Vamos a verlo por el lado amable. Antes de las elecciones malditas del 2016, unos pocos medios como CARETAS machacaban con la necesidad de una reforma electoral que limitara la publicidad electoral en televisión, como ya había ocurrido en otros países. Eran pocos medios en esa línea porque para los más interesados -los canales- la lucrativa temporada de campaña se había convertido en un negocio multimillonario. La demanda por efectivo se hacía evidente a medida que avanzaba la campaña electoral y ni que decir del huayco de plata que se movía para la segunda vuelta.
El caso Lava Jato tuvo una relación de causa/efecto con esta situación. Los políticos, que siempre fueron financiados por lo bajo por distintos intereses empresariales, se encontraron ahora con la billetera brasileña que venía con publicistas carísimos incorporados y todo.
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Cuando estalló el escándalo un político muy conocido comentaba con ironía que los canales eran los que se habían llevado la mayor parte de la plata de la campaña y luego fueron los que propalaron las denuncias por el financiamiento de las constructoras. En realidad, no era necesaria la ironía.
Según números compilados por la Asociación Civil Transparencia, los ingresos reportados por las organizaciones políticas para el 2006 fueron de S/.24.6 millones. Para el 2011 el salto fue exponencial y llegaron a S/.62.9 millones. Y en el 2016, a pesar de que ya no hubo mayores aportes brasileños pues Marcelo Odebrecht ya estaba preso, los ingresos totalizaron S/.63.8 millones. La plata salía de todas partes por la urgencia de publicitar. Para el año 2011 se declararon más de S/.36 millones en publicidad televisiva y para el 2016, S/.24.4 millones. Un 51% y 37% de todos los gastos de campaña, respectivamente. Rifas, polladas y cócteles eran la norma. Todos sabemos que se trataba de una gran fachada.

Aunque el proceso no ha terminado, lo de ahora es chancay de a 20. Con la reciente prohibición de publicidad electoral por televisión, y según el primer reporte financiero entregado en marzo a ONPE, los ingresos de los partidos rondan hasta ahora los S/.10 millones.
Por el momento los desafíos son de otra índole. Los trolls de redes son las nuevas contrataciones de la guerra sucia publicitaria. La pandemia limita las formas de comunicación. Y quizá en parte por eso mismo tampoco se observa la asfixiante contaminación visual experimentada en otros años en la vía pública.
De otro lado, la franja electoral se amplió para que los medios de comunicación públicos les brinden exposición, además de los candidatos presidenciales, a cientos de candidatos al Congreso. Los medios privados como CARETAS Electoral abrieron sus canales digitales para propalar entrevistas y debates diarios. Los debates organizados por el Jurado Nacional de Elecciones baten récords de rating. El votante se va a seguir quejando, pero tiene más que nunca valiosa información sobre los candidatos a su disposición.
Las reformas políticas de los últimos años pueden ser insuficientes, desarticuladas y de pronóstico reservado. Y es cierto que la cultura política no va a cambiar por decreto. Pero algo es algo y la eliminación de la publicidad electoral por televisión es una buena noticia.