“Y si uno muere, esto [señalando su cabeza] queda en los demás. Y eso nunca se va a borrar”, dijo Abimael Guzmán al ser capturado. Hoy, 11 de setiembre del 2021, acaba de morir.
Guzmán tenía razón. Las ideas trascienden la propia muerte.
Y qué mejor forma de trascender que penetrando la educación pública. Transmitir el ideario terrorista de generación en generación a alumnos que luego se convertirán en profesores. A víctimas que luego serán victimarios.
Quizás por eso Sendero Luminoso, que nació en las aulas, volvió a refugiarse en ellas luego de la captura de Abimael Guzmán.
Sendero Luminoso perdió la guerra pero avanzó en la batalla de las ideas. Y ha sobrevivido enquistado en el Magisterio a través de sus varias mutaciones, variantes y cepas. Y ahí sigue, enseñando sus lemas simplistas, su lógica bipolar, su marxismo de fotocopia de manual, esa chispa que enciende la pradera de ignorancia, pobreza y olvido en la que sobrevivimos.
En el Bicentenario del Perú, hay que independizar la mente de nuestros estudiantes de las ideas senderistas, una de las causas que nos han llevado a tener la peor educación de América Latina según la OCDE. Hay que romper ese círculo perpetuo de frustración y violencia. Hay que liberarlos de esa esclavitud.