El Palacio Municipal de Miraflores es un proyecto del arquitecto Luis Miró Quesada, terminado en el año 1944. Este edificio es parte una corta primera etapa del arquitecto, con influencia de un estilo neocolonial, importante porque es uno de los pocos ejemplos del siglo 20 declarado Monumento Nacional.
Ese mismo año, contrariamente al proyecto del palacio, Miró Quesada publica el artículo “Los Estilos” en la revista El Arquitecto Peruano, y cuestiona la fijación por ciertas tendencias formales arquitectónicas para vestir fachadas con lenguajes prestados; en sus palabras, el problema en el Perú “no es una cuestión de estilos sino de estilo”. Un año después publicó “Espacio en el Tiempo”, libro hito en la historia de la arquitectura moderna peruana, donde expresa sus ideas de modernizar la arquitectura y las artes en el Perú. Poco después lideró la formación de la “Agrupación Espacio” que reunía arquitectos, artistas plásticos, escritores donde destaca la defensa por el arte abstracto.
Interesante que a mediados de los años ochenta, en el Palacio Municipal de Miraflores, se crea una de las galerías de arte más importes del país, que lleva o llevaba su nombre.
En el Palacio destaca especialmente la torre en la esquina donde está el ingreso principal al palacio/edificio. Este ingreso tiene un importante hall circular que presenta la escalera y organiza desde ese eje diagonal las diferentes oficinas municipales. La galería de arte se entendía que estaba detrás, con una entrada independiente, en la calle Diez Canseco.
Proveer a una ciudad de un espacio de arte contemporáneo le otorga una condición de modernidad, más aún si el edificio es un objeto arquitectónico diferenciador, porque éste no solo acerca el arte a los ciudadanos sino porque también revitaliza social y económicamente el área. Se entiende entonces que la gestión municipal actual haya decidido después de 40 años, renovar la galería y convertirla en nuevo Palacio de las Artes de Miraflores (PLAM), ocupando casi todo el primer piso del edificio.
Pero es importe destacar que una renovación de un espacio para el arte y la sociedad de hoy no pasa solo por un cambio de nombre y eliminar algunos muros. Un nuevo espacio expositivo se espera más flexible, inclusivo y tecnológicamente avanzado. Se espera un espacio neutro que funcione como un lienzo en blanco que permita que las obras de arte expuestas sean el foco principal de atención, permitiendo que los espectadores una experiencia estética.
El PLAM, cierra el ingreso principal del edificio de Miró Quesada y deja incierto el acceso a la exposición, sintiendo que el ingreso se da por una “puerta trasera”. Una vez dentro, la secuencia espacial no es clara y muestra un discurso discontinuo tanto de la narrativa expositiva como de la experiencia arquitectónica. El hall circular se presenta como un espacio extraño que corta la nueva galería en dos zonas, si es que reconoces que hay más por ver después de él. A esta experiencia no-estética, se le suma una distracción visual de la oficinas municipales que están en el primer piso, con la puerta abierta, dialogando con obras de arte, y una contaminación sonora de las personas que van al palacio a trabajar o hacer gestiones, entendiendo a la vez el espacio expositivo como un gran hall de recepción.
Sin saber cuál sería la solución desde la arquitectura para que el Palacio Municipal de las Artes de Miraflores pueda cumplir con su objetivo, es claro que no se otorga valor al espacio expositivo ni al edificio, y sin eso, pierde valor también el contenido. En edificios como este, que no tienen una estructura espacial sencilla, las operaciones de intervención para lograr convertirlo en un espacio contemporáneo, tienen que hacerse con más cuidado.
Volviendo a Miró Quesada, y su defensa por el arte abstracto, el problema es una cuestión de estilo.