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Queremos tanto a Charlie

Escribe: Manuel Eráusquin | La muerte de Charlie Watts sorprendió al mundo de la música: un tipo talentoso, pero discreto. Una virtud que solo él poseía en los Rolling Stones.

viernes 03 de septiembre del 2021
en Piano Bar
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Queremos tanto a Charlie

No era el más histriónico o escandaloso de los Rolling Stones, pero tampoco era el más santo del grupo. (Foto: JAVIER ZAPATA)

Siempre fue el Stone más reservado, el menos proclive a la tentación de los flashes de las cámaras. Un asunto de personalidad que se evidenciaba desde su comportamiento cotidiano, doméstico: Charles Robert Watts era un amante de la discreción y esquivaba las infaltables preguntas invasivas con su elocuente silencio y una sonrisa provista de ironía. Letales armas de defensa personal.

Su fallecimiento este 24 de agosto ha dejado al mundo sin ese espíritu irónico y distinguido. No era el más histriónico o escandaloso de los Rolling Stones, pero tampoco era el más santo del grupo, porque la santidad no existe: era el más atemperado hasta donde podía serlo; una característica que podría ser considerada como una virtud casi budista en un mundo tan alborotado y excesivo como es el show business del rock: un mundo donde existen muchos diablos, no solo uno.

En medio de tantos demonios, Charlie Watts se manejó con cautela y reserva a pesar de que tuvo sus propios infiernos. Los Stones han sido desde sus inicios cultores de la provocadora frase sexo, drogas y rock and roll, una expresión que no responde a un asunto retórico; era real, al menos en la juventud de cada uno de ellos. Luego, llegó la adultez: la comida sana, los ejercicios y cierta estabilidad familiar. Algunos de miembros de la banda en su edad adulto-mayor, como Keith Richards, a pesar de la inevitable moderación que exigen sus 77 años, se sigue acompañando del sabor de un cigarrillo y de generosos sorbos de un Jack Daniels. Nada desmedido, solo ocasional.

Sin embargo, a la par de todo esto las grandes e interminables giras han seguido presentes para aumentar la leyenda y las ganancias. Una vida seductora y fascinante para muchos, pero que ha tenido un precio en cada uno de los Stones. Charlie Watts tuvo que lidiar con sus descensos al infierno: discretos y poco difundidos, pero bastante dramáticos.

De 1983 a 1986 el baterista de los Rolling Stones se aferró al alcohol, los estimulantes y a la heroína. Su esposa, Shirley Ann Shepherd, tuvo que ingresar por aquellos años a una clínica de rehabilitación por alcoholismo. Además, Serafina Watts, la única hija del matrimonio, fue expulsada del colegio por consumir marihuana. Un caos absoluto: el precio a pagar por una vida librada a la turbulencia de la fama sin contención alguna.

No solo Keith Richards, Ronnie Wood, Mick Taylor, MickJagger-en mucho menor medida-y el tempranamente fallecido Brian Jones tuvieron un romance con las drogas: Charlie también tuvo su momento. Uno discreto, pero igual de atroz. La recuperación llegó a tiempo a finales de 1986, el miedo a perder a su familia y a la banda lo impulsó a reconstituirse. Su esposa e hija también lo consiguieron. El riesgo del fin del mundo, de su mundo: estuvo muy cerca.

Quienes hemos admirado a los Rolling Stones desde muy chicos, hemos sido testigos de cómo la presencia de Charlie Watts siempre ha marcado el compás rítmico a nivel musical y personal en la banda más longeva e importante del rock. Watts ha sido una especie intermediario entre las personalidades narcisistas y conflictivas de Jagger y Richards. Su temperamento medido también ayudó mucho en la crisis que provocó Brian Jones, el otro miembro fundador de los Stones, quien su proclividad autodestructiva con las drogas lo inutilizó para poder tocar con sus compañeros.

Charlie sabía que Brian estaba enfermo y no lo despreció o humilló: el grupo lo separó porque no podía asumir su rol de músico. Charlie lo visitó con cierta frecuencia a Brian y, en esas últimas visitas, lo encontró más animado y concentrado. El baterista le hablaba con palabras susurrantes, con palabras envueltas de cariño. Su amigo, Brian Jones, le agradecía con sus mejores sonrisas.

Lo inaudito fue que esa calma y sosiego fue interrumpido por la tragedia poco tiempo después de estas visitas del baterista: Brian Jones murió el 2 de julio 1969 ahogado en la piscina de su casa. Las razones del fallecimiento nunca quedaron claras, pero su pérdida partió en pedazos el alma de los Stones. Charlie lloró a Brian como todos sus compañeros y amigos, pero dejó un mensaje muy claro sobre su sentir en aquel tiempo: “Lo sentí mucho por él, por lo que le hicimos entonces. Le quitamos la única cosa que le importaba, que era estar en un conjunto. Estoy seguro de que casi lo matamos cuando lo echamos. Eso es lo que pienso”, esas fueron sus palabras a los medios en esos terribles días, donde no solo había congoja: la culpa estaba clavada como un puñal. Charlie Watts comprendió al amigo y comprendió el infierno que vivió.  Evitó juzgarlo e inspiró a los demás a hacer lo mismo. Pocos días después, el 5 de julio, para el concierto en el Hyde Park, en Londres: los Rolling Stones soltaron 2.000 mariposas blancas en memoria de su amigo. Las lágrimas fueron inevitables.

Es importante señalar que Charlie Watts disponía de muchos intereses creativos. Ha sido un rockstar, pero a su estilo: distante cuando percibía que era el momento y había que enrumbar a otros ámbitos que lo convocaban. Su vida no solo fue ser el baterista de los Rolling Stones, estaba su amada banda de jazz.  Comprendía que la vida era más que ser una estrella de rock. El jazz le otorgó precisión y una sensibilidad distinta, menos fulgurante pero más reflexiva a nivel musical. Un rasgo que conectaba con su personalidad introspectiva. Tampoco olvidar que tenía formación de diseñador gráfico: varios discos del grupo poseen el sello de sus viñetas. El diseño de los escenarios también tiene su toque. Y, para demostrar que el talento queda en familia, su nieta Charlotte ha sido autora de varios diseños en los afiches de las giras, en especial en la realizada por Latinoamérica Olé Tour 2016. El dedicado a Perú es parte de su autoría. No olvidar.

Ya no está entre nosotros, falleció a los 80 años. Hace algunas semanas se pensaba que Charlie Watts se recuperaría de su intervención médica y alcanzaría a la banda en la gira estadounidense. No pudo: la muerte lo sorprendió a él y al mundo. Nos lo arrebató sin piedad. Quedó claro que la inmortalidad de los Stones solo era una bella retórica para no pensar en lo inevitable. Con Brian fue la primera baja en los años sesenta, pero se le quiso olvidar para que no arruine la leyenda.

Hay estupor, pero se tiene que aceptar la realidad. Lo bueno, lo central de todo esto, transita por su legado musical: tiene la posibilidad de desafiar a todos los dioses y vivir en el recuerdo de los tiempos. Un honor destinado a muy pocos. La eternidad lo espera, Mr. Watts. 

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Tags: Charlie WattsManuel Erausquin
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