A las 5 y 30 de la mañana de este miércoles 12 de enero, falleció el político Luis Castañeda Lossio (Chiclayo, 1945), quien llegó a ser alcalde de Lima en tres ocasiones (2002, 2006 y 2014) y candidato a la Presidencia de la República en dos oportunidades (2000 y 2011). Su deceso, a causa de un paro cardíaco, se dio en el hospital Rebagliati.
Para quienes recuerdan la trayectoria de Castañeda, no deja de ser curioso que Castañeda haya fallecido en este hospital. Si bien sus inicios políticos se dieron como regidor de la Municipalidad de Lima en 1980 por Acción Popular, empezó a hacerse conocido por el gran público cuando estuvo en el cargo de director ejecutivo del Instituto Peruano de Seguridad Social (IPSS; hoy EsSalud) entre 1990 y 1996. Es precisamente en este arco temporal en el que Castañeda empezó a ser percibido como un líder político a tener en cuenta.
En aquellos años, el gobierno de Alberto Fujimori venía cumpliendo el objetivo de privatizar la mayor cantidad posible de entidades estatales, siendo una de estas el IPSS, propósito que no llegó a concretar del todo, porque el sector Salud se salvó de la privatización y en gran medida por la participación/campaña de Castañeda, cuya postura contraria a la voluntad gubernamental desplegaba en medios escritos, radiales y televisivos, la mayoría de las veces desde el hospital Rebagliati. Por ello, cuando Castañeda deja el IPSS, lo hizo en aroma a reconocimiento (oficial y popular) a su gestión.
Ya inscrito en el imaginario popular, Castañeda decide forjar una carrera política y funda en 1998 el Partido Solidaridad Nacional, con el que postula a las elecciones generales del año 2000, obteniendo el 1.8 % de apuesta electoral. Lo que fue una anunciada derrota, le sirvió para saber con qué cifra de votantes partiría hacia su siguiente objetivo inmediato, uno que ya conocía desde sus épocas de regidor: la Municipalidad de Lima.

En 2002, Castañeda enfrentó en la segunda vuelta de las elecciones municipales al entonces alcalde de Lima Alberto Andrade Carmona, quien esperaba continuar una tercera gestión edil. Aquella campaña, señalan los recortes y reportajes de época, estuvo pautada por un desatado ánimo beligerante, según se denunciaban los contendores. “Castañeda hace guerra sucia”, decía el candidato de Somos Perú; por su parte, el del Partido Solidaridad Nacional señalaba que Andrade “es más sucio que Fujimori”. Tras un intenso debate llevado en Manchay el 9 de noviembre de ese año, la balanza se manifestó a favor del exdirector del IPSS.
De esta gestión, habría que subrayar los inicios de los trabajos en la Vía Expresa y la Avenida Túpac Amaru, dos de los principales sectores por los que transita El Metropolitano —obra que fue cuestionada por sus sobrecostos y demoras, inaugurando su servicio recién en octubre de 2010—. Pero en esta gestión está el que quizá sea uno de los legados mayores de Castañeda: la creación del Hospital de la Solidaridad, modelo de servicio de salud que tuvo eco en la población y del que el político sacó provecho nominal (no era para nada gratuita la inclusión de la palabra “solidaridad”, de evidente relación con las señas de su partido político).

No extraña entonces que los programas y proyectos ediles de Castañeda hayan contado con la aprobación ciudadana, siendo este el motivo que lo llevó a romperla en las elecciones municipales de 2006 con 47.83 % de confianza del electorado limeño, con una ventaja de 30 puntos porcentuales sobre su más cercano competidor, Humberto Lay de Restauración Nacional. Pero a la par de este nuevo triunfo político, comenzaba a brotar desde finales de su primera gestión (2005) inquietantes acusaciones en el marco del caso Comunicore.
Entre las obras visibles y de impacto ciudadano en este segundo periodo edil, consignemos la inauguración del Circuito Mágico del Agua en julio de 2007, pero principalmente esta etapa estuvo marcada por la recurrencia de las acusaciones del caso Comunicore. Castañeda, en el tramo final de su gestión, decidió postular a la Presidencia de la República, cuyas elecciones se realizaron en 2011, obteniendo un 8.624 % de apoyo ciudadano.


En los años siguientes, la vida política de Castañeda comenzó a atravesar su momento más complicado. A los reportajes sobre Comunicore, entró al ruedo el caso OAS —vinculado a la galaxia Lava Jato—, que hasta ese momento había estado pasando piola pero cuyas raíces provenían del año 2009, cuando se firma la concesión de la Línea Amarilla.
A cuenta de estos señalamientos, no pocos dieron por concluida la trayectoria política de Castañeda.
Pero…
Volvió a postular a la alcaldía limeña en 2014 y obtuvo el 50.7 % de apoyo, repitiendo el menú de las elecciones municipales de 2006: con más de 30 % de ventaja sobre el segundo candidato. ¿A qué se debió esta remontada política/existencial? ¿Tan mala fue la gestión de Susana Villarán que la ciudadanía se pasó sin dudar a una rama radical de derecha y con el pasado aún caliente de Comunicore?

Es cierto que Castañeda deja más sombras que certezas de inocencia sobre los casos referidos. Por los mismos fue puesto en prisión preventiva (24 meses) el 14 de febrero de 2020 y cambiado a prisión domiciliaria poco más de dos semanas después. Sus últimos días los pasó con una embestida de enfermedades crónicas. Pero también es cierto que, a pesar de los serios cuestionamientos, hay un segmento de la población limeña que se identifica (incluso quienes lo consideran un corrupto) con algunas de sus obras o lo que ellas sigan siendo con el nombre cambiado o lo que fueron alguna vez, pero que ahí están, de alguna manera, en medio del horror de la crisis económica y sanitaria.

A saber, la cantidad de jóvenes que se reúnen en la alameda 28 de Julio, que han encontrado en ese espacio el punto de encuentro para sus expresiones artísticas, una muestra vital que siempre le hará bien a esta ciudad. Seguramente, la mayoría sabe que esa alameda está con el roche del By-pass de 28 de Julio y sabe también que ese roche se dio bajo la gestión de Castañeda, pero ahí está la obra (una de varias), el hilo emocional que tarde o temprano narcotiza al elector para definirse (involuntariamente) como un elector emocional una vez más. No hay que subestimar el factor emocional del electorado peruano, pruebas inmediatas a disposición y para todas las tendencias ideológicas.
Quienes lloran a Castañeda, están en su derecho de hacerlo.