El presidente Pedro Castillo arruinó la oportunidad de responder con claridad y honestidad sobre asuntos controversiales que se han generado en su gestión: concedió entrevistas a dos medios locales y a uno internacional y sus respuestas fueron elusivas e irrelevantes. Lo único concreto fue su nula capacidad para interpretar la realidad y su desdén por la prensa. Queda en evidencia también que su mandato lo asume como un aprendizaje: el problema es que su proceso de aprendizaje es lento y poco fiable. Hasta el momento las evidencias indican que asimila poco. El drama de no comprender el mundo real.
El escándalo de los 20 mil dólares de Bruno Pacheco, las visitas de Karelim López en Palacio de Gobierno, las cuestionadas reuniones en la casa del jirón Sarratea, los desatinados nombramientos de varios ministros o las cercanías con el Conare son temas que exigían de parte del presidente Castillo respuestas pormenorizadas y categóricas: respuestas provistas de evidencias que demostraran transparencia y honestidad. No lo hizo, no quiso hacerlo, solo provocó que haya más dudas sobre su capacidad.
Dudas que se multiplicaron después de la segunda parte de la entrevista del colega de CNN en Español Fernando del Rincón: el periodista mexicano preguntó sobre asuntos obvios y pertinentes, pero el presidente Castillo apeló a sus clásicas respuestas ambiguas e insustanciales.
Los temas vinculados a la política internacional tienen un alto grado de sensibilidad, una frase mal dicha puede ocasionar un entredicho con otro país, eso está claro. Pero el presidente Pedro Castillo confunde la respuesta cautelosa y diplomática-que es pertinente-con evasivas infantiles: si experimenta tanto temor de pronunciarse sobre Cuba, Venezuela y Nicaragua mejor que diga que respeta la soberanía de esos países, pero que él cree en otro modelo político y económico para el Perú. Así, asunto zanjado.
El problema es que ese escenario no existe, la realidad nos muestra a un presidente carenciado de ideas y de reflejos políticos asertivos. La sensación sobre qué perfil ideológico posee es un aspecto que ni siquiera él comprende, solo recurre a la retórica gastada y vacía de que es un hombre del pueblo. Recurso utilizado hasta el hartazgo durante la campaña política para eludir a la prensa, pero ya no es candidato; hoy es el presidente del Perú y nos representa. Al menos, teóricamente.
Debería dejar de lado su terquedad y someterse no solo a un eficiente media training, también es urgente que maneje información puntual, datos que le permitan explicar un determinado aspecto, porque pareciera que no tuviera conocimiento de nada. Triste, pero real.
Su respuesta sobre una eventual consulta al pueblo peruano sobre la salida de Bolivia al mar por nuestro territorio ha generado un ruido político innecesario: Castillo lo único que tenía que hacer era referenciar el convenio de 1992: Marco Proyecto Binacional de Amistad, Cooperación e Integración ‘Gran Mariscal Andrés de Santa Cruz’, allí se encuentran en negro sobre blanco las eventuales facilidades para los bolivianos de llevar a cabo actividades portuarias en una playa de Ilo. Todo esto sin afectar la soberanía del Perú.
Pero no, una vez más el presidente Castillo cree conveniente echar mano de un discurso de hermandad regional y se desbarranca derechito al abismo. Ignora que existen convenios internacionales y expresa despropósitos, que incluso, van en contra de los intereses nacionales. Sin embargo, el problema se agrava al advertir que el mandatario no quiere asumir sus limitaciones y errores, más bien persiste en aferrarse a respuestas equívocas.
Y en Perú Libre, su partido, tampoco ayudan: la congresista Kelly Portalatino expresó, por ejemplo, que Fernando del Rincón, el periodista de CNN, había formulado preguntas maliciosas. Queda claro que el espíritu de cuerpo tiene sus límites, no se puede defender lo indefendible. Sin embargo, la parlamentaria mencionada se aferra a la obstinación. Cero lucidez.
La congresista Portalatino no puede —o no quiere— comprender que el periodista de la cadena internacional preguntó en base a temas que eran obligatorios y repreguntó con pertinencia cuando las respuestas del presidente Castillo eran intrascendentes, demagógicas o, lo peor, inverosímiles.
Quizás ese sea el término que expresa con mayor aproximación el tipo de respuestas que ha ofrecido el presidente Pedro Castillo: lo inverosímil, lo poco creíble. Una marca que ya parece indeleble en cada palabra suya. Trágico para su gestión, trágico para el país.
El presidente se rehúsa a interiorizar que este tipo de comportamiento solo debilita su imagen y a su gobierno; se niega a asumir que la fragilidad de su gestión es responsabilidad suya y que él propicia escenarios de riesgo para la continuidad de su mandato: cada error suyo invoca a las voces de la vacancia. La realidad exige que lo comprenda pronto.
Lo preocupante es que no se avizoran señales de cambio, todo lo contrario: se advierte que está gestión se precariza cada vez más, que el pronóstico del país se vuelve indeterminado, incierto. Es lo que muestra la realidad sin demagogia.