Un intrínseco optimismo nos lleva a expresar, con convicción, nuestros mejores deseos de un feliz Año Nuevo. Y lo hacemos con sinceridad. Quizá por el temor de repetir los errores acumulados hasta el 2019. Un vistazo de la realidad mundial revela que necesitaremos reforzar nuestro optimismo con acciones concretas.
La prueba es el reciente fracaso de la Conferencia de NNUU sobre Cambio Climático (COP 25). La inicial barrera de Estados Unidos, Brasil y Australia impidió adoptar medidas para reducir las emisiones de carbono y provocó el fracaso de la ambiciosa e imprescindible reunión. Las consecuencias del cambio climático están a la vista de todo el mundo. El gran avance que supuso el Acuerdo de París ha ido siendo desmontado en años recientes y urge revertir esta negativa tendencia. ¿Se logrará algo en el 2020? Veremos.

El escenario mundial depara grandes avances tecnológicos y tensiones militares que en cualquier momento escapan de control y también asuntos que creíamos firmes y seguros y que, de pronto, toman caminos inciertos y perturbadores. El ejemplo del Brexit es uno de ellos. Cuando creíamos que la unidad europea era un camino a la superación de centenarios problemas ocurre esta decisión británica de abandonar la Unión Europea lesionando un experimento en general exitoso y plantea gran incertidumbre.
En Estados Unidos encontramos también un escenario perturbador. La noticia del día, el juicio político a Donald Trump, abre un camino incierto. Los demócratas consideran que Trump violó la Constitución al presionar al presidente de Ucrania para que investigue por corrupción a su contrincante demócrata Joe Biden (ex Vicepresidente de Obama) con miras a prevalecer en las elecciones presidenciales del 2020. Trump y los republicanos (a los que tiene en un puño y controla el Senado que decidirá en definitiva) niegan la acusación y sostienen que los demócratas solo buscan destituir a Trump y alterar el régimen democrático.
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Inusitadas en este controvertido asunto han sido las declaraciones públicas del autócrata ruso Vladimir Putin apoyando a Trump y atacando a los demócratas. Llama la atención que un exjerarca de la KGB soviética, entrenado en el espionaje, revele su juego tan claramente y después de haber sido acusado por todas las agencias de inteligencia de EE.UU. de haber intervenido en las elecciones de 2016 para favorecer a Trump y estar haciéndolo en estos momentos con miras a las elecciones del 3 de noviembre.
La guerra comercial de Estados Unidos contra China, por otro lado, supone un grave daño a la economía mundial y los serios problemas que estén a la base deberían haber sido resueltos por la Organización Mundial de Comercio, que no ha estado a la altura del desafío.
Medio Oriente parece seguir su curso ineluctable al conflicto bélico y al sufrimiento humano que inunda a Europa de migrantes y refugiados, generando múltiples focos de conflicto. La inestabilidad reciente del régimen político en Israel abre una nueva incertidumbre y la profundización de la crisis en Irán agudiza conflictos peligrosos y de alto costo humano.

América Latina, por su parte, resbala en una cuesta sembrada de conflictos. Las desigualdades sociales laceran a sociedades que se consideraban prósperas y pujantes como Chile que ha sido arrojada a un grave conflicto que debería ser superado por el tradicional apego a las instituciones democráticas y a los derechos humanos de los chilenos. Ya está en marcha el proceso para modificar o sustituir la Constitución heredada de Pinochet, que sufrió dos reformas parciales.
A la debacle del Socialismo del Siglo XXI en Venezuela, con sus casi cinco millones de refugiados y su apertura hacia la clara influencia de Rusia y China, vienen a sumarse enredados acuerdos subterráneos con Irán e Hizbolah, superponiéndose a sus antiguos tratos con Cuba y Nicaragua, países en los cuales se agravan cruelmente las violaciones a los derechos humanos.
Nicolás Maduro, apoyado por redes internacionales que lucran con sus riquezas naturales –especialmente minerales y petroleras– y en acuerdos con los grupos armados de Colombia y con el narcotráfico, se sostiene con el apoyo de las Fuerzas Armadas y no parece dispuesto a convocar unas elecciones que perdería. Su objetivo es destituir a Juan Guaidó y continuar debilitando a la Asamblea Nacional opositora. Los arrestos guerreristas de Trump han cedido pues a una acción militar originaria en el área conflictos inmanejables. Maduro, sin embargo, insiste en jugar con fuego y denunció la conspiración de Colombia, Perú y Brasil para destituirlo por la fuerza.
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Bolivia abandonó la paz que acompañaron los casi 14 años de las presidencias de Evo Morales. El deterioro de su liderazgo lo llevó a manipular el proceso electoral, lo cual fue rechazado por sectores importantes de la población, incluidas algunas de sus bases indígenas. Cuando trató de obtener un cuarto mandato inconstitucional y perpetró un fraude electoral, los levantamientos de la población se sumaron a la negativa de la Fuerza Armada de reprimir las protestas y debió renunciar. La sucesión presidencial se llevó a cabo de acuerdo con la Constitución y Jeanine Añez, la presidente interina, debe convocar a elecciones. La Asamblea Legislativa acaba de designar a los integrantes de la Corte Electoral, allanando el camino.
Evo Morales, asilado inicialmente en México, se trasladó a Argentina desde donde está dirigiendo la campaña de su partido político, el Movimiento al Socialismo (MAS). En ese contexto, ha convocado a Buenos Aires a representantes del MAS para organizar una reunión el 29 de diciembre, vulnerando el acuerdo con Argentina de abstenerse de actividades políticas. Mientras tanto, el gobierno de Añes libró orden de aprehensión contra Morales acusándolo de graves irregularidades.

Los desplazamientos poblacionales afectan gravemente a las poblaciones latinoamericanas y chocan con la crueldad de las barreras que interpone Trump en Estados Unidos, a las cuales se ha sometido Andrés Manuel López Obrador de México.
Decididamente, las perspectivas del 2020 no son halagüeñas.