Hace dos meses Pedro Castillo intentó un golpe de Estado. Pero parece que hubiese sido hace décadas, porque ni el Congreso ni el Gobierno se han encargado de recordarlo. No hay reportajes que rememoren el golpe y la corrupción castillista. Nada sobre las 57 carpetas fiscales que investigan al ladrón del sombrero. No hay más testimonios de corrupción ni colabores eficaces que se animen a ‘cantar’ ahora que el líder de la organización criminal está preso. No se ven documentos de la Fiscalía filtrados en los dominicales. Ni memoriales, ni documentales, ni el 7D escrito en banderolas, ni frases célebres estampadas en polos.
Tampoco hay testimonios de resistencia ciudadana frente a las marchas subversivas. Relatos de familias postergadas, gente golpeada, mujeres coaccionadas, negocios incendiados y trabajadores amenazados por negarse a protestar.
A diferencia de Inti y Bryan, el suboficial PNP José Luis Soncco Quispe no tiene murales, canciones, vigilias con velas, libros ni homenajes póstumos.
No hay políticos gaseados, ni congresistas detenidos, ni ciudadanos vejados durante ‘La Toma de Lima’. No hay fotos ni videos memorables de algún opositor enfrentándose a las violentas marchas golpistas que siguen incinerando al país. Y si recordamos la disolución del Congreso del 2019, nadie se amarró a las rejas del Parlamento. Nadie fue levantado en peso por las FF. AA. Nadie recibió un chorro de agua del rochabús. Nadie pataleó aunque sea para la foto por la democracia representativa.
Los congresistas se han olvidado de Felipe Osterling encarando soldados el 5 de abril del 92. O de Raúl Ferrero Costa siendo llevado a rastras. O de Roberto Ramírez del Villar detenido en su casa tras los simbólicos barrotes de su ventana. No entienden que la democracia es una conquista constante, una lucha eterna contra las tentaciones dictatoriales que buscan imponer el autoritarismo. Y que esa batalla pública también se libra en el imaginario popular y en el discurso.
Mientras la derecha guarda silencio, la izquierda denuncia un golpe inexistente. Arma el circo, trae las pancartas, improvisa una performance y se victimiza para el lente de los medios. Basta ver a ejemplares como Zaira Arias, Gahela o el propio Castillo, quienes son expertos gritando y tirándose al piso como Neymar.
Por eso la derecha viene perdiendo la narrativa contra la izquierda: porque aún cuando fue la primera la que recibió el golpe, fue la segunda la que se tiró al piso.