Primero vino el globo de ensayo lanzado por Waldemar Cerrón y el tuit del ofrecimiento de la PCM que luego pretendió negar. Pero para el martes 1, según versiones dignas de crédito, el premier designado por Pedro Castillo en reemplazo de Mirtha Vásquez era Roberto Sánchez, titular del Mincetur. Dadas las críticas circunstancias, no era una mala idea. Sánchez es presidente de Juntos Por el Perú que devino del Partido Humanista fundado por Yehude Simón. La relación entre ambos terminó entre recriminaciones mutuas. El CEN de JPP suspendió a Simón luego de conocerse sus vínculos con el caso Lava Jato y este acusó a Sánchez, cuando fue designado como ministro, de haber apuñalado al partido por la espalda. Sin embargo, frente al Mincetur Sánchez logró un interesante balance de impulso al libre comercio con el apoyo a los sectores que reclaman gestos más proteccionistas, como la Sociedad Nacional de Industrias. Del mismo modo, recibió elogios de CANATUR por mostrarse receptivo a sus propuestas para ayudar al castigado sector turístico. Al mismo tiempo, Sánchez ha defendido la necesidad de abrir la cancha con profesionales de las regiones, sin llegar a desmontar su sector como ocurre con el desmadre denunciado en varios ministerios de este Gobierno.
Pero ni Vladimir Cerrón ni Guillermo Bermejo, hoy supuestamente enemistados, aceptaron que la “caviar” Mirtha Vásquez fuera reemplazada por el “caviar” Sánchez. Era el turno de los radicales, que solo habían tenido su oportunidad con el ex primer ministro Guido Bellido, a quien Bermejo llamó recientemente “pirañita” y “chupamedias”.
Así que Bermejo se puso a la tarea de demostrar que es uno de los actores más influyentes en el actual Gobierno y puso la carta de Héctor Valer sobre la mesa. Como lo reveló CARETAS, quien se acaba de librar en un juicio por filiación terrorista ya tenía una presencia muy poderosa en el ministerio de Energía y Minas. El nuevo primer ministro es un cuestionado comodín que a la primera de bastos hizo bancada con él y de un momento a otro salió a defender el proceso de recolección de firmas para una nueva Constitución. En el ministerio del Interior ha sido instalado el ex policía cajamarquino Alfonso Chávarry, quien fue la propuesta de Castillo que terminó de precipitar la renuncia de Mirtha Vásquez a la PCM. Además de contar con serísimos antecedentes, Chávarry volvió a la órbita de Interior durante la breve gestión de Luis Barranzuela, el abogado de la reunión celebratoria con Bermejo. A ello se suma que Bettsy Chávez, compañera de Bancada de Bermejo y Valer, ha sido ratificada en Trabajo.
Quizá pensaron ingenuos que Valer encarnaba la posibilidad de dialogar con la derecha dada su habilidad de saltimbanqui y su llegada al congreso vía Renovación Popular. Pero se olvidaron de revisar sus antecedentes.
Castillo tampoco ha roto con su ala magisterial. Juan Silva, el exdirector de colegio en Puente Piedra, se quedó en el acaudalado MTC a pesar de millonarios cuestionamientos y designaciones insostenibles. E ingresó de la congresista Katy Ugarte, también del ala magisterial, al despacho de la Mujer. El problema es que sus posturas retrógradas y antivacunas colisionan con lo que debería ser el trabajo ministerial.
Aunque se quedó en el Mincetur, la cancelación de Sánchez como premier precipitó el divorcio con Nuevo Perú —puntal de Juntos Por el Perú—, tal y como lo ha explicado con un hilo de tuits Verónika Mendoza. Sigrid Bazán ha dado a entender que su bancada no le dará el voto de confianza a este Gabinete, del cual salieron los NP Pedro Francke y Anahí Durand.
Castillo perdió a esa izquierda moderada que, caviar o no, le dotaba de una mínima coherencia programática. Ahora le quedan sus maestros, la bancada de Bermejo y los cerronistas (que ganaron un ministerio con el bachiller en Geografía Wilber Supo, el titular del ambiente que hoy cerró la RENIEC para sacarse su DNI). El resto refleja cuoteos sin orden ni concierto.
La derecha busca la vacancia del presidente y, como lo demuestra la nueva postura del Partido Morado, la renuncia gana fuerza como una posibilidad. En lugar de posicionar al Congreso, la embestida contra la SUNEDU le mete carbón al tren para que se vayan todos. En algún momento esas rutas se van a encontrar.
En ese escenario, Valer está perdido cuando se ofrece como la primera bala de plata para que Castillo se acerque a disolver el Congreso. Tan perdido como el presidente deambulando por el Palacio de Justicia en búsqueda del ministro Aníbal Torres, cuyo despacho está en Miraflores.