En esta segunda conversación, el expresidente Francisco Sagasti aborda en CARETAS Digital la temática de la primera sección de su libro Imaginémonos un Perú mejor…. y hagámoslo realidad, titulada “Imaginación, Futuros y Realidad”.
En uno de los artículos, el investigador y político subraya la importancia de diferenciar el optimismo de la ilusión. A saber, al peruano le corresponde el deber de ser optimista, pero es muy posible que termine siendo un iluso.
Consultado al respecto, responde que “un cambio de Constitución es caer en una ilusión. No solamente la Constitución, se trata de las normas, leyes y reglamentos. La reverencia por la palabra escrita y por lo que dice. Y que con un texto se enuncie una intención para que todo comience a cambiar”.
“No creo que en esos plumazos que cambian todo de un cocacho, como se quiere con una Constitución, vamos a entrar en el mundo glorificado”.
Y añade de que se trata de una herencia colonial. “La frase la ley se acata pero no se cumple es perfectamente representativa”.
Y reforzando el concepto planteado en el libro, Sagasti dice que “si la imaginación rigurosa no se pone en contacto directo con la realidad para modificarla”, reitera, “se queda simple y llanamente en el mundo de las narrativas. Esa desconexión entre las ideas y la práctica nos ha pasado una enorme factura”.
Sagasti recuerda que “el Perú fue uno de los pocos países del mundo que nació con un plan. El Plan del Perú de Lorenzo de Vidaurre, el Plan del Perú plantea una visión de país muy detallada”, el cual tiene pocas referencias en el resto de la región. “Pero las visiones de futuro rara vez se han filtrado a la mente de aquellos que toman decisiones, que prefieren olvidarse de las visiones de futuro que hemos tenido a lo largo de nuestra historia”.
Y vuelve a otra histórica frase de cajón: “Eso de que el Perú hay dos tipos de problemas, los que no se arreglan nunca y los que se arreglan solos. Eso nos ha quitado agencia”.
En ese sentido, cuenta cómo en algunos consejos de ministros saltó el famoso hay qué “y yo les decía se acabó, hay que eliminar esa frase del léxico nacional. No hay responsables. Hay que aterrizar: ¿quién?, ¿con qué recursos?, ¿qué institución?”.
Pasar de la acción a la práctica “implica cambiar toda nuestra concepción del Estado. Son una serie de acciones concretas con resultados perceptibles a corto plazo, pero también a mediano y largo plazo. Tenemos que fijarnos en algunos temas críticos”. Para empezar, “planificación y acción”.
“En primer lugar tenemos el Acuerdo Nacional que está por cumplir veinte años”, destaca. “Los ignorantes creen que el AN tiene que hacer algo, cuando es un instrumento central, pero se trata de una institución de pedagogía política que se traduce en políticas de Estado. De ahí tiene que pasar a otro nivel que es el que debería tener un CEPLAN. Se realizan entonces una serie de intervenciones y de acciones de política pública real”.
Pone como ejemplo el Decreto Supremo que aprueba la Política Nacional de Vivienda y Urbanismo con horizonte temporal al 2030, firmado antes de culminar su gestión presidencial.
“El 80% de peruanos vive en ciudades de diferente tamaño y a pesar de ello no contábamos con una política urbana”. Los resultados saltan a la vista.
“La puesta en práctica de esta visión de reforma del Estado requiere de todo un andamiaje”, subraya. “Y se tiene que tener conciencia del andamiaje”.
Durante la entrevista, el ex presidente también vuelve a otro eje desarrollado en el libro. “El concepto de modernización productiva es ahora limitado”, recuerda. “Debemos volver a la idea de transformación productiva. Ya no es cómo nos industrializamos”.
Cree que “tenemos que dar un salto muy grande y tenemos la oportunidad de hacerlo. No tiene sentido hacer ahora lo que hicieron en las décadas anteriores países como China, Corea del Sur, Vietnam y Singapur”, enfatiza en medio de un debate que vuelve cada vez más obsoleto al Perú. “La tecnología dio un vuelco a las actividades productivas y sociales. El concepto de empleo que ha prevalecido a lo largo de la historia desapareció. En la actualidad, los jóvenes no se quedan más de tres o cuatro años en un puesto de trabajo. Son conceptos más amplios, maneras de ganarse la vida que incluye el emprendedurismo”.