Es cierto que existe una legítima protesta que se relaciona a demandas históricas no resueltas, y que corresponde hacerlas a ese Estado que cobra impuestos pero no ejecuta el presupuesto y hace la obra. No obstante de lo anterior, existe también un juego perverso y de muy corto plazo por parte de algún sector de la izquierda dentro y fuera del Parlamento, sobre todo de la bancada de Perú Libre. Me explico.
Para el suscrito, eso que se llama “pueblo” reclama por insertarse aún más en la promesa de la modernidad liberal que ofrecía un estado pequeño pero eficiente. No es exclusión, ojo. El mundo rural y campesino —que ha sido protagonista en las protestas— pide que el Estado haga realidad las postas médicas, mejore la educación y la salud y un largo etcétera.
Pero las bancadas de la izquierda en el Congreso —comandadas por Perú Libre— insiste en hacernos creer que “el pueblo” exige la Asamblea Constituyente y una nueva carta magna a pesar que la realidad dice otra cosa.
¿Por qué separar la paja del trigo, como se dice, es importante aquí? Porque las protestas por reivindicaciones concretas son sideralmente diferentes a la agenda ideológica que pretende imponernos las bancadas de izquierda sobre todo Perú Libre y en general las vanguardias comunistas. Allí está el juego y la maña.
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Cuando la izquierda no dice que el “pueblo” exige Asamblea Constituyente y una nueva carta magna a toda costa es llegar a la conclusión también que la renuncia de la presidenta Dina Boluarte no solucionará el caos, la violencia; y que la estrategia insurreccional rebase todos los límites y rompa de manera total el Estado de derecho (que es lo único que ahora nos protege).
Quizá en ese momento, es altamente probable el enfrentamiento entre aquellas minorías violentistas de izquierda —las vanguardias comunistas— y ese mundo popular de los emprendedores del capitalismo plebeyo que solo quieren trabajar en medio de la crisis social y económica.
Es casi un hecho que en esa estrategia del juego corto, Perú Libre —y la izquierda parlamentaria en pleno— se opongan a votar en segunda instancia por las elecciones anticipadas. Un chantaje sin ninguna duda.
Pero hay un detalle, como diría Cantinflas. Si la izquierda en el Congreso y fuera de él insiste en la Asamblea Constituyente —como requisito para votar a favor de adelantar elecciones—, ese Perú de mercados populares que está ahogado por la violencia y golpeado por la crisis económica reaccionará con tanta fuerza que habrían imágenes de una guerra civil en menor escala. Miren sino a la población en Ica, que en alianza con la Policía Nacional ha despejado vías y ha derrotado a los violentistas y extremistas. La gesta de Ica se reproducirá inevitablemente en otras regiones del país.
Aunque ella probablemente no lo crea, la presidenta Dina Boluarte está ahora en una situación absolutamente cómoda. ¿Cómo así? Si ella —es decir, Dina Boluarte— sabe utilizar bien la comunicación política podría arrinconar a las izquierdas y en general a todo el Congreso desprestigiado (mucho más que ella) presentándolos como los “chantajistas” que exigen incluir un referéndum de la Asamblea Constituyente cuando el balón de gas en Madre de Dios cuesta por encima de los S/200. Todo depende de ella y la estrategia que quiera desarrollar, entonces.
Quizá la izquierda de todos los colores y pelajes se haya equivocado en el diagnóstico del “momento revolucionario” y sobre todo se hayan dejado llevar por las anteojeras ideológicas insistiendo que “el pueblo” reclama una Asamblea Constituyente. De semejante yerro, Dina aún puede ganar mucho más.