Cuando Ángel Pedro Valerio participó en la Cumbre de Acción Climática en 2019, promovida por la ONU, recordó que fue amenazado de muerte luego de denunciar la invasión y depredación de los bosques en la comunidad Catungo Quempiri, en la región Junín.
El líder y presidente de la Central Asháninkas del Río Ene (CARE) contó que en los últimos años sus territorios habían sido invadidos por extraños que se dedicaban a sembrar hoja de coca y venderla al narcotráfico.
“Han empezado a abrir paso con la tala de bosques para sembrar únicamente la hoja de coca. Abren chacras para el sembrío y pozas de maceración”.
La amenaza por intentar apoderarse de sus tierras incrementó, pese a que la comunidad cuenta con título de propiedad. Desde hace una década, en un intento por frenar esta problemática, líderes asháninkas de las 19 comunidades y 33 anexos del río Ene, vigilan las fronteras de su territorio.
“Las comunidades hemos sufrido también por el terrorismo, hasta la actualidad existen rezagos de Sendero Luminoso y por ende también el narcotráfico”.