Un buen número de comunicados, denuncias y pronunciamientos anónimos han proliferado en relación al Ministerio de Relaciones Exteriores en últimos meses y semanas. Y es que la situación en ese sector no deja de ser preocupante. El reciente retorno de Allan Wagner a la Torre Tagle, por cierto clave en la negociación de las vacunas contra el coronavirus, ha significado un bienvenido respiro.
Aquella añeja y distinguida diplomacia profesional, y tradicional, de los Cancilleres Javier Pérez de Cuellar, José de la Puente y Rabdill, Carlos García Bedoya, Arturo García y García y de Embajadores de la talla de Juan Miguel Bákula o Carlos Alzamora Traverso ha sido desplazada por argollas, intrigas, celadas y especialmente pugnas institucionales. Varios casos, polémicos y complejos, con ribetes de escándalo y actualmente en investigación rodean los contextos antes mencionados, siendo tres de los más visibles, dos que involucran a ex embajadores en Bolivia y uno en Israel. El más reciente es el Vacunagate, y sus implicancias contra varios funcionarios, muchos de ellos con rango de embajador, fue una suerte de estocada final. Ciertamente, el fujimorismo adolece de un déficit histórico en la conducción de ese estratégico sector de la administración pública.
Inicialmente para los primeros meses de la década de los noventa, Fujimori respetó la institucionalidad del sector nombrando como Canciller al Embajador Luis Marchand Stens, diplomático de carrera de mucho prestigio. Luego del autogolpe del 5 de abril de 1992 vendría un zarpazo a modo de purga institucional y de “cuchillos largos” que remeció los cimientos del servicio diplomático: 117 funcionarios de diversos niveles fuera de carrera en diciembre de 1992.

Fujimori en su momento tuvo duras frases en el marco de los ceses, sindicando que muchos de sus integrantes era burócratas frívolos, de simple vida social y hasta deslizando eventuales opciones sexuales. Fujimori nunca tuvo mayor interés ni cercanía por la diplomacia y el manejo de las relaciones exteriores, lo que el país pagó particularmente caro con un vergonzoso aislamiento. Basta recordar el esfuerzo para reinsertar al Perú en el concierto internacional tras el autogolpe de abril de 1992, el vergonzoso desconocimiento del sistema interamericano de Derechos Humanos, y como al final de su régimen el gobierno de Estados Unidos le bajó el dedo debido sobre todo a las conexiones de Vladimiro Montesinos con el narcotráfico.
En ese contexto optó por reestructurar el Ministerio de Relaciones Exteriores apostando por una política exterior de línea de modernización autoritaria, de fuerte énfasis en la inserción económica internacional, comercial, y corte empresarialista, marcando distancia con la línea ideológica y de confrontación de su antecesor Alan García (1985-1990).
Para tales efectos colocó a tres Cancilleres en esa línea: Augusto Blacker Miller, el almirante Raúl Sánchez Sotomayor y el empresario Efraín Goldemberg Schreiber. El conflicto con Ecuador (1995) marcó el termino de esa etapa: de allí, y por obvia necesidad, se colocaron al frente de Torre Tagle a abogados internacionalistas cercanos al régimen: Francisco Tudela, Eduardo Ferrero y Fernando De Trazegnies. Tras la caída del fujimorismo, un sector más de centro y progresista tomó las riendas de la institución, con Paniagua y Toledo, y se produjo un apartamiento total de los cuadros vinculados a Fujimori en la gestión de política exterior: tomaron fuerza los Cancilleres Diego García Sayán, Allan Wagner Tizón, Manuel Rodríguez Cuadros y Óscar Maúrtua de Romaña. En el segundo gobierno aprista (2006-20011), el Canciller José Antonio García Belaúnde intentaría limar asperezas y reunificar a ciertos sectores enfrentados. El balance, como puede verse ahora, fue mixto.

Para el 2021 la puesta en escena de Keiko Fujimori como candidata para la segunda vuelta electoral supuso revisar, entre tantos temas, el del manejo de las relaciones exteriores. Para dichos efectos recordó la cercanía de antiguos personajes, algunos colaboradores de su padre, muy ligados al gobierno 1990-2000 a los que les mantiene afecto y estima. De allí se comenzarían a decantar las canteras para afinar la estrategia internacional de su posible gobierno, más aún con el Plan de Gobierno de Perú Libre sobre política exterior, que plantea polémicos, polarizantes y hasta descabellados y trillados postulados (como la tesis de 200 millas de mar territorial que prácticamente ningún país del mundo lo sostiene).
Se comenzó por revisar y recordar nombres, en el contexto de una idea de generar un gobierno y una estructura burocrática de ancha base, en caso de llegar al poder el 28 de julio de 2021. Dos diplomáticos de carrera en retiro y que frisan la base de los 80 años saltan a la vista: los embajadores de carrera, y en retiro, Alfonso Rivero Monsalve y Eduardo Ponce Vivanco. El segundo fue Vicecanciller en el gobierno de su padre muy cercano al fujimorismo, pese a que en esta lid electoral reciente coordinó el área de política exterior de Renovación Popular (RP).
Otros dos ex Cancilleres también saltaron a la vista: Francisco Tudela, Van Breugel Douglas y Fernando De Trazegnies Granda. El primero se alineó a Keiko tras la crisis de los vladivideos (setiembre de 2000) que determinó la caída del régimen de su padre. El segundo estuvo muy cerca de su candidatura el 2016 y siempre cercano a ella, pues nunca perdió el contacto. No son los únicos.

En predios de Fuerza Popular también saltaron recientemente los nombres de personajes de segunda línea que en el gobierno de 1990 – 2000 mantuvieron cargos no desdeñables en la Cancillería: entre ellos Ana María Deustua Caravedo y Fernando Gonzales Vigil, Vice-Cancilleres de Economía cuando se decidió darle un giro a la tradicional estructura de la Cancillería. También los de dos abogados Beatriz Boza, y Fabián Novak, éste último ex asesor jurídico de la Cancillería en las gestiones de los ministros Tudela, Eduardo Ferrero Costa y Trazegnies, así como de Beatriz Ramacciotti embajadora ante la Organización de Estados Americanos, OEA, entre 1994 a 2000, quien actualmente reside en Chile y es profesora universitaria.
Otro es el embajador Hugo de Zela Martínez, de amplia experiencia en las lides hemisféricas en su condición de, nada menos, dos veces ex Jefe de Gabinete del Secretario General de la Organización de Estados Americanos, OEA (de Joao Clemente Baena Soares y José Miguel Insulza Salinas). Del influyente de Zela se recordó su intensa acción diplomática y negociadora para formalizar el Compromiso de Bahamas y la vuelta a la institucionalidad democrática en 1992, que salvó la cara externa a Alberto Fujimori luego del autogolpe del 5 de abril. De Zela fue el candidato del Perú para suceder a Luis Almagro como secretario general de la OEA. Si bien fracasó en el intento, el hecho que lograse el apoyo del gobierno de Martín Vizcarra da cuenta de su emplazamiento. Se trata de un candidato para asumir el Ministerio de Relaciones Exteriores: ha sido Vicecanciller, embajador ante la OEA, Brasil y Argentina y actualmente es Embajador en los Estados Unidos. Fue una pieza clave en la conformación del “Grupo de Lima” siendo el Canciller Ricardo Luna Mendoza. Novak podría asumir la embajada en Brasilia (Brasil) pues ha sido Vicepresidente y Presidente del Comité Jurídico Interamericano de la OEA, con sede en Río de Janeiro, durante varios años.
Desde el fujimorismo ya se cubiletean posibles posiciones de algunos de los antes aludidos en caso de imponerse el 6 de junio próximo: Tudela fue voceado como posible embajador de los Estados Unidos para la campaña de 2016 lo que podría configurarse nuevamente como posibilidad a partir del 28 de julio, pese a haber estado con Hernando de Soto y Avanza País en el reciente proceso electoral.

Para analistas hoy cercanos a Fuerza Popular es un hecho que Keiko afianzaría fácilmente una estrecha troika de mandatarios por la región distantes del eje Caracas – La Paz. Dos de esos mandatarios serían, sin dudas, Iván Duque de Colombia y Guillermo Lasso de Ecuador. Otro cercano lo sería el uruguayo Luis Alberto Lacalle Pou. Una posible diplomacia keikista haría todo lo contrario al Plan de Gobierno de Perú Libre y Vladimir Cerrón en materia de política exterior: mantendría inexorablemente al Perú en la Alianza del Pacífico (junto a Colombia, Chile y México), apostaría al resurgimiento y revitalización del Grupo de Lima y de PROSUR, se distanciaría totalmente del eje del ALBA y la política exterior de la Patria Grande liderada por Maduro, el MAS boliviano y el kirchnerismo argentino y seguiría la línea trazada respecto de salida de UNASUR, bajándole el perfil a nuestra participación en la CELAC.
En relación a Chile cabe destacar las buenas relaciones que hubo entre Lima y Santiago en la década de los años 90: Fujimori hizo buenas migas con su contraparte Eduardo Frei Ruiz Tagle (ambos ingenieros), se firmó el Acuerdo de Complementación Económica (ACE) en 1998 y en 1999 se concretó la resolución de los asuntos pendientes del Tratado de Lima de 1929. Se recuerda que otro diplomático cercano al fujimorismo, ex Vicecanciller de Fernando de Trazegnies, recientemente fallecido en funciones como embajador en Santiago de Chile, era Jorge Valdez Carrillo.
En suma, una apuesta que, pese a ser implementada por una vieja guardia generacional, de primera hora naranja por la década de los noventa, y aunque un ciertamente distanciada de las nuevas generaciones en las que jóvenes del sector exigen cambios y renovación, no generaría mayores sobresaltos ni cambios abruptos a ciertas líneas matrices y constantes que han guiado a la política exterior peruana en últimos años.
El descubridor Diethell Columbus: los contactos con el gobierno de Bolsonaro en Brasil
A pesar de lo que plantea a través de su equipo, siempre sobrevive en el fujimorismo cierta vocación por el extremo y la desinstitucionalización. Así, en una gira realizada a Estados Unidos a invitación de su Embajada de Lima el año pasado, el congresista electo por Fuerza Popular, Diethell Columbus, coincidió con el polémico Eduardo Bolsonaro, hijo del Presidente del Brasil, el ultra – derechista Jair Bolsonaro. Eduardo Bolsonaro buscó sin éxito ser embajador de su padre en Washington, Estados Unidos.

Bolsonaro hijo alegaba que su buena relación con los hijos e hijo político de Donald Trump (el influyente Jared Kushner) garantizaban la mejor relación bilateral, pero la institucionalista Cancillería de Brasil, Itamaraty, se opuso y neutralizó tal posibilidad. En su momento Columbus alegó, en esa línea, la necesidad de entablar una buena relación con Eduardo Bolsonaro para afianzar la relación con Brasil.