El Ministro de Agricultura y Desarrollo Agrario, Andrés Alencastre, confirmó que ha sostenido reuniones con las partes involucradas para que la adenda que permita destrabar las obras del proyecto Chavimochic. El ministro acompaña la intención con un eslogan: “Chavimochic Va”.
Y claro que debe ir. La intención de Alencastre es buena pero la noticia tiene que concretarse y la carrera es contra el reloj.
Han sido seis años perdidos desde que se paralizaron las obras en medio de uno de los grandes emporios económicos y agroexportadores del país.
Como lo explica a CARETAS Yuri Armas de la Asociación para el Desarrollo Agropecuario Sostenible (ADAS), “hace seis años se paró la obra. Hace 3 años Odebrecht y el Estado se fueron al arbitraje internacional. Los árbitros debieron haber leído su laudo hace mes y medio, pero nos dieron de plazo 60 días para leerlo. El problema del laudo es que, gane quien gane, pierde La Libertad. El árbitro le puede dar la razón al concesionario o al Estado. Pero ambos han pedido lo mismo que es la caducidad del contrato. Una vez que caduque el contrato y el árbitro le haya dado la razón a uno o a otro, cualquiera recurrirá al PJ”.

Y allí entran los cálculos en tiempos peruanos. “Todos sabemos que un juicio no dura menos de seis años. Más tres años para que se vuelva a licitar el proyecto, tener un nuevo concesionario, o un nuevo constructor y lo termine construyendo el Estado. El horizonte es no menor a 10 años. En estos últimos seis años hemos perdido de generar 100 mil puestos de trabajo más. Adicionalmente un promedio de US$9 mil millones a razón de exportaciones. Si nos vamos a 10 años más van a ser 15 mil millones más”.
Siempre en el filo peruano de la navaja, a fines de abril ambas partes firmaron un acuerdo para pedir la suspensión arbitral. Pero es solo un paso previo mientras el tiempo apremia.
LEER | Se anuncia lanzamiento del Proyecto Humboldt II
“La alternativa es que se pongan de acuerdo”, sostiene Armas, “que se termine de revisar la adenda que se presentó al Ministerio y que pase por el MEF y la Contraloría para que las partes firmen esa adenda. Así quedaría listo el go para el inicio de obras que en teoría sería enero de 2023”.
El proyecto se cayó en medio de recriminaciones mutuas. El Estado se había comprometido a que el gobierno regional de La Libertad entregue los terrenos que van desde Trujillo hasta San Pedro de Lloc en 18 meses. Como también era de esperar en el Perú, tomó mucho más tiempo y el concesionario adujo que por esa razón no pudo lograr su cierre financiero para obtener los créditos con los bancos. Pero evidentemente fue otro caso de un cierre financiero afectado por el escándalo global de corrupción que sacudió a Odebrecht.
Armas compara que, mientras que Majes Sihuas pudo ser recientemente destrabado por el gobierno regional de Arequipa, aquí en julio de 2020 el Gobierno Regional presidido por Manuel Llampén le pasó la pelota al Ejecutivo. Así se han ido dos años más y el proyecto se ha mantenido al borde del abismo.
No es poca cosa.
ADAS tiene en conjunto 25 mil hectáreas sembradas sobre todo de paltas, arándanos y espárragos, aunque también hay otros cultivos. Hablamos de 125 mil puestos de trabajos formales directos. “No hay intermediación laboral. Los trabajadores cuentan con seguro, movilidad por cuenta de las compañías y reparto de utilidades cada febrero”. Una situación muy distinta a la que se criticó en torno a la derogada ley de promoción agraria. “No hay services”, remarca. Calculan cerrar el año con S/.4200 millones en sueldos y salarios, más de US$2 mil millones en exportaciones y con el primer puesto en exportación de arándanos en el mundo (60% del total del Perú salen de La libertad), además del segundo lugar en palta (la compañía más grande del rubro opera en la zona).




Armas explica por qué no hay trabajadores flotantes. “Tenemos dos grandes campañas, la de palta que empieza en abril y termina en setiembre. Y va en traslape de agosto hasta marzo con el arándano. Los que hoy cosechan paltas luego cosechan arándanos. Y luego pasan a la poda de palta. La gente rota en diferentes actividades en la misma empresa. Por eso decimos que tenemos 125 mil trabajadores, no 125 mil puestos de trabajo”.
El trabajo pendiente es crucial. El proyecto tiene 25 años y se avanzó en sus dos primeras etapas. Son 155 kilómetros cuadrados de canal que nacen en el río Santa y terminan en el río Moche. Riegan no solamente las 25 mil hectáreas de agroexportación, más otras 28 mil hectáreas de los pequeños y medianos agricultores. No hay, sin embargo, un reservorio de agua. Se abrió solamente el canal, pero siguen a merced todos los años de las épocas de poca lluvia en la sierra, como pasa ahora mismo. Con la inevitabilidad del calendario, llegan los conflictos entre La Libertad y Ancash por la escasez de agua. Pero las abundantes lluvias del resto del año servirían para llenar la represa de Palo Redondo, el núcleo de las obras paralizadas que ya tiene un 70% de avance.


“El Estado ya gastó allí US$227 millones y faltaría ejecutar alrededor de 130 millones más”, explica Armas. “Teniendo esta capacidad de represar 400 millones de metros cúbicos se acaban los conflictos entre Ancash y La Libertad, y además el proyecto le da agua potable a la ciudad de Trujillo y a Virú. Hay aproximadamente un millón de personas que dependemos del proyecto en la ciudad y en este momento solo pasa un metro cúbico de agua por hora para que atienda a Trujillo, atendemos solo al 70% de la población”.
Ese rol del pequeño y mediano agricultor marca una gigantesca diferencia. Pero podría ser aún más significativa. “Cinco mil de esas 28 mil hectáreas en los valles de Guadalupito, Chau, Virú y Moche son de palta que va a la agroexportación. La fresa ahora mismo tiene un impulso muy grande. Los pequeños y medianos también pasan por una conversión tecnológica. Están empezando a usar riego presurizado, riego por goteo, y eso va a ayudar muchísimo a que tengan mejores rendimientos. Y con el agua de la represa el pequeño tendría además dos campañas al año”. Compara que “unos llegan a la fiesta en Ferrari y otros en Volkswagen. Pero todos llegan a la fiesta”.


Armas remarca que “hemos convertido un terreno árido en tierras productivas. Nosotros no le compramos terrenos a Chavimochic sino arena que hoy es productiva. Somos los primeros y los mejores del mundo en cantidad y calidad”.
Obstáculos como el de la obra paralizada contrasta con el nivel tecnológico del sector. “Nos enfocamos en mejorar la productividad por hectárea y eso conlleva a mejorar la calidad. Tenemos que llegar a planta con un 98% de fruta exportable. En lo que ha mejorado mucho el Perú es en los procesos post cosecha. A la India, por ejemplo, le garantizamos no menos de 20 días más de vida útil en anaquel. Mucha tecnología en los contenedores donde tienes que controlar entrada de oxígeno, salida de CO2, temperaturas, etcétera, para que la fruta duerma mientras viaja”.
Que la fruta duerma. Pero que Chavimochic no siga en el sueño de los injustos.
