El trillado discurso que sostienen los socialistas, comunistas y la izquierda en general, siempre es y será que hay un pueblo oprimido por las grandes empresas abusivas, que ganan sus fortunas a costa del sacrificio del pueblo, que trabajan muchas horas sin beneficios, que lo hacen en condiciones infrahumanas, deteriorando el medioambiente, que sus fortunas luego son llevadas al extranjero y no reinvertidas en suelo peruano y que no pagan los suficientes impuestos para generar mayores obras para el pueblo. También su ideología propende a que el Estado deba tener mayor número de empresas estatales para que se brinden mejores servicios al menor costo y así poder generar los mismos derechos para todos los individuos, y añaden que el mercado es una fórmula fallida, por eso hay que intervenir en él.
Para el caso peruano, indican que los políticos de derecha han regalado y concesionado los servicios públicos a precio subvaluado y que hay monopolios y oligopolios que son los grandes abusivos de siempre. También le dicen al pueblo y a los pobres que este modelo es el que ha impregnado en nuestra sociedad por décadas, por culpa de algunos partidos políticos de la derecha, entonces todas sus desgracias unidas vinculadas al atraso y pobreza es por culpa de los políticos y la Constitución fujimorista.
Sabido es por la historia económica, que todos los países que han seguido las fórmulas de tales ideologías han fracasado, salvo, sostienen algunos que la ideología del socialismo democrático a la uruguaya o como la de varios países europeos, que experimentan crecimiento y mayor desarrollo social; más bien, son economías capitalistas con regulaciones, con una institucionalidad más sólida, moderna gestión pública, líderes políticos más honestos, pero con una gran dosis de libertades individuales que en muchos casos raya con los absurdos e ideologías que contraponen los valores tradicionales como: familia, religión y patriotismo. Este es el modelo que hoy aspira la izquierda democrática o como se le conocen: caviares progresistas, que tienen como meta el logro de los objetivos de desarrollo sostenible y, por tanto, debemos aspirar a ser un país OCDE, aspectos que también coinciden con la derecha progresista.
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Ello conlleva que, por estos matices, existan diversas opciones de izquierda y de derecha, desde los más extremos, hasta los moderados o los que tienden a estar más en el centro y políticamente, resultan los “correctos” para no caer según estos en los radicalismos; pero resultan ser los que han promovido el anticomunismo y antifujimorismo; lo que hace difícil luego gobernar por la guerra constante de los antis. Por ello, resulta complejo agrupar a los partidos de derecha, así como los de izquierda, como dos grandes bloques porque en ellos también existen matices y desconfianzas propios de los partidos políticos que se crean o los más tradicionales ya formados, que no atraen a los ciudadanos por no haberse modernizado y mantienen a sus caudillos de siempre.
No olvidemos que hay variables que pueden unir o desunir en este variopinto escenario de opciones políticas, por ejemplo, los grupos conservadores que proponen la unidad familiar, la fe, la defensa de las tradiciones y cultura patriótica, aspectos que han sido debilitados por un modelo de sociedad antivalores; mientras que hay otro grupo que propone el desarrollo de las individualidades con nuevos conceptos de familia, valores que no se vinculan con religión ni fe, sino más bien con las aspiraciones del individuo; parte de este grupo, se sienten desapegadas con la maternidad, así como la libertad al aborto, pero tan apegados con el árbol o la mascota, con el absurdo de casi humanizarlos y suelen burlarse de las religiones o valores de una sociedad hipócrita y así han creado su propio sentido de espiritualidad. En campañas, estos suelen7 ser los temas de discusión, de burlas y posturas ideológicas irreconciliables.
Descrito así el panorama y sumándole que somos un país megadiverso, con sus lenguas, cultura, historia, potencialidades; sin embargo, ello no nos ha unido sino más bien tenemos pueblos y provincias que se enfrentan a diario; falsos líderes que no integran sino lucran y ven al Estado como la oportunidad de hacer negocios, culpando al Gobierno central de no poder cerrar brechas sociales; ofrecen obras que previamente han entrado en contubernio con los contratistas para su coima, organizaciones sociales acriolladas que fungen hablar en nombre de sus pueblos, mientras van sacando su tajada con las empresas a las que extorsionan, chantajeando y paralizando carreteras o quemando los activos de las empresas.
Es muy difícil gobernar en un país tan fraccionado como el nuestro, donde nuestra bendita naturaleza proveedora de tantos recursos nos separan y no nos permite aprovechar ni distribuir sabiamente la riqueza; aunado a ello, hay un rechazo sobre nuestra clase política, su tecnocracia, sus líderes sociales, estamos llegando casi a la crisis total no vista desde hace mucho tiempo, con una situación adicional y desgarradora de etapa pospandemia con cientos de miles de familias enlutadas; con aquellos ingredientes quedamos advertidos que requeríamos de un sabio, maduro y carismático liderazgo para gobernar y unir a los peruanos.
Sin embargo, como es costumbre, los políticos prometen más de la cuenta sin conocer el verdadero diagnóstico del estado de las cosas, salvo los planes de gobierno donde el papel aguanta todo, y particularmente para el profesor humilde y campechano, cuyos discursos ponían el énfasis en acabar con monopolios empresariales, con el oligopolio de los medios de comunicación y la adicción por la publicidad estatal, la corrupción institucional. Indignados vociferaban que se estaba matando a nuestro país, por tanto era imperativo un nuevo estado al servicio de los más pobres.
En el MTC se exponía por plazas más obras para el pueblo, más acercamiento de los alcaldes con sus congresistas a los ministerios, hasta allí parecía un gobierno con sensibilidad social, pero se ocuparon en corto tiempo de colocar a personas sin experiencia sectorial, sin conocimiento de los procesos administrativos del estado y peor aún, con serios problemas delictivos varios de ellos. Los congresistas apostaban por el profesor, pues endulzaban a los “Niños” con obras para sus pueblos y hoy sabemos que una parte era para los negocios y que estaban direccionados tal como se está evidenciando, fruto de las investigaciones en Fiscalía y en los medios periodísticos.
Debo decir como testigo presencial que la forma con la que se pretendía acabar con los monopolios u oligopolios, era de una manera interesada y antojadiza políticamente, pues se solicitaba revisar las autorizaciones de las empresas de las personas incómodas como la empresa concesionada de servicio ferroviario PerúRail de López Aliaga. Había una insistencia por buscarle la forma de quitarle los permisos de concesión. Recuerdo una sesión de Consejo de ministros de manera virtual el 26 de enero de este año, en el que Dina Boluarte y Aníbal Torres de manera incisiva sostenían que el caso debía revisarse a pesar de ya estar judicializado. Asimismo, en mi corto periodo de encargo en el despacho de comunicaciones se pretendía buscar la forma de perjudicar a Willax en el tema de autorizaciones. Como hasta ahora he podido demostrar, nunca permití en mi calidad de viceministra que se gestionara de manera visceral, sino con la razón, el derecho y la transparencia; pues el Estado y la gestión pública no son una chacra que se maneja por antojos ni intereses particulares.
Esto me recuerda lo que hace unos días. Los ronderos y base social que han asistido a Palacio de Gobierno convocados por el profesor ante su inminente situación crítica en lo jurídico y político, gritaban: “Que se vayan los López Aliaga, los Willax…queremos una Asamblea Constituyente para una nueva Constitución”, como si el problema se centrara en el modelo y no la gestión y especialmente en la catadura moral de los gobernantes y los vendedores de ilusiones que no son otra cosa que una gavilla de ladronzuelos que han asaltado el poder y han dividido más a los peruanos.