La inminente designación de la expresidenta del Congreso Mirtha Vásquez (46) como nueva presidenta del Consejo de Ministros es una buena noticia.
Cajamarquina, licenciada en derecho en la Universidad Nacional de ese departamento, obtuvo luego una maestría en Gerencia Social en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Docente en su alma máter, fue abogada y secretaria ejecutiva de la ONG ambientalista Grufides. Fue abogada de la Asociación Pro Derechos Humanos (APRODEH) y parte del Consejo Directivo de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Antes de llegar al Congreso con el Frente Amplio se hizo conocida por ser la abogada de Máxima Acuña, la comunera que se enfrentó a minera Buenaventura.
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Es decir, Vásquez es una profesional de provincia, ambientalista y de izquierda. Ello no quiere decir que sea de alguna manera comparable al confrontador premier saliente, Guido Bellido. Cultor, como él mismo ha recalcado cada vez que su Twitter lo ha permitido, de una ideología que fusiona un comunismo de viejo cuño con la importación contemporánea de las variantes del ALBA y la plurinacionalidad de Evo Morales, el Puka terminó por la autoeyección al hacer imposible una ruta de gobernabilidad.
Vásquez llegó a la presidencia del Congreso cuando reemplazó a Francisco Sagasti, que pasó a ocupar la Presidencia de la República tras la renuncia de Manuel Merino, que duró menos de una semana en el cargo tras ser rechazado por masas de manifestantes en las calles.
Vásquez estaba en el pequeño grupo de quienes no votaron por la vacancia de Martín Vizcarra —aunque luego se preció de impulsar su inhabilitación— y ello la puso al frente de la mesa directiva, donde enfrentó cuatro pedidos de censura, dos que incluían a Sagasti. El objetivo final, como me lo confirmó en una entrevista el 20 de julio, era censurar al presidente del gobierno de transición para reponer a Merino.
“No se asumía una responsabilidad respecto a cómo había llegado Merino a la presidencia”, criticó sobre sus colegas. “Se insistió en invisibilizar todos los estragos que causó la designación de Merino, incluso la muerte de jóvenes”.
Vásquez señaló al entonces congresista Ricardo Burga, hoy muy cercano a la presidenta del Parlamento María del Carmen Alva, de haberla “acosado políticamente”. Así que ojo con la influencia que puedan hoy retener en el Parlamento los justificadores de la brevísima Presidencia de Merino.
Lo interesante es que, en ese mar picado, Vásquez se dedicó, según sus propias palabras, a encontrar “mínimos consensos para asumir una agenda que sea la prioritaria de cara al país”.
A la hora de pedirle un balance de normas aprobadas, destacó las de apoyo a seguridad alimentaria y ollas comunes, la que permitió contratación adicional de personal médico, la ley “precursora” de vivienda social “para transformar el acceso a vivienda digna” y la que permite el uso del cannabis medicinal.
En términos de reforma política señaló la eliminación de la inmunidad parlamentaria, la de financiamiento de partidos, la del acoso político y el empoderamiento mujeres rurales. También los casos de lucha contra la corrupción que se pudieron sacar adelante, como la inhabilitación de Édgar Alarcón.
En ese momento, pocos días antes que Castillo asuma la Presidencia de la República, era voceaba como posible primera ministra. Ella advertía que “el presidente enfrenta un reto muy grande. Entra en uno de los peores momentos del país, con crisis que confluyen. Es fundamental tener en cuenta la crisis política. Hay muchos ánimos polarizados, pero hay que hacer un esfuerzo para convocar un Gabinete que aminore las confrontaciones e incluya no solo los sectores tradicionales sino también a los sectores invisibilizados”.
La relación completa de cambios se conocerá en las próximas horas, pero el estilo conciliador y a la vez firme de esta mujer que no se dejó pisar el poncho augura una brisa de aire fresco en una atmósfera que se había vuelto sofocante.