A hora y media al sureste de Lima se encuentra el distrito cañetano de Coayllo, que, bajo una fascinante caminata de madrugada, el visitante es recompensado con el privilegio de caminar sobre un infinito colchón de nubes.
Son las cuatro de la madrugada y se escuchan los primeros cantos del gallo. Todos los aventureros están concentrados en el sector llamado Huavinchurco bajo un celaje oscuro, frío y lacerante. Entonces se empieza a caminar por las huellas de un torrente furioso y embravecido. Son las marcas del huaico del 2017 que ha dejado a su paso piedras, árboles y troncos adormecidos. El crepúsculo de la madrugada se vuelve preciso para escuchar en medio del oceánico silencio a los grillos bullangueros que se ocultan entre las grietas del lodo seco anunciando una ligera llovizna al amanecer.

Los minutos avanzan con paso cansino hasta tocar el techo más alto de La Yesera, a 1,200 metros sobre el nivel del mar, siempre en el distrito de Coayllo. Coronar la cima es como tener todo el cielo a tus pies. Es tener el privilegio de observar a los primeros rayos que se asoman en un cielo fulgurante de matices naranjas. Y abajo, en los pies, las nubes hacen sus vaivenes como si fueran olas de mar que arremeten contra los roquedales.
Lo increíble del momento es que los finos rayos del sol se cuelan entre la densa nubosidad que parece un manto inagotable de algodón, y en un pestañeo empiezan a formarse una gama de arco iris sobre la superficie. Disfrutar de la libertad que se siente en estos parajes aparentemente infinitos y a la vez tan distintos es algo que no tiene precio. Es una experiencia única y hasta irrepetible.

Estar aquí es recargarse de energía, es equilibrar la adrenalina, es darse unos minutos para estirar las piernas, tirarse el suelo en contacto pleno con la Madre Tierra, es también saborear con gusto el ligero desayuno. Y en ese entretiempo, los integrantes del Colectivo Identidad Cultural de Coayllo empiezan a contar los fantásticos relatos de misterios que contribuyen a agrandar los mitos y leyendas pueblerinas.
Es que, en el 2019, los miembros de este colectivo identificaron este atractivo y lo mapearon como ruta para el turismo de aventura. Desde entonces, con responsabilidad y con cupos limitados se han venido realizando algunas expediciones, aprovechando la fenología de nubosidad que va desde agosto hasta octubre aproximadamente. Queda claro que su excursión tiene que ser con un conocedor de la ruta.

Son las ocho de la mañana y el colchón de nubes empieza a difuminarse. Es momento de retornar al valle para seguir conociendo otros lugares idílicos, retadores y atrevidos de Coayllo. Se toma la cuesta abajo por el espinazo de los contrafuertes andinos, siempre en compañía de flores como la campanilla roja, heliotropos, pacaicillos, cactus y abundantes tillandsiales; y en el cielo desafiando el viento los halcones, gavilanes, mineros, lechuzas y picaflores; además de avispas azules, abejorros y tantos otros polinizadores que hacen de este bucólico desierto una vida en constante movimiento.
Así se vive la majestuosidad de un bolsón de nubes que hace insuperable la existencia ya que es mil veces mejor echarse a andar, estar activo, compartir momentos especiales con los amigos, que quedarse en casa, atados a la rutina y las horas repetidas. Así es Coayllo y su novedosa ruta de aventura y naturaleza donde literalmente sí se puede tocar el cielo con las manos.