A sus 30 años, felizmente casado y con dos pequeñas hijas, el capitán Marco Yáñez no dudó en ponerse el casco de guerra y montarse en el helicóptero que descubrió la invasión de tropas del Ecuador en territorio peruano.
Era 1981 y se acercaba un aniversario más de la firma del Protocolo Paz, Amistad y Límites de Río de Janeiro (1942), con el que en teoría se terminaban los líos limítrofes entre Perú y Ecuador. La información de inteligencia manejada por nuestro ejército, sin embargo, hablaba de tropas ecuatorianas en superficie soberana.
El 22 de enero de aquel año, como jefe de la zona militar ‘Chávez Valdiv
La mañana del 30 de enero se decidió que había que tomar el ‘Falso Paquisha’ a las 1300 horas con los medios necesarios. El teniente coronel Daniel Ángeles, corajudo piloto, se ofreció como voluntario y condujo la nave (un helicóptero MI8T de origen soviético), con la patrulla de 15 hombres de Yáñez a bordo, hacia la zona. Fue la primera operación helitransportada de Sudamérica.
“Caímos en una hondonada, pero no podíamos levantar la cabeza por el fuego enemigo”, recuerda Yáñez. Con balas silbando sobre sus hombres, amarró una bandera peruana a un palo para que los disparos ecuatorianos se concentrasen en ella. “Eso nos permitió avanzar y tomar posiciones para que entre la segunda nave. Luego entró la tercera y llegamos hasta el asta de la bandera ecuatoriana. La bajamos y subimos la bandera peruana, que habíamos recuperado”.
El cese temporal al fuego llegó luego de recuperar el PV-3 y PV-4 Nuevo. Y la reanudación del conflicto se expandió a la vertiente del río Cenepa. En ese periodo se recuperó el PV ‘Jiménez Banda 2’, el PV4-A y el PV4-Antiguo. “Quienes descubren el puesto ‘Jiménez Banda 2’ fueron los garantes, que volaban por ambos lados de la frontera. Ellos nos entregan la información”, revela el teniente coronel (r) Pablo Luque, piloto durante la recuperación de ese PV el 19 de febrero.
A las 10 y 30 de la mañana del día siguiente, el 20 de febrero, Yáñez vería la muerte más cerca que nunca. “Yo estaba como ingeniero de vuelo, entre el piloto y el copiloto. El mayor Rubén Polanco estaba piloteando y el teniente Julio Ponce estaba apoyándolo”, recuerda. Durante el descenso al PV4-Antiguo recibieron disparos y empezaron a caer a 7 metros por segundo. Polanco le dijo a Yáñez que le pidiera ayuda a Ponce. “Lo agarré, lo jalé y se cayó. Ya estaba muerto. Lo que hizo Polanco fue girar un poco la nave y caer de nariz sobre su lado”.
Herido en el tobillo izquierdo, Yáñez y sus hombres hubieran muerto si no fuera por la acción del capitán Wilson Gonzales, quien mandó a sus soldados a atacar al enemigo cuando pretendía ultimar a los sobrevivientes. “Mis tropas avanzaron y el adversario retrocedió y comenzó la fuga total”, recuerda Gonzales, hombre que recibió un balazo en la cadera y fue ascendido de teniente a capitán por sus acciones en el campo.
Más de tres décadas después, Yáñez y sus compañeros en la lucha recuerdan emocionados la guerra como si hubiera sido ayer. Aquella infiltración pasó a la historia por la astucia y valentía con la que fue repelida.
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