El ex primer ministro Salvador del Solar se le vio reaparecer relajado durante la presentación del Informe Global de Desarrollo Humano 2019 el martes 10, en el Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM).
Mochila a la espalda y con la barba crecida, Del Solar tomó asiento en la primera fila para escuchar la intervención del presidente Martín Vizcarra. Cuando el mandatario se retiró se saludaron con cortesía, pero sin efusividad. Luego Del Solar subió al estrado para intervenir como panelista.
Así como no se desprende de su mochila, Del Solar no suelta prenda sobre sus intenciones. Los trascendidos en su círculo dan cuenta de un período de meditación, dedicado a la escritura y algunas presentaciones en eventos privados. Otras fuentes aseguran que ya está metido con todo en la preparación de su campaña.
Lo concreto es que el 18 de noviembre participó en una conversación con los estudiantes del Centro David Rockefeller de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard, moderada por el politólogo Steven Levitsky. El título de la conversación de Del Solar fue elocuente: Un Congreso disuelto en Perú: causas y consecuencias. Consecuencias que no terminan de desplegarse.

EL CORSÉ DE LA AGENDA
¿Puede sostenerse un gobierno inherentemente débil como el de Vizcarra por 20 meses más? Probablemente esa pregunta se la haga el mandatario todos los días. El Perú no pasa por las explosiones sociales que hoy asolan a varios países de la región. Pero el deterioro de la cosa pública es palpable.
La aparente descomposición del sistema político no cesa. Las noticias sobre los procesos anticorrupción ocupan en buena parte la agenda mediática, pero seguimos en etapas preliminares y no hay juicios a la vista. Ni siquiera acusaciones fiscales. El caso del ex primer ministro César Villanueva golpea fuerte a Palacio, aunque el argumento del otro lado sea que demuestra precisamente la autonomía de poderes.
En ese escenario, el gobierno tiene muy poca capacidad de encauzar la agenda más allá de “combatir frontalmente la corrupción, caiga quien caiga”. La disolución del Congreso planteó una situación límite en términos constitucionales. El nuevo proceso electoral, sin candidatos presidenciales que sirvan de locomotoras, no despierta mayor interés a cinco semanas de su celebración.

Según la mencionada encuesta de Datum, si las elecciones parlamentarias fueran mañana un apabullante 60% votaría blanco/viciado. Un rechazo mayoritario que haría que el 10% de votos emitidos de Acción Popular en Lima se convierta en 24% con la cifra repartidora. Y que Fuerza Popular –sí, el fujimorismo– pase del 8% al 21%.
Antes de la disolución del Congreso, CARETAS advirtió que, de darse esa figura, el escenario sería muy poco prometedor, pues solo se elegirían nuevos parlamentarios para completar el período. Y apenas consumados los hechos, hace dos meses y medio, editorializó que “la propuesta original de Vizcarra fue la de un adelanto general de elecciones. Por el contrario, se ha producido el indeseable escenario advertido desde el inicio por CARETAS: acudir a las urnas para elegir un Congreso que estará en funciones poco más de un año. El Presidente debe explorar la forma de volver a su intención primera de acortar también su mandato”.
La propuesta no ha perdido vigencia. Y según fuentes consultadas, para Vizcarra tampoco. En el pasado el Presidente ha demostrado habilidad política para dar golpes de timón y descolocar a sus adversarios. Pero su margen de acción parece cada día más reducido y cuesta imaginarse que se entregue resignado al declive de su popularidad para marcharse el 28 de julio del 2021 con las encuestas por los suelos.