Iván Chirinos de 31 años siempre destacó en su familia por asumir retos entre sus cinco hermanos. Desde joven se dedicó a trabajar hasta que le llegó la oportunidad de ser parte del proyecto Haku Wiñay, del programa Foncodes que pertenece al Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis), que le permitió desarrollar capacidades productivas en la crianza de cuyes.
Entre toda su comunidad, que se caracteriza por ser ganadera y agrícola, él es el pionero de la primera planta de procesamiento de cuyes, denominada Cuy SAC, que brinda empleo a decenas de personas de la comunidad Sangallaya, en Huarochirí. A través de este emprendimiento, la carne se empaca al vacío para dotar de una calidad que es muy requerida por restaurantes. Otros pedidos provienen de clientes de otros distritos y provincias.
“En la actualidad nosotros hemos crecido, tenemos 250 reproductoras haciendo un total de mil animales”, comenta Iván, quien se siente orgulloso de su emprendimiento.
Iván desde niño siempre quiso sobresalir. A los 12 años dejó su natal Sangallaya para ir a trabajar en la venta de gas, a la par terminó la educación secundaria. Con el dinero que ahorró pudo estudiar formación bancaria en un instituto.
Fue en el 2018 que decidió visitar su pueblo natal, sin imaginar que se quedaría a emprender con el apoyo del proyecto Haku Wiñay de Foncodes, que le permitió gestar su propio negocio.
Los “yachachiq”, palabra quechua que significa “maestro del campo”, les enseñaron a Iván y a la comunidad diversos emprendimientos rurales inclusivos. Junto a dos socios formó un grupo de interés de crianza de cuyes. Después, en el 2020 su proyecto ganó el financiamiento de 10 000 soles en la compra de materiales y capacitaciones para impulsar su proyecto empresarial.
Entonces, comenzó a sembrar alfalfa en sus chacras para nutrir mejor a sus cuyes, construyó un galpón de material noble y calaminas, lo que le permitió mejorar la calidad de sus productos siendo elegido por Foncodes para formalizar su negocio.
Iván se siente muy dichoso por haber crecido a pasos agigantados. “Ellos nos apoyaron con todos los documentos, inscripción de la empresa en registros públicos y gracias a ello ahora somos una asociación”, anotó.
Los robustos cuyes son como el oro para Iván y son la fortuna para la comunidad Sangallaya, que se beneficia con el empleo. Esta historia ha trascendido en todo Huarochirí, y es solo el comienzo, pues Iván piensa llegar a la exportación.