Un partido de futbol tiene reglas: se juega en dos tiempos de cuarenta y cinco minutos cada uno, entre dos equipos de once jugadores, en una cancha con dos arcos. Estas reglas no se pueden cambiar una vez iniciado el partido. Se puede hacer después, cumpliendo el procedimiento para ello.
Guardando las distancias, algo similar sucede en las elecciones presidenciales, ahora en la llamada segunda vuelta, que se vienen llevando a cabo en el país. El marco conceptual que regula su desarrollo se encuentra en la Constitución, uno de cuyos artículos establece que todos los peruanos tenemos el deber de cumplirla y defenderla.
Ocurre, sin embargo, que el candidato Pedro Castillo, quien según las encuestas de opinión tiene el primer lugar de las preferencias, viene anunciando que de ser elegido presidente de la República convocará a un referéndum para que el pueblo decida la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente que dicte una nueva Constitución. No obstante, la Carta Fundamental no contempla ninguna de tales medidas de la manera como están siendo propuestas. En otras palabras, el presidente de la República no está facultado para convocar a un referéndum, de un lado, y cualquier modificación constitucional tiene un procedimiento específicamente establecido, de otro lado.
En efecto, toda reforma constitucional tiene que aprobarla el Congreso mediante cualquiera de estos dos caminos: con el voto de sesenta y seis congresistas y un referéndum ratificatorio; o, con la aprobación calificada de ochenta y siete congresistas en dos legislaturas ordinarias sucesivas. No hay otra vía.
Si el candidato Pedro Castillo quiere ejecutar su propuesta en caso sea elegido, puede hacerlo siempre que, y solo si, cumpla el procedimiento que la propia Constitución señala; lo cual supone, en primer lugar, cambiar la fórmula para modificarla. No hacerlo implicará una violación a las reglas y, en consecuencia, una lesión al sistema democrático.
Se está pretendiendo jugar el partido de futbol en una cancha redonda y con un solo arco, sin cumplir el proceso de cambiar las reglas para que así sea.
Pero además de estas razones, la iniciativa debe considerar dos aspectos, uno político y otro de oportunidad.
El partido Perú Libre del candidato Pedro Castillo ha obtenido treinta y seis curules en el nuevo Congreso, número bastante lejano de la mayoría requerida para cualquier modificación constitucional. Es una primera minoría, nada más. Necesitará por ello acercamientos y acuerdos con otros grupos políticos de difícil ubicación y reservado pronóstico.
De otro lado, si tenemos en cuenta que la candidatura de Pedro Castillo como la de su oponente, Keiko Fujimori, suman en conjunto apenas un tercio del total de los ciudadanos aptos para votar, la falta de representatividad, cualquiera sea quien gane, resulta más que manifiesta. Siete de cada diez peruanos no han votado por ninguno de quienes están ahora disputando esta segunda vuelta electoral. Estas cifras, que evidencian una falta de legitimidad evidente, jamás se han visto en nuestra historia desde que hace cuarenta años se puso en práctica el sistema de la doble vuelta electoral en el país.
Añadido a todo lo anterior, de por si suficiente para el desánimo, no debe perderse de vista que seguimos en el medio de la pandemia del coronavirus, que todo parece indicar no se superará ni pronto ni fácilmente. Estamos en el pico de la segunda ola (con un record de muertes al día), y nada impedirá una tercera si es que el proceso de vacunación no se acelera. Es bastante improbable que nuestra población esté totalmente vacunada durante el presente año, menos aún si ninguna de las dos candidaturas de esta segunda vuelta ha dicho nada acerca de este acuciante problema.
En síntesis, no estamos en un momento constituyente en el Perú.
*Abogado y fundador de Foro Democrático