En la última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), la gran sorpresa fue el repunte del candidato Rafael López Aliaga. Diversos analistas consideran que el líder de Renovación Popular podría convertirse en la carta de la ultraderecha en el tramo final de la campaña electoral. Al respecto, CARETAS conversó con el internacionalista Farid Kahhat, quien, precisamente, presentó hace dos años su libro El eterno retorno. La derecha radical en el mundo contemporáneo, donde brinda un análisis sobre esta corriente que volvió a la palestra con el expresidente estadounidense Donald Trump en 2016 y continúo con otros prospectos como el brasileño Jair Bolsonaro.
-En 2019 me dijo que había una alta probabilidad de que un populista de derecha esté en la segunda vuelta. ¿Usted reafirma esa postura?
– Claramente no la descarté. Veamos qué cosas pueden ayudar a un populista de derecha. Frente a los defensores ultranza del modelo económico, un populista de derecha estaría dispuesto a presentar políticas intervencionistas y redistributivas. Y eso, a juzgar por el último libro de Alfredo Torres, tiene un amplio respaldo en el Perú. O sea, en el rango que va entre economía de mercado y economía estatal, los peruanos se ubican en un punto medio. Quieren un Estado que intervenga en la economía y que redistribuya ingresos. Esto lo hace un populista y no un defensor a ultranza del modelo. Eso lo hace López Aliaga cuando habla de controlar o, de algún modo, regular los intereses bancarios. Ese era el primer eje: más economía, más mercado.
El segundo eje era democracia versus autoritarismo. Hay una proporción significativa de peruanos, según Torres, que o bien prefieren un régimen autoritario o, en su defecto, no tendrían problemas con un régimen autoritario si es que resuelve problemas que la democracia, parece, no resolver. Y, digamos, si algo caracteriza a la derecha radical son figuras autoritarias como López Aliaga, quien pretende imponer su visión de la moral al conjunto del país a través de la ley. Y el tercer eje en el libro es sobre el conservadurismo en temas éticos, lo cual es fundamental para la derecha populista. Derecho al aborto, matrimonio igualitario, derechos LGTBI y enfoque de género. Claramente, López Aliaga está en el lado conservador y, particularmente, en esos temas la mayoría de peruanos tiende a posicionarse como conservadora.
-En su libro menciona que uno de los factores del auge de la derecha radical populista se da en periodos de crisis. En el Perú estamos viviendo una económica por la pandemia. ¿Sería un factor que contribuyó al ascenso de López Aliaga en las encuestas?
– Sí, a ver. Primero estamos ante la mayor pandemia en más de un siglo. Esto no es nada habitual. Probablemente no queda gente viva que recuerde la anterior pandemia. Porque la gente que tenga más de cien años, era muy pequeña cuando ocurrió. Nadie recuerda eso, salvo por los libros de historia. Y eso, en sí mismo, genera ansiedad. Y respuestas simplistas y fáciles como culpar a los extranjeros o algún agente disociador, en particular, como la izquierda o Soros, son los que tienen mayor audiencia en contextos como este. La gente teme por el futuro y está bajo estrés crónico, ¿no? Prefieren admitir que hay una gran causa o conspiración detrás. La economía es un factor entre otros. No siempre es el principal, pero suele ser un factor.

Estamos ante la peor recesión desde la Gran Depresión. Es decir, la peor crisis económica en más de un siglo. Y a eso habría que sumar a las redes sociales, probablemente, que contribuyen a generar cámaras de eco donde solo interactúas con gente que piensa como tú. Por ejemplo, una de las cosas que me parece terrible es la que dice: “Si piensas votar por tal candidato, entonces bórrame de tus contactos”. O sea, la idea de que solo debes tener contactos que piensen como tú en redes sociales. Eso me parece peligrosísimo.
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-Justamente hablando de las redes sociales -mencionadas dentro del capítulo medios, psicología y derecha radical de su libro-, allí se han acentuado los discursos de odio. Homofobia, racismo y lo último con el caso de Ana Estrada, quien recibió un condenable comentario de López Aliaga. ¿Qué tanto le puede aportar como componente político?
– Bueno, ahí me acuerdo del caso del profesor universitario que insultaba en redes sociales a Rosa María Palacios. Creo que se llama Milko Lukacs. Y, claro, parecía argüir en su defensa que en las redes sociales valía todo. Pero eso no necesariamente se repite en el discurso público. El tema es que, según algunos autores, se produce lo que se llama licencia social. Cuando un candidato prominente, para no hablar de un gobernante en ejercicio como el caso de Trump, dice públicamente este tipo de cosas que antes se solía hacer en privado o a lo sumo en redes sociales, sugiere que si él (López Aliaga) puede decirlo, ya es licito para ti decirlo en público, ¿no?
Ese es uno de los efectos que desea tener López Aliaga. En el tema de Ana Estrada, lo que dijo no solo es indignante por su propio contenido, también lo es porque no entendió nada. Cuando te hablo de la eutanasia, estamos ante gente que no puede tomar por sí misma la decisión de poner fin a su propia vida. Ella está paralizada. Entonces, lo que dijo de que (Estrada) suba a un techo y salte, no lo puede hacer. No entendió el concepto básico de lo que es la eutanasia. Y lo segundo es cuando crítica que el Estado se inmiscuye, cuando ya lo hizo por la ley. En el Perú se prohibía la eutanasia hasta estos dos últimos fallos.

-La sociedad peruana es mayoritariamente conservadora. ¿Qué papel juega el movimiento evangélico -mencionado como una variable relacionada a la derecha radical populista- con candidaturas como las de López Aliaga?
– Los movimientos evangélicos tienen una actitud muy pragmática frente a estos temas. Por un lado, están desplazando en sectores de la población a la Iglesia católica. En ese sentido, hay una competencia entre católicos y evangélicos por los feligreses. Y por el otro lado, sabiendo que aún son una minoría, buscan ampliar sus alianzas en temas de interés común. Por ejemplo, en lugar de decir que su campaña es religiosa o Con Mis Hijos No te Metas, lo estás planteando en términos populares. Lo que no estás haciendo es reivindicar necesariamente una visión religiosa en temas de educación, sino diría -incluso- una visión libertaria. Incluso libertario, digamos, sin religión.
Los conservadores religiosos podrían estar de acuerdo con López Aliaga en el sentido de que la prioridad de los contenidos de educación deben decidirlo los padres y no el Estado. Podría atraer a conservadores de otras religiones. Católicos, judíos o musulmanes. Entonces, hay elementos para forjar alianzas. Ahora, este año no hay un candidato propiamente evangélico como sí lo hubo con el pastor Lay en 2006. Es un voto monolítico. Cuando se calculaba que los evangélicos eran el 12 %, el pastor Lay no llegó ni al 5%. Presumo que los evangélicos conservadores, dada la oferta electoral, verían con simpatía candidaturas como la de Keiko o López Aliaga. Tal vez la ventaja que tenga Fujimori es que no está tan vinculada a la Iglesia católica.
-En la última encuesta del IEP, López Aliaga se impone en Lima. En los sectores A y B tiene un respaldo mayoritario. ¿Es el candidato de las élites?
– Bueno, no es el candidato de las élites en el sentido de que no tiene una mayoría de las mismas. Pero es el candidato con más apoyo entre las élites. Al igual que el resto del electorado, la clase alta limeña no es monolítica. Pero, en todo caso, es el candidato con más apoyo dentro de ese grupo. Hay una cosa paradójica porque Aldo Mariátegui habló, en algún momento, del ‘electarado’. En lugar de entender cómo vota la gente, asumes que si no vota como tú crees conveniente son brutos. En el caso de López Aliaga se da lo que ocurrió con Bolsonaro en Brasil, pero no con Trump en Estados Unidos, en el sentido que sectores con alto nivel educativo y de ingresos -en teoría de Mariátegui es gente que debería emitir un voto ilustrado- cuando están en situaciones de tensión, verdaderas o ficticias, tienden a votar de forma emotiva como cualquier estrato social.
Claramente no es un tema de educación. El voto educado no era Bolsonaro en Brasil y ni es a alguien como López Aliaga, quien miente descaradamente para polarizar. Por ejemplo, cuando dice que hay una cartilla de estudios para homosexualizar a niños de cuatro años, esto es totalmente falso. Entonces, votan por un personaje que tiene posiciones ultramontanas y miente sistemáticamente. ¿En qué se diferencia eso de los populistas de izquierda?

-El voto de la derecha está fragmentado. Keiko Fujimori se encuentra estancada y Hernando de Soto no alza vuelo. ¿Le ve posibilidades a López Aliaga?
– No es un tema de mi competencia, pero lo que me da la impresión es que mucha gente cree que López Aliaga y Keiko son candidaturas equivalentes y puede haber un trasvase de votos. Que pase del uno al otro. Yo no lo veo tan sencillo porque los votantes, pese a las coincidencias ideológicas, tienen perfiles muy distintos. Acabamos de decir que López Aliaga tiene una intención de voto de gente con alto nivel de educación formal.
En tanto, Keiko lo tiene entre la gente con bajo nivel de educación formal. López Aliaga tiene mayor respaldo entre los hombres. Un 60 % viene de allí. Mientras que Keiko cuenta con mayor llegada a las mujeres de, sobre todo, sectores populares. López Aliaga está posicionado en el Ay B. Fujimori tiene un solido bastión en D y E. Entonces, eso me hace dudar que sea tan fácil el trasvase de votos. Es posible que Keiko y López Aliaga se neutralicen mutuamente para que uno no crezca a expensas del otro.
– ¿Tiene con qué para quitarle votos a George Forsyth, Daniel Urresti y Hernando de Soto?
– Sí, en el sentido de que, por ejemplo, cuál es la gran carta de presentación de Urresti. Igual que Keiko, apela al discurso de la mano dura. Ha sido militar y exministro del Interior, entonces dice que sabe manejar a la delincuencia. Sin embargo, es una persona acusada de homicidio a un periodista que ejercía su función profesional. Las candidaturas de derecha compiten por un voto que sea favorable a la mano dura. No solo en el tema delincuencial. En ese sentido, compiten por el electorado. Urresti es antifujimorista en algunos temas, pero tiene en común la mano dura con López Aliaga y el fujimorismo.
-Usted mencionaba en su libro que los partidos tradicionales europeos apelaron a tres estrategias contra la derecha populista radical. ¿Cuáles son?
–Bueno, no sé qué tan aplicable sean. Una era ignorarlos. Claramente esto tienen limitaciones. Digamos, si no crees en las encuestas, ignorarlos puede ser una táctica verosímil. No darles audiencia, ¿no? En primer lugar, López Aliaga ya empezó a subir en las encuestas. En segundo lugar, eso de ignorarlo debería ser algo que hagan todos que deseen evitar candidaturas extremistas por igual. Por ejemplo, vemos que hay canales como Willax donde le dan una gran audiencia. Entonces, creo, que esa vía no funciona. La segunda es imitar a la derecha para evitar perder votos a manos de gente como él.

Pero, curiosamente, Keiko Fujimori, su primera reacción ante el crecimiento de López Aliaga, dijo que su candidatura es de centroderecha y la de López Aliaga es un extremista. Busca correrse al centro. Eso pasó con el Brexit. El Partido Conservador, para no perder votos frente a los que apostaban por la permanencia en el Reino Unido, se volvió en el partido del Brexit. La tercera era tratar de entender que hay razones emocionales tras ese voto hacia la derecha populista radical. No solo se debe apelar a la razón del votante, sino a sus emociones. López Aliaga no dice la verdad. Difícilmente se puede creer que la gente que apoyaba a Trump, por lo menos un sector del mismo, no supiera que decía cosas falsas. Votaron, a pesar de eso, por él y no a causa de ello.