En el periodismo son pocos los que consiguen inscribir su nombre con la autoridad que depara la legitimidad otorgada por el trabajo realizado y reconocido como tal. Por ello, hoy viernes 4 de junio que recordamos el nacimiento del director de CARETAS, Enrique Zileri, resulta redundante (pero siempre necesario en estos tiempos de olvidos a causa de las prisas virtuales) destacar la tradición periodística que forjó mediante cuatro aspectos que siguen brillando con luz propia: la mirada editorial con personalidad, la apuesta por la verdad, la valentía y la cultura.
Si pensamos en Zileri, también habría que hacerlo en base a un detalle que por obvio no debe dejar de consignarse: su escritura, en la que canalizaba no solo el temperamento de su personalidad, sino también el carácter de CARETAS.
Hombre dueño de no pocos magisterios, de los que pueden dar fe muchísimos hombres y mujeres de prensa que logró formar. Sin embargo, esta formación, rigurosa como reza la leyenda, no era egoísta, sino generosa. Cada periodista formado por él no se justificaba en las parcelas epigonales, sino en la riqueza del magisterio Zileri, que ofrecía al aprendiz la oportunidad de desarrollar su propio criterio.

El azar ha dispuesto que recordemos a Zileri en un contexto especial, quizá único en la historia peruana contemporánea, rubricada por una crisis sanitaria sin precedentes y un escenario electoral identificado con el sello de agua de la polarización.
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Este hombre que conoció y enfrentó todo tipo de censuras y deportaciones mientras dirigió CARETAS, nunca claudicó ante la presión. Al respecto, y tal como indicamos líneas arriba, hay que enfatizar que ante el mal tiempo, la incertidumbre y las amenazas, Zileri acrisolaba en una sola actitud sus virtudes: la capacidad de reflexión (su cultura).
Si Zileri fue un brillante hombre de prensa, lo fue en la medida de su capacidad intelectual. ¿Acaso vamos a olvidar sus editoriales cuando la situación política del país estaba al borde de la catástrofe? Eso es imposible. Como también es imposible no asociar su nivel intelectual con una postura frontal y sin ambages, es decir, una coherencia incuestionable presente, en especial cuando el sistema democrático se hallaba contra la pared.
Los archivos privados y públicos guardan las pruebas de su consecuencia moral e intelectual. A saber, ¿cuál fue su actitud en el (auto)golpe de Estado perpetrado por Alberto Fujimori en 1992? La documentación registrada de aquel acontecimiento es contundente: se opuso desde el principio a esa medida no porque estuviera en contra de Alberto Fujimori, sino porque el entonces presidente estaba ejerciendo un atentando contra el sistema democrático.

CARETAS y Zileri fueron islas en un mar celebratorio del (auto)golpe de 1992.
CARETAS y Zileri pagaron las consecuencias de aquella decisión que se sustentaba en la convicción de los valores democráticos. Y ha sido el tiempo el que terminó dándole la razón, porque lo que muchos medios descubrían del fujimorato a mediados de la década del noventa, CARETAS ya lo venía exhibiendo desde el principio del mismo.
De los muchos magisterios de Zileri, subrayemos también el de la responsabilidad con el contexto político y, por extensión natural, con el sistema democrático. Esta responsabilidad es lo que proyecta hoy CARETAS con personalidad, reflexión y pluralidad.