Durante los feriados de fines de año, estando en pleno verano, es usual que muchos ciudadanos salgan de la capital y se dirijan a las playas del sur. La autopista que utilizan con sus vehículos es la Panamericana Sur, administrada por una empresa concesionaria privada.
En uno de esos días precisamente, a pesar de la cantidad de autos, la autopista fue cerrada en una de sus dos vías de ida. Dos pistas repentinamente se convirtieron en una sola. Eso sucedió en tres tramos distintos, sin que hubiese ninguna emergencia. Se armó un congestionamiento vehicular excepcional, con la consecuente pérdida de tiempo, combustible y buen humor. Nadie avisó ni explicó tan desconcertante medida. Simplemente se ejecutó la orden de algún despistado funcionario. El tema en este caso es exactamente ese: el desacierto de la decisión.
En el más importante supermercado del país, ese mismo día festivo, en la tienda que probablemente estaba destinada a lograr la mejor venta de todos sus locales del Perú, pusieron a atender varias de sus cajas, encargadas de cobrar la mercadería adquirida por los clientes, a jóvenes inexpertas a quienes habían contratado el día anterior, según manifestaron. La inhabilidad de las trabajadoras para manejar los productos, sus precios y las máquinas registradoras, resultaban manifiestas. Una larga cola de clientes impacientes fue el resultado. Nuevamente, el problema no es el de las jóvenes inexpertas, sino el del funcionario de la empresa, quien, desde su desorientada oficina en Lima, tomó una decisión equivocada.
Para ingresar a algunas de las playas del sur cercano a Lima, hay unos portones que marcan el sitio y se distancian de la carretera. Hay una puerta para entrar y otra para salir. Pues bien, en plena luz del día, con buen sol y no menos calor, en una de tales playas, ambos portones estaban cerrados. Para ingresar o salir, hay un vigilante que abre y cierra el portón correspondiente, cada vez que transita un vehículo. Pero como ni la lógica ni el sentido común se aplican en nuestro país, así se pasa todo el día el vigilante: abriendo y cerrando puertas. Otra vez, la decisión de obstaculizar el transito fluido de los vehículos un día de fiesta, no debiera exigir mucho esfuerzo: basta que el burócrata en Lima, que es quien adopta tan absurda decisión, deje de hacerlo.
Ese día festivo de fin del año 2023, en el que se sucedieron esta serie de hechos absurdos, aunque nimios, hizo plantearme la pregunta de cómo es que nuestra presidenta Dina Boluarte toma sus decisiones para gobernar el Perú, si un empresario privado cierra una autopista sin razón, un exitoso comerciante contrata a jóvenes que probablemente jamás en su vida han operado una caja registradora y un desubicado burócrata decide mantener cerradas las puertas de acceso a las playas.
Frente a los eventuales efectos para el país por la difícil situación suscitada en el Ecuador, la presidenta Boluartre tomará decisiones: actuará como el concesionario de la autopista, el exitoso comerciante o el desorientado burócrata.
*Abogado y fundador del original Foro Democrático