Un palacio con vocación pública

por Edgar Mandujano

Continuando con las colaboraciones de los arquitectos a la solución del Edificio de la Municipalidad de Miraflores como futuro Museo de Arte Moderno y Contemporáneo CARETAS publica los conceptos de Elio Martuccelli Casanova (Lima, 1968), Arquitecto por la Universidad Ricardo Palma, con doctorado en teoría e historia de la arquitectura por la Universidad Politécnica de Madrid. Ejerce de manera independiente su profesión como diseñador.Es docente universitario, en pregrado y posgrado, en la Universidad Ricardo Palma y en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Investigador y conferencista. Autor de textos académicos y editor de la revista ARQUITEXTOS. Como artista visual realiza escenografías, exposiciones, murales e intervenciones urbanas. Vive y trabaja en Lima.

Elio Martuccelli. Lima, RETRATO. Foto Renato Gfell.

El Palacio Municipal de Miraflores es producto de un concurso de 1939, al que Luis Miró Quesada presentó este proyecto de tendencia neocolonial. Como edificio exento de varias fachadas, tiene una serie de virtudes. Entre las más importantes está su presencia urbana y el carácter con el que logra construir un pedazo de ciudad. Es, a no dudar, una de las postales del distrito.

Vista caótica desde Larco y carencia de luminarias del edificio Muinicipal.Ni siquiera funciona el reloj de la torre.

Voy a detenerme en uno de sus elementos. En la esquina que da al parque, sobre la gran portada que remarca el ingreso principal, se yergue la torre, girada a 45 grados. Como el mismo autor lo explicó, la torre es un homenaje al poder civil, una alusión a los palacios municipales de Flandes, el nuevo poder burgués y urbano que nació en Europa durante la Baja Edad Media. Se trata de una fina referencia histórica y figurativa, que Miró Quesada renegaría, muchos años más tarde, por ser difícil de entender.

Lo cierto es que cuando uno ve el edificio desde la avenida Larco, la torre elevada, que continúa y remata el ochavo de la esquina, sirve muy bien como elemento articulador de las dos elevaciones que podríamos considerar principales. Es un elemento que se ve a la distancia y sirve de referente urbano, sin necesidad de ser demasiado alto: es potente, pero no prepotente.

Ingreso lateral por Larco. Notar aviso con puerta principal cerrada.

El ornamento exterior, con molduras y relieves, así como las esculturas, frescos, vitrales y lienzos que incorporó al interior, podrían considerarse una muestra temprana del interés de Miró Quesada por la integración artística. El edificio carga, desde su origen, una colección de obras de arte que lo enriquecen. La fachada posterior es de mayor austeridad, tal vez anunciando la arquitectura que posteriormente desarrollaría. Los volúmenes de este lado terminan abrazando un espléndido jardín público, que se une a un pasaje peatonal.

La transición de la Sala Miro Quesada la sala media es caótica.

El querido y recordado Adolfo Córdova disfrutaba con asombro los ornamentos diseñados en este edificio por Cartucho, su compañero de aventuras en la Agrupación Espacio. Saliendo de una conferencia, sin que yo le pregunte, me dijo que en la vida de una persona podía haber etapas. En ese sentido, este edificio no era una contradicción y menos una traición. Con esta obra, Cartucho cerraba un período de su carrera profesional que coincidía con el final de una tendencia arquitectónica interesante en la ciudad, como fue el neocolonial, valorado por Héctor Velarde, entre otros. Con el perdón de Sebastián Salazar Bondy, el neocolonial puede ser cuestionado en términos ideológicos, pero algunas obras de este estilo, públicas o privadas, no le hacen daño a la ciudad. Peores cosas nos han pasado, problemas francamente horribles, que Salazar Bondy abordó también (y tan bien) en numerosos textos.

Pisos mal parchados, ingreso a oficinas y un antiguo ventilador para evitar la asfixia.

Valgan estos comentarios sobre cuestiones históricas para remarcar que se trata de un edificio emblemático, rico en detalles, que con los años se fue adaptando a distintas necesidades administrativas y sociales del distrito. Coincidiendo con un deseo del propio autor, se decidió en los últimos años destinar el primer piso a actividades culturales, en lo que parece haber consenso. Ahora falta acondicionarlo de mejor manera.

Los espacios del edificio hacia la calle Diez Canseco, cuyo ingreso también es por la esquina, han funcionado como galería de arte durante 40 años. El espacio respira su propia historia y el cuerpo de los visitantes lo siente. Qué diferencia con los otros recintos del primer piso que aún no tienen el carácter de espacios expositivos, en los que quedan las huellas de funciones anteriores.

En este momento, las exposiciones están segmentadas. Una solución museográfica es que sean dos muestras simultáneas, con temas distintos, cada una con acceso por las esquinas. Esos son, además, los lugares más apacibles para ingresar, no en medio de la avenida Larco. El espacio central quedaría como bisagra y entrada ocasional. La otra opción es acondicionar los accesos, el recorrido y los espacios para que puedan lograr la unidad que ahora no tienen. Bueno, para eso también sirven los arquitectos, para curar lo que está partido.

Puerta principal cerrada y asfixia al interior.

Otros problemas van sumándose. En el horario laboral es una distracción inaceptable ver a trabajadores municipales a través de puertas entreabiertas. Un espacio expositivo necesita concentración y pulcritud, la que no hay en los pisos parchados y otros detalles sin cuidar. Como es normal al cabo de 80 años, hay materiales deteriorados que ahora merecen restaurarse.

Por ironías del destino, este edificio ha sobrevivido en mejor estado que la propia casa de Miró Quesada en Jesús María y mejor que otros inmuebles del movimiento moderno, que lo representan como arquitecto, distintos a este. Lo bueno es que tenemos un edificio generoso, declarado como monumento histórico, que ahora debemos preservar.

Lo más importante ya está dado: es un palacio con vocación pública, estratégicamente ubicado en el corazón del distrito, en un parque emblemático y calles muy transitadas. Por la cantidad de visitantes que ha recibido en las últimas décadas es, como pocos, un edificio institucional, cultural, popular y democrático. Qué buena oportunidad para un monumento el poderse renovar, adaptarse a nuevos usos y mantenerse vivo.

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