En el Perú cualquier cosa puede suceder. Nada puede llamar a sorpresa. Que Alberto Fujimori pretenda regresar es una de ellas. Veamos. Hace algunos días, Fujimori, demostrando todo lo contrario de estar en vísperas de morirse, declaró que el fujimorismo había acordado mantener a la presidenta Dina Boluarte en el gobierno hasta el 2026. Se trató de una manifestación claramente política, además asumiendo el rol de portavoz.
La segunda declaración tuvo rasgos de tragicomedia. Alberto Fujimori, luciendo su mejor semblante, en un centro comercial de la capital, paseando como cualquier mortal –fotos, selfies y alborotos de por medio- dijo que Vladimiro Montesinos había cumplido con su trabajo durante su gobierno y que únicamente al final se había mareado por el dinero.
El calibre de ambas declaraciones no es menor, máxime si vienen de un anciano que desde hace varios años estaba al borde de la muerte y luego de lograr su liberación vía indulto humanitario, ahora se permite decirlas sin tapujos. Haber asegurado el pacto con el gobierno de Dina Boluarte no es poca cosa, a pesar de las ulteriores negaciones de quienes se irrogan la calidad de voceros del movimiento fujimorista. Simplemente ha revelado una verdad.
La segunda afirmación es aún más audaz: haber recordado a Vladimiro Montesinos en su rol de eficiente servidor de su gobierno son palabras mayores, si tenemos en cuenta no solo su inequívoca política antidemocrática y represiva, sino –lo más importante- la esencia estructuralmente corrupta de su régimen. Es algo semejante a sostener que Abencia Meza (la tristemente célebre cruel asesina de su pareja), es una beata de caridad cristiana.
No hay que ser ingenuos. La lectura apropiada de lo declarado por Alberto Fujimori, es la intención de mantener vivo el recuerdo de su gobierno y sus eventuales logros, intentando minimizar las iniquidades y despropósitos del mismo, llegando al extremo inadmisible de afirmar que Vladimiro Montesinos es un buen hombre que solo al final equivocó su camino.
Es probable que Alberto Fujimori (de 86 años), en los delirios típicos de su avanzada edad, así como de lo que algunas encuestas de opinión siguen sosteniendo, en el sentido de que fue un buen presidente, alentado, además, por los ejemplos del longevo presidente de Estados Unidos Joe Biden (de 83 años), y de su díscolo rival, Donald Trumo (de 78 años), quienes están compitiendo en las elecciones estadounidenses, hayan empezado a estimular su deseo de regresar a la política activa.
En este sentido, puede especularse que el antifujimorismo de su hija Keiko (a quien hasta un panetón la ganaría en segunda vuelta, según el dicho popular), no le sería aplicable necesariamente a Albero Fujimorfi, artífice y líder natural del movimiento.
Por cierto, que esta disquisición puede calificarse de disparatada aun cuando tenga fundamentos atendibles, ya que lo declarado por Alberto Fujimori no puede descartarse de un análisis políticamente serio, a pesar de que tiene la gran limitación de su condición de indultado por razones humanitarias.
Pero algo debe estar claro: si está vivo, Albero Fujimor participará en la contienda electoral.
*Abogado y fundador del original Foro Democrático.