco y a Machu Picchu, ascendió
a dos de las cumbres del volcán con el objetivo de ser el primer montañista en
lograr esta hazaña. Sin embargo, grande fue su sorpresa cuando en una de las
cumbres nevadas encontró una bandera con el lema “vote for women” que
había sido colocada tres meses antes por la célebre feminista y montañista
Anne Smith Peck, paisana de Bingham. Años después se pudo comprobar que
el nevado Huascarán es el más alto del Perú y que el Aconcagua (en Chile) es
el pico más alto de América.
La primera parada es en el pequeño poblado de Querulpa para visitar el
“parque jurásico” creado a raíz del hallazgo de antiquísimas huellas de
dinosaurios. Las mismas que se pueden conocer luego de un corto ascenso
por una montaña donde se han colocado dinosaurios de tamaño natural y un
par de buenos miradores para comprobar la imponente belleza del valle. Hay
paraderos para niños y pequeños espacios con cactus y apachetas. Querulpa
goza de una primavera eterna así que lo mejor es llevar un buen sombrero,
repelente y una botella de agua. Lo recomendable, también, es comprobar los
estratos geológicos que forman la montaña, como si se tratara de un
gigantesco “mil hojas”. En cada estrato está escrita la historia geológica de este
bello valle arequipeño.
TORO MUERTO ASTRONÓMICO
La visita y caminata continúa en el poblado de Corire, donde está el acceso de
la zona arqueológica de Toro Muerto, célebre por sus cientos de petroglifos
(grabados en piedra). Lo mejor es visitarlo con un buen servicio de guía
turístico. Si va en auto propio hay que preguntar a los vecinos porque el camino
de acceso desde la carretera es corto pero no está bien señalizado. El ingreso
cuesta 7 soles e incluye una breve y bien dateada explicación del
guardaparque. Existen varias rutas, con diverso nivel de exigencia, para poder
contemplar los dibujos que decoran las piedras volcánicas.
Para entender la importancia arqueológica e histórica de Toro Muerto, así como
los reveladores hallazgos realizados durante las recientes investigaciones, lo
mejor es visitar la página: https://www.toromuerto.org/
Desde el 2018 funciona el proyecto de investigación dirigido por la arqueóloga
Liz Gonzáles y el polaco Janusz Woloszyn, de la Universidad de Varsovia.
Hasta la fecha, se han logrado identificar poco más de 2500 rocas (todas de
origen volcánico) con petroglifos en un área de diez kilómetros cuadrados.
Gracias al equipo liderado por Gonzáles y Woloszyn hoy se sabe que la
ocupación humana y los diseños corresponden a un periodo de tiempo que va
desde el intermedio temprano hasta el horizonte tardío, es decir, desde el 200 DC hasta 1500
DC. Las primeras ocupaciones corresponden a la denominada cultura Sihuas, contemporánea
con los moches, Nasca, Lima y Recuay. Sin embargo, la gran mayoría de grabados
corresponden a la etapa Wari. La zona pudo ser un encuentro estratégico de caminos, entre la
sierra y costa sur. Se sabe además que pudo servir como escenario para rituales propiciatorios
y de veneración de ancestros.
Sin embargo, recientes investigaciones realizadas por el arqueólogo Juan Pablo Villanueva han
servido para demostrar su hipótesis: muchas de estas piedras grabadas, sirvieron para
mediciones astronómicas como solsticios y equinoccios.
Para esto, Villanueva y su equipo eligieron la zona más alta de Toro Muerto, donde emerge un
conjunto de rocas como si se tratara de una isla rodeada de arena. “Se trata de rocas de
ubicación natural pero que fueron grabadas con imágenes radiales que semejan el sol porque
se trataba de marcadores astronómicos”, nos dice el arqueólogo.
“Identificamos 65 rocas con petroglifos, 16 con imágenes radiales que miran a un punto de
observación en el oeste, es decir desde el oeste hacia el este, noreste y sureste, como
apuntando hacia la salida del sol”, añade.
Lo sorprendente es que la roca con más petroglifos ocupa un lugar central en esa
aglomeración pétrea y es precisamente esta piedra la que marca la salida del sol el 21 de
septiembre (equinoccio de primavera austral) mientras que otra piedra repleta de “soles” y
figuras de hombres y camélidos, marca –desde el mismo punto de observación– la salida
exacta del sol en el solsticio de invierno el 21 de junio.
Por si fuera poco, en una de esas piedras se ha logrado identificar doce enigmáticas figuras con
diseños radiales acompañadas con el mismo número de personajes con los brazos abiertos,
que podrían representar los doce meses del ciclo solar.
Villanueva confía en volver a excavar la zona para comprobar si el punto de observación estuvo
marcado con alguna “huanca” (piedra sagrada) o grabada con petroglifos.
Por todo esto, el valle de Majes es ahora un referente turístico y científico de visita obligada
para celebrar el jubileo de la capital arequipeña.