Cuando se suponía que sería un fin de semana ajeno —anhelo al parecer imposible— a las vicisitudes de nuestra política y con el ojo puesto a lo que viene sucediendo en la invasión de Rusia a Ucrania, un fenómeno nos aguó el descanso para regresarnos, a la mala, a la realidad inmediata, esa que respiramos según el gusto: con esforzada tolerancia o resignación.
En el marco de las investigaciones (Provías, Petroperú y presentación de prueba Covid falsa) que lleva a cabo la Fiscalía, corrió el trascendido de que la lobista Karelim López Arredondo habría incluido al presidente Pedro Castillo en su testimonio, sindicándolo como el cabecilla de una organización criminal que estaría usando el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones para fines nada santos. (Suave).
En este escenario de terror, Castillo no estaría solo, también lo acompañarían ministros y algunos congresistas (cinco, dicen, tres de ellos de la bancada de Acción Popular) apodados “Los niños” porque decían “sí” a todo lo que ordenara Castillo.
Las redes sociales explotaron ante el trascendido. La indignación se apoderó de los dignos, el silencio cobijó una vez más a la intelectualidad de izquierda, algunos periodistas se acordaron de ser periodistas y más de uno recordó que posiblemente Christian Benavente sea de la partida ante Alianza Atlético este domingo en la tarde.
¿Sorprende lo dicho por Karelim López? ¿No era acaso una información que siempre estuvo en el bolo desde que se empezó a saber de ella? Cierto o no, hay un lazo entre la especulación y la certeza. Ese punto es el que se debería desgranar y no andar perdiendo el tiempo en que si hay emboscada política o intereses económicos detrás (si los hay, ¿qué importa a estas alturas del partido (se sabe que la pelota es redonda)?): Castillo conoce a Karelim López.
Claro, la conoce a su manera: la acepta, la niega, no la recuerda o tiene nociones de ella (“Llegué a Palacio y había bulla, había niños, era una fiesta de cumpleaños. Qué sorpresa”).
Al toque, el presidente puso el parche. Siguiendo las recomendaciones de sus asesores, Castillo dijo en Madre de Dios que a Karelim le ofrecieron millones para que lo involucre siendo colaboradora eficaz. A ello, añadió lo de siempre: el victimismo. “Los que perdieron no aceptan que un hombre del pueblo sea gobernante”.
Obvio, presidente, los que perdieron no aceptan que Ud. haya ganado las elecciones pasadas —plagadas de irregularidades y complicidades.
Pero resulta que ese tema no está en el tapete, sino lo que Ud. desvía: ¿qué es Karelim López para Ud.? Así de simple.
Eso es lo que tiene que hacer Pedro Castillo.
Si en verdad quiere limpiar su imagen —el pueblo peruano se ha dado cuenta de su poca capacidad de gestión y este tampoco le guarda el más mínimo respeto—, pues Castillo debería contar cómo conoció (en ese eventual discurso, se supone que deberíamos saber la forma en que se aprovecharon de su inocencia) a esta lobista, quien en su gestión se estaba beneficiando con cientos de millones de soles —tan generosa que también le hizo un fiestón de cumpleaños a la hija del exsecretario presidencial Bruno Pacheco, en Cieneguilla.
Nada más.
Claro, ese testimonio sería útil si es que el presidente peruano no tuviera nada que ver con lo que Karelim declaró a Fiscalía. Si no es así, está la otra salida, la más salomónica para estas duras circunstancias por las que atraviesa el país: la renuncia.