La semana pasada, el gobierno procedió a formalizar la encargatura de la jefatura de la Dirección Nacional de Inteligencia, DINI, al general de brigada en retiro EP Hugo Cornejo, quien se desempeñaba ya en ese organismo desde el año 2019 en el cargo de jefe de gabinete de asesores.
Pero el encargo a Cornejo fue el corolario de una seguidilla prolongada de tiras y aflojas, corsis y ricorsis, idas y venidas y especialmente gran descoordinación en el Poder Ejecutivo que duró más de un mes.
Tras salida de la presidencia de Martín Vizcarra y Manuel Merino, el presidente Francisco Sagasti decidió pragmáticamente prolongar y ratificar el mandato del Coronel FAP ® Carlos Illanes Calderón quien se venía desempeñando como Director Nacional de Inteligencia desde la salida de Pedro Pablo Kuczynski del poder y la llegada de Vizcarra.

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Todo parecía estable y sin mayores sobresaltos en el organismo rector de inteligencia nacional que, con anterioridad, era el inoperante y destartalado Consejo Nacional de Inteligencia en tiempos de Valentín Paniagua y Alejandro Toledo (2001-2006), que a su vez reemplazó al tenebroso Servicio de Inteligencia Nacional, SIN.
Sin embargo, la crisis en el Ministerio del Interior y el manejo de la PNP a raíz del cese de muchos altos oficiales policiales que desembocó en la renuncia del Ministro Rubén Vargas y la designación del efímero general PNP Clúber Aliaga desató una sigilosa crisis por la disputa de la jefatura de la DINI.
El cubileteo comenzó cuando los allegados a Aliaga pensaron que su designación no solo era una manera de afirmar y afianzar el manejo de la policía en el MININTER en detrimento de la conducción civil del sector, sino también la posibilidad de ejercer un control que se haría extensivo a la DINI.
Todo indica que en el Ejecutivo cedieron, pues el lunes 7 de diciembre Illanes, que acababa de ser ratificado por Sagasti, fue citado a la PCM por la primera ministra Violeta Bermúdez. Illanes se sorprendió del pedido de la premier para que presente su renuncia voluntaria e irrevocable a la jefatura de la DINI. Incluso le señaló que preparara su inmediato relevo, aunque sin recibir, ese mismo lunes, la indicación de quien sería el personaje que lo reemplazaría. Luego el general PNP (R) César Cortijo confirmó a Canal N que le habían ofrecido el cargo.
Lo insólito es que, ese mismo 7 de diciembre, se desató la crisis que terminó en la rápida salida de Aliaga del Ministerio. Aliaga se opuso a seguir el curso del pase al retiro de los 18 generales de la Policía que posibilitó la designación de César Cervantes como comandante general de la institución. La primera ministra incluso acusó a Aliaga de intentar grabar una conversación con ella. Pero casi al mismo tiempo el Ejecutivo entregaba la cabeza de la DINI y sometía a la institución a un nuevo ciclo de inestabilidad.
Entonces se hizo público un antecedente de Cortijo, que había sido candidato al Congreso de la República, con el número 35, en el año 2016 por Todos por el Perú, la lista que acompañaban a Julio Guzmán y que fue tumbada por las autoridades electorales. Durante el brevísimo ministerio de Aliaga, entre el 4 y 6 de diciembre, Cortijo despachó informalmente en la sede del MININTER de Córpac, organizando y reclutando a un grupo de oficiales de policía en retiro, la mayoría código 2 (ex PIP) para asumir los puestos claves de la DINI que se encontraban, básicamente, en manos de oficiales de la FAP en retiro en sus órganos de línea e integraban la gestión de Illanes.
Ante la salida de Aliaga, Cortijo perdió todo peso e influencia. La trama descolocó a la PCM que se quedó sin candidato para ocupar la DINI, y sacó de la escena al sector interior y a la PNP del tema de la elección del DINI, que pasaría a manos de la Ministra de Defensa, Nuria Esparch.
De allí salió la sugerencia de tres candidatos: el recientemente designado Hugo Cornejo; el de un capitán del ejército en retiro, de amplia experiencia y reconocida trayectoria laboral en el MINDEF, CAEN y MININTER; y el de un abogado experto en política y legislación de inteligencia vinculado al ámbito académico.
Con las cartas puestas sobre la mesa por Defensa, el proceso quedó de nuevo en la cancha de la PCM, específicamente en la de uno de sus viceministerios y un grupo de asesores que procedieron a evaluar y entrevistar a los tres candidatos, pero en ese camino apareció una cuarta opción: un Coronel FAP en retiro que ya laboraba, como Cornejo, en la DINI y que es considerado un cuadro muy solvente de inteligencia.
Los sucesos de violencia social acaecidos la última semana de diciembre de 2020 y la celeridad de enfrentarlos demoraron el proceso de selección. En la PCM caminaban con pies de plomo tras el episodio de la intriga de Interior.
Un memorioso analista de inteligencia asevera que el sector parece estar, el 2021, en pleno Deja vú y retroceso al recordar lo efímero de las jefaturas, las guerras y pugnas clandestinas entre grupos y animadversiones personales de los ocho jefes entrantes y salientes de Inteligencia entre el 2001 y el 2006.
Finalmente hasta se dio por hecho en la segunda quincena de enero dejar sin efecto y como no aceptada la renuncia de Illanes, lo que le fue comunicado a él mismo por la secretaria general de la PCM, la ex ministra Paola Bustamante. En realidad, era la salida más racional y pragmática dadas las circunstancias e incluso Illanes llegó a comunicar al personal de la DINi que se quedaba al frente. Pero, en la danza de un paso para adelante y dos para atrás, al final Cornejo fue nombrado como jefe encargado (no como designado, sino con la retención de su actual cargo para cuando se nombre al reemplazo formal). Se trata de un profesional capaz y con experiencia. Si bien hay medios que cuestionan que en su momento se desempeñó como edecán del ex presidente Alberto Fujimori, eso es lo de menos.
El contexto de Cornejo no será fácil pues tendría la oposición de grupos policiales que no estarían de acuerdo con su encargatura y que mantienen la esperanza de lograr presencia e influencia en el organismo rector de la trajinada inteligencia nacional. Vista en perspectiva, la trama revela no solo la poca importancia que tiene la inteligencia en la toma de decisiones en el Estado, sino especialmente el temor y trauma que dejó, a modo de estela, en el país el SIN de los años noventa.