El espectáculo del fiscal José Domingo Pérez con chaleco antibalas en el inicio del juicio contra Keiko Fujimori y otros por el caso Cócteles, confirmó lo que cualquier ciudadano con dotes medianas de observación sabía hace mucho tiempo. Que lo de los fiscales Lava Jato ha sido un destructivo castillo de fuegos artificiales que no ha durado lo que un carnaval, sino ocho largos años que contribuyeron crucialmente con arrastrar al país a un remolino de polarización, arrasamiento político y depreciación institucional.
CARETAS lo advirtió hace ya cinco años, cuando al día siguiente del suicidio de Alan García, el fiscal Pérez acudió a la audiencia oral para enviar a prisión preventiva a otro expresidente, Pedro Pablo Kuczynski. Más allá del espectáculo grotesco de un Robespierre que saltaba de tribuna en circunstancias tan trágicas, la escena resultaba más chocante porque, hasta entonces, Pérez no había mostrado interés en asistir personalmente a los trámites relacionados con PPK. Muerto el premio mayor, el otro expresidente pasaba a ganar caché como trofeo.
Cuando esta revista editorializó sobre dicha conducta, el jefe nominal de Pérez, Rafael Vela, impuso un estricto y permanente embargo informativo sobre el medio. Más allá de la anécdota, es un perfecto ejemplo de los métodos de fiscales que, a pesar de salir jalados en sus exámenes, han acumulado por tiempo insólito un poder inmerecido y abusado.
Como el estratega argentino Fernando Dopazo le dijo a CARETAS durante el reciente Edircom: “En el Perú hubo un proceso de judicialización de la política llevado al absurdo”. No es normal que todos los presidentes terminen presos. Y más allá de especular si en el Perú son más corruptos que, por ejemplo, en otros países de la región, la diferencia estuvo en un aparato fiscal que privilegió forzadamente el escarmiento de ciertas figuras sobre muchos otros casos de corrupción de las constructoras brasileñas.
¿Va a salir Keiko Fujimori fortalecida de un juicio semejante, con dos mil testigos y una acusación difícilmente comprobable de lavado de activos y organización criminal? Difícil de predecir.
Si bien se ha repetido hasta el cansancio que cuando recibió los presuntos aportes de campaña la omisión de declararlos no constituía delito, la cantidad de dinero proveniente de fuentes como el Grupo Romero, el fallecido empresario Juan Rassmuss y Odebrecht la volverán a poner en la picota de la frivolidad y el rentable desempleo. Lo de su exmarido es un perfecto pie de página.
El resto de la derecha huele sangre y se apresta a dividirse con anticipación –poco ayuda la obligatoriedad de la inscripción de partidos hasta el 12 de julio, dos años antes de la próxima toma de mando– como ya se observa con los nuevos jales en Avanza País. Fernán Altuve y Phillip Butters entran al cubileteo por ese lado, aunque hay un buen tiempo para definiciones. A último momento, el alcalde Rafael López Aliaga le mandó a Butters un emisario para disuadirlo sin éxito y que fiche por Renovación Popular. Es claro que a estas alturas Porky piensa dejar la comuna para volver a tentar por la Presidencia. Mientras tanto sigue cosechando conflictos. ¿O acaso piensa que paralizando las obras de la Línea 2 del Metro y denunciando penalmente a los funcionarios del MTC la va a tener fácil para sacar sus proyectos?
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El flanco empresarial, mientras tanto, sigue moviendo sus fichas. En el Edircom, por ejemplo, Fernando Cillóniz tuvo una de las intervenciones más sólidas. Carlos Añaños ya remojó los dedos en la piscina, pero la carrera recién empieza. Y es probable que, de allí, con otros más, decante una sola opción.
Mientras tanto, hay quienes casi celebran porque el 53 % según la última encuesta del IEP favorecería un golpe militar. No es un ambiente nuevo en el Perú, estimulado por fenómenos de deterioro como los de los fiscales y el gobierno que inició con Pedro Castillo, y que tiene su segunda temporada con la rechazada mandataria actual. En los cuarteles ya no suelen escuchar esos cantos de sirena, pero las distintas variedades de mano dura se preparan para golpear la mesa.