En 1981 el Perú volvió a ponerse el casco de guerra. El 22 de enero, el capitán Marco Yáñez –de 30 años, casado y con dos hijas– se montó en el helicóptero de reconocimiento que encontró el ‘Falso Paquisha’, un puesto de vigilancia (PV) –tomado por tropas del Ecuador– que el Ejército Peruano había abandonado hacía tres años. A este puesto, ubicado en la ladera sudoriental de la Cordillera del Cóndor (Amazonas), también se le denominó PV-22, en referencia a la fecha en la que lo hallaron invadido. “Recibimos fuego y solo respondimos con un par de pistolas, porque no estábamos armados. Ahí es cuando se supone que el capitán José Antonio Graham (copiloto) le dio a un piloto ecuatoriano. Esa después fue la queja de ellos, porque dijeron que habíamos invadido su territorio. Decían que eso era Paquisha”, recuerda.
Pero no. Paquisha era un poblado ecuatoriano situado en la orilla del río Nangaritza, al otro lado de la cordillera, definida como frontera natural entre Perú y Ecuador. El PV peruano había sido invadido y nombrado ‘Puesto Paquisha’ con una clara intención non sancta. Seis días después, el presidente Fernando Belaunde ordenó que la Fuerza Armada desalojara a los invasores.

El 30 de enero, desde una sala de operaciones improvisada en el frente militar de Comainas, se gestó la primera operación helitransportada de Sudamérica. Había que tomar ‘Falso Paquisha’ a las 1300 horas a como dé lugar, a cualquier costo y con los medios disponibles. El teniente coronel Daniel Ángeles, corajudo piloto, fue voluntario. “Teníamos referencia de que había seis ametralladoras de cuatro bocas que disparaban cerca de 3,600 balas de calibre 50 por minuto”, detalla.
La patrulla del capitán Yáñez desembarcó del helicóptero (modelo MI8T, de origen soviético) piloteado por Ángeles a la 1 en punto. “Caímos en una hondonada, pero no podíamos levantar la cabeza por el fuego enemigo. Se me ocurrió agarrar un palo y amarrar nuestra bandera con vendas”, recuerda Yáñez. El fuego ecuatoriano se concentró en la bandera, lo que permitió que los peruanos avancen. “No esperaban que llegáramos a la 1 y menos con una patrulla directamente desembarcada desde un helicóptero”, agrega Ángeles, cuya nave fue derribada tras dejar a Yáñez y otro grupo más en el terreno. Una vez recuperado ‘Falso Paquisha’, los soldados encontraron material noble de construcción, alimentos, cajas de whisky y lanzacohetes antitanque –uno de los que, incluso, fue disparado a manera de práctica por el fotógrafo de CARETAS Fernando Yovera, quien llegó días después junto a César Hildebrandt, del programa Testimonio–.

Pero había más terreno por reconquistar. El 31 de enero se recuperó el PV-3 y el 1 de febrero el PV-4 Nuevo. Luego hubo un cese al fuego temporal y la reanudación del conflicto, esta vez en la vertiente del río Cenepa. Se recuperaron los PV ‘Jiménez Banda 2’, PV 4-A y PV 4 Antiguo. “Quienes descubren el puesto ‘Jiménez Banda 2’ fueron los garantes, que volaban por ambos lados de la frontera. Ellos nos entregan la información”, revela el teniente coronel (r) Pablo Luque, piloto durante la recuperación del PV ‘Jiménez Banda 2’, el 19 de febrero.
Alrededor de las 10 y 30 de la mañana del día siguiente, el teniente EP Julio Ponce Antúnez de Mayolo fue alcanzado por una bala en la cabeza durante la recuperación de los PV restantes. La nave en la que iba como copiloto cayó con la patrulla del capitán Yáñez a bordo. “Entré a la operación con 11 hombres y comenzamos a tomar los puestos de las otras patrullas, que no pudieron desembarcar por el fuego. Unos 20 enemigos se desplazaron hacia la zona del helicóptero caído, por lo que disparamos para evitar que se acerquen”, narra el capitán (r) Wilson Gonzales, quien recibió un balazo en la cadera durante el enfrentamiento y fue ascendido por sus acciones en el campo. “Cuando mis tropas avanzaron el adversario se desconcertó. Retrocedieron y comenzó la estampida y fuga total”, sentencia.

Ese sería el fin temporal de las operaciones militares en la Cordillera del Cóndor, lo que sirvió de preámbulo para las reuniones diplomáticas entre delegados de ambos países. Hoy, 37 años después, la infiltración ecuatoriana es recordada por la firmeza y valentía con la que fue repelida.