Un conjunto de sedientos de poder podría ser una síntesis de nuestra actual clase política. Además, despistada porque no pretende ni plantea nada para el país.
Y es que de otra manera no puede calificarse a aquellos, congresistas todos, que apenas unos días antes de declarar la vacancia de la vicepresidencia de Dina Boluarte por infracción de la Constitución (caso de la licencia municipal del club Apurímac), la terminan eligiendo como la primera mujer para asumir la presidencia de la República en el Perú, después de 200 años. Y Dina Boluarte asumió dicho elevado cargo, aun cuando le correspondía por sucesión constitucional, de manera desdorosa, porque lo hizo inmediatamente después de haber formado parte del nefasto gobierno de Pedro Castillo para decir, hacer y permitir que se haga exactamente lo contrario que predicó mientras estuvo en el poder.
Solamente estos patológicos comportamientos pueden explicar la absoluta desidia de la inmensa mayoría ciudadana y el desinterés de nuestra juventud de participar en la vida política nacional.
A mayor abundamiento: quienes denostaban a Dina Boluarte como parte de la amenaza castro chavista como integrante del incompetente gobierno de Castillo, una vez ungida al poder, esos mismos personajes, no solo la sostienen sino que la utilizan, en alianza repudiable, para usufructuar de los puestos de la más alta jerarquía del Estado, sin ninguna vergüenza. Por eso es que suscitan el abrumador repudio ciudadano.
El Perú simplemente no tiene norte, carece, por exclusiva responsabilidad de quienes nos gobiernan en bochornoso contubernio, de un sentido de país. Los relojes Rolex, convocan hoy la atención del país y la risueña curiosidad del mundo.
Vayamos a lo trascendental. Desde que se instaló el gobierno de Castillo lo que se buscó fue un cambio en la Constitución, sin ningún planteamiento coherente y obviando el momento que requiere toda modificación constitucional. Sin embargo, no fueron las marchas, ni mítines, ni variadas declaraciones las que sepultaron tamaño despropósito, sino el estúpido intento de Pedro Castillo de convertirse en dictador del Perú.
Pero como ahora el Poder Ejecutivo le permite todo al Congreso, este acaba de introducir un importante cambio constitucional: ha modificado 53 artículos de los 206 que conforman la Constitución, o sea, un cuarto (el 25%).
Y si bien es verdad que la mayoría de tales cambios obedece a la vuelta a la bicameralidad (rechazada en referéndum), de manera de diferenciar la Cámara de Diputados del Senado, no deja de ser cierto que hay otras modificaciones. Una de ellas es la de permitir la reelección (también rechazada) de los actuales congresistas en su intento de convertirse en senadores.
Pero el más trascendental de los cambios es el que ha denunciado el presidente del Poder Judicial: aquel que deja en el Fiscal de la Nación, solo en él, la facultad de evaluar (no cumplir) la denuncia penal que se hubiese aprobado en el Senado contra un alto funcionario. Una vuelta al pasado inaceptable.
Un reloj, una Constitución que nadie pidió y la nada, eso es el Perú hoy.
*Abogado y fundador del original Foro Democrático