Provocador. Irónico. Inteligente. Grafómano. Cultísimo. Humorista gráfico. Viajado. Frontal. Leído… Y ‘chaplinero’ feroz. Luis Felipe Angell de Lama, más conocido como Sofocleto, fue uno de los escritores peruanos más leídos del siglo pasado. Incursionó en casi todos los géneros literarios, exhibiendo pulso de escritura en inalterable estado de gracia y sobre todo un desenvolvimiento que echamos de menos en nuestros escritores e intelectuales de hoy, tan amanerados en el discurso políticamente correcto y sumamente pendientes de la aceptación pública en las redes sociales. Cuando falleció, en el año 2004, no solo se perdió a una de las plumas más privilegiadas del país, sino que con él también se fue una actitud que recorrió casi toda su obra y en la que descansó su prestigio: el humor.
Fue en el periodismo en el que descargó toda su furia festiva. Sofocleto decía lo que pensaba sin importarle las consecuencias. A saber, fue deportado en más de una ocasión y sufrió cárcel a razón de un par de gobiernos militares. De política a deportes, de cultura a la realidad social, Sofocleto demostró que no había tema vetado. Un cachito, polémicas como esta, Sofocleto las tuvo hasta regalar: en política cogió de ‘punto’ a Héctor Cornejo Chávez, fundador del Partido Demócrata Cristiano, a quien bautizó como «Gato Corneto» y de quien dijo en alguna ocasión lo siguiente: «Dr. Corneto, la presidencia le ordena no escarbar en el hemiciclo». Cornejo Chávez no aguantó las embestidas de aquel hombre altísimo que se había encargado de destrozar su imagen pública a punta de burlas y no tuvo opción que retarlo a duelo, situación que Sofocleto aprovechó para aceitar más su arsenal verbal contra él.
En Sofocleto podemos apreciar la manifestación de un pesar: hubo un tiempo en este país en el que los intelectuales decían lo que en verdad pensaban. Pero decir lo que se piensa no siempre genera referencialidad. Si millones de peruanos lo leían, se debía a que hallaban en él la cercanía a la vida, la calle y la sabiduría popular. Es decir, el público era testigo de una lectura honesta que también los interpelaba. Es que eso era Sofocleto: un observador total. Para él, todo era periodismo. En ese sentido, no sería nada raro preguntarnos si sus libros fueron o no una extensión de lo que escribía en sus febriles, agudas y chistosas columnas de opinión.
Roberto Bolaño dijo en una ocasión algo más o menos así: “Si vas a decir lo que quieres, tienes que escuchar lo que no te gusta”. Qué mejor ejemplo de lo dicho que Sofocleto, que hasta usaba la caricatura de su propia imagen para transmitir un mensaje a sus no pocos adversarios y millones de seguidores: no tengo problemas en burlarme de mí mismo.
Quien escribe ha tenido la oportunidad de reeditar y rescatar la obra de Sofocleto, gracias a la confianza de Allan Angell y sus hermanos, hijos de Luis Felipe Angell de Lama. Con Planeta empezamos la tarea en 2019, año en que se publicó Los cojudos —a decir de muchos, su título insignia o puerta de entrada a su riquísima obra, compuesta por 50 mil sinlogismos, 12 mil so(fo)netos y más de 30 libros—, especie de tratado antropológico-social-psicológico más completo que se haya escrito sobre la identidad peruana y con el que se abre la Biblioteca Sofocleto, que lleva el acertado título —pensado por el mismo autor— de Enciclopedia de la conducta humana. En 2022, se lanzó el segundo tomo de la Enciclopedia: Los conchudos. Y en este 2023, el tercero: El virus matrimonial, título bisagra en la conformación de la Enciclopedia de la conducta humana.
¿Por qué se leía tanto a Sofocleto? Una tentativa respuesta sería la siguiente: Sofocleto no escribía, especialmente sobre Perú, desde la posición académica, menos desde una superioridad moral e intelectual, sino ubicado en el gaseoso límite entre el asombro primerizo y la crítica creativa, formando así una horizontalidad con su lector, a quien jamás subestimó.
Un clásico de la cultura peruana de regreso. Celebremos.
(Gabriel Ruiz Ortega).