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Manuel Merino, el actual presidente de la República, debe ser en estos momentos una de las personas más repudiadas del país. La impresión se transforma en certeza tras los ecos que viene generando su arribo al poder después de la destitución de Martín Vizcarra por “incapacidad moral permanente”.
CARETAS y otros medios han registrado y comprobado cada una de los pasos tomados por Merino y sus socios para conseguir el poder mayor de la República. Lo vimos el pasado 10 de setiembre, durante el primer intento de vacancia, cuando Merino, siendo presidente del Congreso, por lo bajo y demostrando sinuosidad ética (que a pocos sorprendió, dicho sea), llamó a las más altas autoridades militares del país para sondear la posición de los mismos en cuanto a una posible vacancia del cuestionado expresidente Vizcarra.
Puesto en evidencia, Merino negó la obviedad de su propósito y afinó más su logística con su socio mayor Edgar Alarcón, joyita congresal con serias acusaciones de corrupción en el aparato estatal, su protegido político al que blindó con un presupuestado silencio cada vez que se le hacía llegar la pregunta de por qué no abordaba su situación con el mismo rigor con el que apoyaba la vacancia contra un Vizcarra cada vez más disminuido políticamente.

La misión de Merino en el Congreso estuvo concentrada en preparar un escenario para dos actos una vez conseguida la presidencia: indultar a Antauro Humala para que pueda postular en las próximas elecciones generales y, con la garantía política de jefe de Estado, dejar que los congresistas ligados a los suculentos intereses económicos de las universidades bamba dinamiten los avances conseguidos en favor de la Reforma Universitaria. Dicho y hecho: ya el dueño de Unión Por el Perú al que pertenece Alarcón, José Vega Antonio, ha declarado que la liberación de Humala está en curso, además, lo primero que hizo el Congreso en la era Merino, bajo la capitanía de Luis Valdez (de Alianza Para el Progreso de César Acuña, cuyo partido tiene una fijación especial en la Reforma Universitaria), fue anunciar la discusión de la creación de más universidades bamba.
Merino ha manifestado en más de una ocasión que no sintoniza con la corrupción. Sin embargo, sus acciones han demostrado que su lucha contra este lastre exhibe una parcialidad incuestionable que se fundamenta en dos potenciales especulaciones: o no se ha dado cuenta de la incoherencia entre su discurso y sus acciones, o es que es tan corrupto que ha arribado a un estado de no-tiempo y no-lugar.
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La marcha del jueves 12 proyectó las convicciones de todos sus participantes. Una de ellas relacionada con el ánimo de la protesta, que en ningún aspecto es un apoyo a Vizcarra, sino a una forma de hacer política de la que la población ya se cansó. Para muchos peruanos, Merino era un don nadie que de la noche a la mañana obtiene protagonismo en el Congreso sirviendo a los propósitos de los nefastos grupos de poder con importante representación congresal. Y para la totalidad de peruanos está muy claro que su prioridad jamás fue combatir la pandemia de la COVID-19 que ha dinamitado la economía del país, sino conseguir a como dé lugar la destitución de un presidente al que solo le faltaban pocos meses para dejar el poder y cuyo destino probablemente sea la cárcel.

No hay peruano que no se haya visto avasallado por la pandemia. No hay peruano que no espere un comportamiento eficiente de sus instituciones estatales ante esta tragedia histórica. Si Merino ya venía siendo cuestionado por su sinuoso liderazgo congresal, sus últimos movimientos desde el Ejecutivo reafirman la informalidad con la está asumiendo la conducción del país. A menos que Merino simbolice un milagro que está pasando desapercibido para el mundo entero y sea el único que no se haya visto afectado por la pandemia.
Desde la lejanía o la cercanía de la presente lectura del país, lo de Merino es indefendible. Merino no ha brindado ninguna posibilidad de tregua porque siendo congresista y ahora presidente no ha podido desmarcarse de la corrupción a la que parece estar sirviendo como títere transitorio. Esperemos que Merino se percate de que la marcha del jueves no solo se dio en las inmediaciones del Centro Histórico, sino en todo el país. Incluso se apreció un fenómeno que no recuerdan en tiempo los hombres y las mujeres en edad venerable: también hubo marchas contra Merino en los distritos (San Borja, Pueblo Libre y Miraflores). ¿Si eso para Merino no es rechazo total, qué es? Como señalamos líneas atrás, para la gran mayoría de peruanos Merino es un don nadie que entró colgándose del estribo al actual Congreso.

Hay que constatar que el rechazo no solo es local, sino también internacional. Ningún jefe de Estado se atrevería a saludar a Merino en estas grises circunstancias. Son tan grises las circunstancias que ni siquiera sirve el amparo formal mediante el cual se sentó en el sillón presidencial. Y ya hemos visto por estas tierras a los que lo han saludado, tras su juramentación del último martes 10, personajes que no conforman lo más impoluto de nuestra casta política, incluso se le ve sonriente con un alcalde distrital denunciado por su esposa por maltrato, caso que CARETAS trató el pasado 17 de agosto. El rechazo a Merino es brutal. Ha sido desacreditado por su propio partido Acción Popular y por uno de sus líderes históricos, el político y médico Uriel García Cáceres, quien señaló a CARETAS que “el Congreso ha dado un golpe de Estado. La manera en cómo Manuel Merino ha llegado a la Presidencia no guarda correspondencia con la política y doctrina de Acción Popular. Belaúnde nunca hubiera apañado una situación como la que estamos viviendo. Esto es una vergüenza”.
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El equipo de CARETAS ingresó a la médula de la marcha del jueves 12. Aunque previamente recorrió las inmediaciones de la Plaza San Martín, de donde se recogieron declaraciones de los dueños y empleados de los negocios que se ven perjudicados porque deben cerrarlos. La incomodidad por cerrar no da lugar a cuestionamiento, mas es necesario subrayar que todos estaban de acuerdo con la razón que justifica la marcha. “Merino es, con el perdón de las ratas, una rata sinvergüenza”, es la única expresión aceptable que puede registrar esta nota. También consignemos la preocupación que une a los venezolanos en Perú, ya que lo que está pasando les recuerda a cómo vieron explotar su aparato democrático a cuenta de la dictadura chavista. “Esto está mal, está muy bien que el país se indigne y salga a las calles, que a Perú no le pase lo que a nosotros”, dijo Carolina, una joven caraqueña que se gana la vida vendiendo agua mineral.

Los que hemos pasado la mitad de la treintena no podemos dejar de recordar que desde la lucha contra la dictadura de Alberto Fujimori a fines de los 90, no hemos sido partícipes de un solo sentimiento de unidad como el de los últimos días, sin importar credos ni preferencias políticas. Informado de esta impresión, el congresista Gino Costa le dijo a CARETAS, en medio de los generalizados abucheos a Richard Swing que desafió al sentido común al presentarse en la aglomeración de indignados, que “en estos momentos no interesa de qué lado político e ideológico estás, todas estas personas aquí y desde sus casas están por el Perú, condenando a la corrupción que pretende apoderarse del país y no lo vamos a permitir”.
Costa, testigo de primera fila de la función de la película de terror producida por el Congreso, manifiesta también una satisfacción al ver “la presencia de muchos jóvenes, de ciudadanos con conciencia democrática que no quieren dejar al país en manos de los golpistas, que busca modificar el programa electoral, elegir un TC a medida del Congreso golpista, revertir la Reforma Universitaria, desaparecer la Sunedu y frenar las investigaciones de corrupción en el país. Todo esto está en juego. Aquí todos están a favor de la bandera democrática, por eso muchos están usando una camiseta peruana, aquí no hay diferencias, sino unidad absoluta por el país”.

En sintonía con la opinión del congresista Costa, el compromiso de la ciudadanía también se vio reflejado en la formación de colectivos para actuar inmediatamente durante las horas que duren las protestas. Este es el caso de Liga Médica Lima, conformado por profesionales de la salud de distintas universidades que tienen la función de brindar atención a los manifestantes que resulten heridos. CARETAS los ubica en los arcos de la plaza mientras se encuentran marcando el espacio que usarán y extendiendo una bandera peruana. “Lo que viene pasando nos duele a todos, partiendo de este sentir es que comenzamos a organizarnos para ver en qué manera podíamos ayudar. Vamos a estar también en las marchas que vayan a hacerse en otros distritos”, señala Andrea Salcedo, integrante del colectivo.
La presencia de colectivos como Liga Médica Lima es la consecuencia de un síntoma protagónico en las marchas de esta semana. La represión a los manifestantes y periodistas por parte de las fuerzas del orden fue no menos que brutal. Sería absorbente y redundante pasar revista al despliegue de violencia ejercido durante estos días, pero cuando se creía que la jornada del jueves estaría marcada por la tranquilidad, una chispa de estupidez en el cruce de las avenidas Abancay con Piérola encendió el enfrentamiento entre policías y manifestantes.

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El comunicado oficial de la PNP sobre su uso de la violencia en la noche del jueves 12 miente en cada uno de sus puntos. En uno de ellos señala que no hubo participación de los oficiales del Grupo Terna, cuando era evidente que circulaban entre los bloques de la aglomeración, como también era evidente que había gente belicosa fácilmente detectable. Se entiende que la función de estos oficiales es acorralar a los generadores de disturbio y no dejarlos “laborar”. La PNP sabía por Inteligencia que habría barristas de distintos equipos en aquella jornada (como también de la propaganda que venían repartiendo los etnocaceristas en mercados emblemáticos de Ate Vitarte) y tuvo el tiempo suficiente para llevar a cabo una estrategia que garantice la seguridad de los manifestantes.
Si el plan era dispersar a los manifestantes en dirección a la plaza San Martín, cuesta entender por qué los oficiales disparaban perdigones y lanzaban las bombas lacrimógenas hacia espacios cercados, obligando a cientos de personas a huir hacia el cruce de los jirones Azángaro y Apurímac, frente al Parque de la Cultura. Los oficiales de los cercos tenían órdenes de no dejar pasar a nadie, en especial por Azángaro, de donde hay más de una opción para llegar al Congreso.

Muchos estuvieron a punto de morir aplastados, desesperados por los perdigones, el gas y las piedras. Fue tan mal hecha la estrategia que por muchos minutos manifestantes y periodistas estuvieron en medio de un fuego cruzado entre policías y los identificados “manifestantes exaltados” que burlaron a los ternas. Eso prefiero pensar, que se trató de una irresponsabilidad, de un descuido, de un lapsus logístico, y no de un factor presupuestado que justifique el uso desmedido de la fuerza. La misma impresión “hay” que tener con la presencia de etnocaceristas en distritos populosos, no porque esté mal hacer propaganda, sino porque son conocidos agitadores que deben estar bajo la vigilancia permanente de la PNP, ¿o no saben de la omnipotencia de un emoticon positivo de WhattsApp enviado desde la cárcel? Es preferible pensar que estamos ante un descuido de logística y no ante un solapado plan de entrenamiento de las fuerzas del orden de cara a un futuro agitado si en caso Merino indulte a Antauro Humala.
En la historia de la PNP hay una sombra que calza a la perfección con lo acaecido el último jueves. El 24 de mayo de 1964 ocurrió una tragedia en el Estadio Nacional, en la que fallecieron 328 personas (según cifra oficial). En el coloso las selecciones juveniles de Perú y Argentina definían la clasificación a las Olimpiadas de Tokyo de dicho año. Una discutida decisión del árbitro uruguayo Ángel Pazos, que anuló el gol de empate peruano, desencadenó la furia tribunera. La policía reaccionó con excesiva violencia y lanzó bombas lacrimógenas a las tribunas, pero las puertas de la tribuna norte estaban cerradas, lo que propició que hombres, mujeres y niños murieran aplastados y asfixiados. ¿A qué se debió la excesiva violencia policial en aquella tarde nefasta? La policía ya venía siendo advertida de posibles manifestaciones e insurgencias comunistas, con adeptos con formación militar, tal y como era la marca de aquellos años de guerrillas en la región. La policía se preparó con lo más selecto de su acervo logístico para combatir lo que consideraban una amenaza a la sociedad. Sobre los pormenores de esta tragedia, Jorge Salazar, escritor y periodista de CARETAS, publicó un clásico llamado La ópera de los fantasmas.

Uno de los puntos que están siendo discutidos a razón de las últimas protestas es el desmedido uso de la fuerza de la PNP. Con los avances tecnológicos de hoy, la PNP debería identificar a los blancos catalizadores de disturbios y no meter en el mismo saco represivo a los manifestantes y periodistas. Resulta complicado asimilar tantas torpezas que contradicen la labor esforzada y efectiva de la PNP en su lucha contra la delincuencia y el crimen. Y menos se puede aceptar la mentira de su comunicado oficial cuando han quedado registrados no pocas muestras de su uso desmedido de la fuerza.
¿Acaso la PNP anda alerta a las posibles consecuencias sociales que generaría un posible indulto a Humala, preso por la muerte de 4 policías en el Andahuaylazo de 2005, lo que desmoralizaría e indignaría a sus filas? Los hechos vistos y vividos en las protestas de la semana avalan esta hipótesis que la PNP debería tener en agenda y hacer las medidas correctivas porque es axiomático que no es lo mismo un manifestante que un agitador entrenado dispuesto a usar una protesta como medio para sus ocultos intereses (suscitar descontrol social para preparar un discurso castrense de orden).

Todo este desastre social e institucional conduce a Merino. Merino no brinda la más mínima confianza en la población que ha salido a las calles a decirle que no lo quiere en el poder, por la sencilla razón de que en sus acciones y discursos están representados lo que más desprecia, y más cuando se le ha visto defenderse de los cuestionamientos y no enfocarse en la crisis sanitaria que ha destrozado las economías de todos los peruanos. ¿Merino apoyará al Equipo Especial de la Fiscalía que investiga actos de corrupción que alcanza incluso a su círculo político cercano? ¿Ya dio a conocer qué medidas tomará en la guerra contra la pandemia de la COVID-19? ¿Es cierto que la designación de Fernando D´Alessio en el ministerio de Educación tiene como objetivo deshacer los avances que con sacrificio se han realizado en materia educativa? ¿Indultará a Antauro Humala y de esta forma cumplir el deseo abierto de sus socios Alarcón y José Vega?
Merino no representa a ningún peruano de a pie, ni hace el esfuerzo por reunir los requisitos esenciales que se esperan de la máxima autoridad de un país que atraviesa el peor momento de su historia.