La presidenta del Congreso, Maricarmen Alva, declaró a Día D que es “una irresponsabilidad decir que se vayan todos” y que, de corresponderle asumir la Presidencia de la República tras la vacancia o renuncia del presidente Pedro Castillo y la vicepresidenta Dina Boluarte, solo convocaría a la elección presidencial para completar el actual mandato. El Congreso, en ese caso, se quedaría hasta el próximo relevo del 2026. Citó la opinión de constitucionalistas como Domingo García Belaunde y Víctor García Toma.
Se trata de una interpretación del artículo 115 de la Constitución advertida repetidamente por CARETAS desde el momento en el que Castillo juramentó. Ahora está claro que la máxima autoridad del Congreso la ha adoptado. Su obvia motivación es la posibilidad de convencer a más parlamentarios de vacar a Castillo y Boluarte, pues de ese modo se quedan con la soga y la cabra: salen del chotano pero siguen en sus curules.
El artículo 115 señala que “por impedimento temporal o permanente del presidente de la República, asume sus funciones el Primer vicepresidente. En defecto de este, el segundo vicepresidente. Por impedimento de ambos, el presidente del Congreso. Si el impedimento es permanente, el presidente del Congreso convoca de inmediato a elecciones”.
Como dice “elecciones” y no “elecciones generales” se echa mano de la ley de Interpretación 27375 del Artículo 115 que subraya en su artículo único que la vacancia del presidente y vicepresidentes por “impedimento permanente” no implica la vacancia del presidente del Congreso, que asume la primera magistratura, “ni de su condición de congresista de la República”.
Según la estirada de pita, si al asumir la Presidencia de la República el presidente del Congreso no deja de serlo ni tampoco de tener la condición de Congresista, el Parlamento sigue en funciones hasta culminar su quinquenio.
Más allá de contorsiones constitucionales, las elecciones en el Perú fueron planteadas para ser realizadas de manera simultánea. Un gobierno de transición presidido por Alva implicaría que los parlamentarios se queden aproximadamente por nueve meses más tras la salida de la dupla presidencial, que es el tiempo que transcurre entre la convocatoria a elecciones generales y la siguiente toma de mando. Caso contrario, el país estaría ante la posibilidad de un presidente sin bancada. La gobernabilidad decapitada desde el saque mismo.
Otro escenario más factible sería el de un acuerdo político para que, por ejemplo, Boluarte asuma la Presidencia y se logre consensuar el adelanto de elecciones generales. Pero lo que Alva plantea es muy distinto. Y, en las actuales circunstancias, muy temerario.
El excandidato presidencial Rafael López Aliaga declaró hace algunas semanas en el mismo sentido que Alva. Sin embargo, el congresista de su bancada Renovación Popular, Jorge Montoya, acaba de decirle a CARETAS que si Castillo es vacado quien asumiría el cargo por sucesión constitucional tendría que ser Boluarte. De otro lado, Carlos Anderson de Podemos aclaró el lunes 7 que lo que debería convocarse en caso de la doble vacancia tendrían que ser las elecciones generales.
La marcha de protesta con mayor convocatoria en los últimos tres meses fue la del sábado 5 en contra de la norma de contrarreforma universitaria que espera esta semana por su segunda votación. Los congresistas deben tomar nota de que el hartazgo no solamente se origina en la ineptitud sin precedentes del Ejecutivo, sino también en la insistencia de sectores del Parlamento de favorecer intereses subalternos como los de las universidades negocio y las fortunas amasadas por el transporte informal.
Es cierto que, a diferencia de Castillo, Martín Vizcarra gozaba de una mucho mayor popularidad cuando fue vacado y reemplazado fugazmente por Manuel Merino de Lama. Pero la congresista Alva debería tener muy presente el episodio antes de impulsar un relevo de muy cuestionable legalidad que la tendría como beneficiaria principal. El rechazo ciudadano al apetito desembozado por el poder, como ocurrió con Merino, terminó con protestas multitudinarias que no buscaban restituir a Vizcarra pero sí sacar al acciopopulista. No es difícil imaginar los carteles que exigen la salida de Castillo y también la de Alva.