“Los empresarios nos hemos dormido”, reconoció Óscar Rivera, arequipeño octogenario que ha participado en las sesenta ediciones de CADE y que en la inauguración de este año fue reconocido con el premio Rocoto de Oro. El trío characato en la sesión del martes 8 lo completaron Gonzalo Galdos, presidente de IPAE, y Felipe Valencia-Dongo, que a sus 34 años preside la conferencia empresarial de este 2022.
Rivera está en capacidad no solo de admitir que la crisis de liderazgo también se extiende entre los suyos, sino por ejemplo que en los últimos años dejaron pasar “una ley estúpida, zonza”, como la de la descentralización.
Sus duras palabras llamaron la atención sobre la debilidad de voces empresariales en el debate nacional. No solo ya no tienen una verdadera presencia en el Parlamento, sino que los propios gremios que antes eran presididos por pesos pesados hoy son encabezados por consultores y relacionistas públicos. También tercerizaron su liderazgo.
Galdos destacó que este retorno a la presencialidad en Paracas en medio de una profunda crisis presenta “la oportunidad de recuperar el orgullo por hacer empresa” y Valencia-Dongo repitió la necesidad de “urgencia, unidad y acción” por parte del sector privado.
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Otra mesa en la que participaron Elena Conterno, Drago Kisic y el presidente de CADE Universitario Joswilb Vega, gerente de análisis de inversión de Profuturo, profundizó la sensación de pasmo y desconcierto frente al presente. Kisic planteó la necesidad de retomar la visión de futuro en una sociedad con pocos vínculos. Esto derivó en la urgencia de potenciar el evento de universitarios con la participación de entidades como el Ceplan y el Acuerdo Nacional. Casi como diciendo que las generaciones actuales ya fueron en esa tarea. Que a los nuevos les tocará, una vez más, intentar la construcción de un proyecto nación hasta hoy elusivo, como lo destacó Carmen McEvoy. Para la historiadora la política actual pasa por sus últimos estertores y la implosión es inevitable. Unas pocas instituciones defienden la democracia en un particular check and balance peruano y este paro cardiaco nacional, dice, solo es contenido por esas venas alternativas que alcanzan a bombear sangre.
Juan Fernando Correa, presidente de Falabella Perú aterrizó con pragmatismo la actualidad de la visión en perspectiva de McEvoy. Un Estado percibido como incapaz que agrava la sensación de abandono entre la sociedad. Una empresa privada entendida como egoísta entre la ciudadanía. Correa reclama que la empresa no puede seguir impávida con la disfunción del Estado y propone multiplicar las obras por impuestos, colaborar en la lucha contra la inseguridad y terminar con la anemia infantil. Cita ejemplos concretos aunque todavía tentativos, como experiencias impulsadas actualmente en Arequipa. Por su parte, la exministra Nuria Sparch defiende la función pública y le ruega, le implora a los buenos servidores civiles que no tiren la toalla en medio de un gobierno que es nada y de una meritocracia trunca. Hay que jugarse el largo plazo, apuesta.
A Moisés Naím no se le entendió mucho desde su casa en Estados Unidos, lo que refuerza el valor de regresar a lo presencial. El impasse empuja a más asistentes al patio de módulos fuera de la sesión plenaria. Con la espléndida bahía a la vista, la comidilla no suelta la tragedia de un gobierno que desmantela el aparato estatal cada día que pasa, cada vez más.