Habían pasado apenas dos días desde que Mikael Wiström salió del hospital tras una complicación cardiaca. Era el 10 de marzo y a eso del mediodía lo llamó su amigo Iván Blanco, director de fotografía en Tempestad en los Andes (2014): Josefin Ekermann, la sobrina sueca de Augusta la Torre (la camarada ‘Norah’) que lo acompañó desde Europa hasta Andahuaylas para explorar sus raíces, había muerto en un accidente aéreo en Etiopía. “Fue una catástrofe total”, recuerda el cineasta a través de la línea telefónica desde su natal Suecia, donde ya prepara maletas para aterrizar en el Perú este 3 de agosto, poco antes de que arranque el 23° Festival de Cine de Lima el viernes 9.


Por primera vez se presentará una retrospectiva suya en estos lares (ver recuadro). También dictará la clase maestra ‘La puesta en escena: método del documental’ en la sala 3 del Centro Cultural PUCP, el martes 13 de agosto a las 6 p.m. En ese local se montará, del 10 al 25 de agosto, ‘Canto para un pueblo’, muestra inédita de su archivo fotográfico. Ese que construyó desde que llegó al Perú a sus 23 años, atraído por el vínculo del hombre con la tierra en plena Reforma Agraria (era el año ’74). “Yo estuve en Andahuaylas en el tiempo de las tomas de tierras”, precisa.
Sobre las heridas tras la guerra entre el Estado y Sendero, sostiene que “más que nada se usa para impedir que surja una nueva izquierda”, pero que está pendiente acercarse a la “profundidad del conflicto”. Y le revela a CARETAS que ya trabaja en dos nuevas películas en Suecia, ambas sin título por el momento. Una sobre la adaptación de migrantes salvadoreños en la sociedad sueca, y otra centrada en la autobiografía de un amigo hippie y la ‘ola verde’ que trasladó a cientos de jóvenes europeos hacia el campo.