Luego de obtener el máximo galardón del prestigioso Festival de Sitges —referente mundial del cine fantástico—, de conquistar la taquilla argentina, y de recibir elogios por doquier, se ha estrenado en nuestro país Cuando acecha la maldad (2023), de Demián Rugna. La película nos ubica en un rincón de la pampa gaucha para contarnos la historia de dos hermanos que tratan de escapar del mal que se ha extendido como una enfermedad en su pueblo, tras haber “encarnado” en un hombre que vivía con su madre y su hermano adolescente, y al que éstos últimos mantuvieron escondido. Con tal argumento, las coordenadas quedan trazadas, y quienes estén familiarizados con el horror sabrán reconocerlas: una mezcla de los subgéneros de posesión demoníaca y de zombis.
Después de unas secuencias iniciales en las que el gore y lo esperpéntico se presentan con su característico efectismo —pero también con ese inherente espíritu rebelde—; advertimos que el director suma un filón dramático cuando se ocupa de Pedro (Ezequiel Rodríguez), un personaje carcomido por el fracaso y la culpa alrededor del matrimonio y la paternidad. Precisamente ese es uno de los puntos que debilitan Cuando acecha la maldad, ya que Rugna busca, de forma innecesaria, hacer evidente que su filme no es un frívolo festival de sangre, sino que posee una profundidad que la desmarca de otras propuestas. Así, por momentos, su trabajo rezuma una solemnidad que se encarga de subrayar con diálogos a los gritos, como si desconfiara de lo que sus imágenes, por ellas mismas, pueden transmitir al espectador.
Sin embargo, estos tropiezos que aparecen en el segundo tercio de la película, y que la hacían lucir estancada entre el drama y los golpes de efecto predecibles, logran ser remontados por Demián Rugna en la última media hora, en que consigue crear atmósferas dominadas por los silencios y claroscuros. Son estos minutos, y las primeras secuencias deudoras de la vieja escuela de Lucio Fulci, lo mejor de “Cuando acecha la maldad”, y que la salvan, por poco, de una chata medianía. De todas maneras, la verdad sea dicha: con tantos bombos y comentarios favorables, esperábamos más. Mucho más.