El periodista estadounidense Thomas Friedman, entrevistado por Hugo Alconada Mon para el diario La Nación de Buenos Aires, realiza observaciones que permiten comprender las gravísimas perturbaciones que afectan a numerosas sociedades. La entrevista se centra en Estados Unidos, en la encrucijada electoral que hoy atraviesa, aunque las observaciones permiten comprender los desajustes que afectan a otras sociedades.
Friedman centra la solidez de una sociedad en el tradicional y semi olvidado concepto de “bien común” que definen sus miembros. Son valores asumidos y compartidos que no se discuten y que son definidos y aplicados por instituciones encargadas de custodiarlos. Afirma que “si todo se convierte en discusión política, no puedes tener una democracia que funcione. La política tiene que tratar sobre el bien común. Pero, ¿qué pasa si no podemos definir el bien común? ¿Y si hemos destruido a los adjudicatarios del bien común, como los tribunales? Cuando todo se vuelve política, se acaba la política y es el fin de la democracia. Eso está pasando aquí, en Estados Unidos, y es lo que más me preocupa.”
El triunfo electoral de Donald Trump en 2016 revela factores de aguda división social existentes en la sociedad estadounidense que son utilizados políticamente por el presidente. Es más, las confrontaciones son su instrumento de lucha política y de allí que surja una fuerte identificación entre el presidente y sus seguidores a través de dos emociones con las que el periodista Bob Woodward titula los dos libros que ha escrito sobre Trump: Miedo (Fear) y Rabia (Rage).
Trump es, para sus seguidores, el poderoso multimillonario que confronta a las élites políticas de Washington en beneficio de la población blanca menos favorecida. Hay que tener en cuenta que, según Friedman, las confrontaciones obedecen a la necesidad de precisar la relación que se está construyendo entre la nueva mayoría que hoy emerge a partir de numerosas minorías (afroamericanos, latinos, orientales, etc) y los blancos que pasaran a ser minoría, proceso que culminará en 2045. De allí que el racismo sea uno de los factores de confrontación preferidos de Trump. Los blancos pobres ven en los latinos y negros una amenaza y recurren a antivalores como la “supremacía blanca”, algo que Trump se ha negado a condenar. También explica el rechazo a las inmigraciones, especialmente de latinos.
El resultado de las confrontaciones provocadas por Trump es una sociedad presa de tensiones y conflictos. La unidad y la búsqueda de consensos que otrora fuera la sabiduría del sistema político estadounidense ha sido abandonada y reemplazada por una violencia que abarca a sectores e instituciones (como la policia) que son vitales para lograr una convivencia civilizada.
La evolución demográfica señalada y esta cultura política del consenso ha llevado a que los partidarios de Trump -aglutinados en el Partido Republicano- hayan perdido presencia. Debe recordarse que en la elección de 2016 Trump obtuvo casi tres millones de votos menos que Hillary Clinton pero resultó electo en el Colegio Electoral. No puede descartarse que esta experiencia se repita, a pesar que el candidato del Partido Demócrata Joe Biden viene aventajando a Trump en las encuestas.
Trump, sin embargo, advierte que la posibilidad de perder las elecciones es cierta. El manejo en extremo deficiente de la pandemia del coronavirus le ha quitado votos, así como la caída de la economía. Y si perdiera la reelección, debería confrontar graves problemas. Haber cultivado la enemistad de muchos y vulnerado disposiciones constitucionales podrían pasarle una costosa factura. Su reiterada negativa a publicar su declaración jurada de impuestos indica, claramente, que tiene importantes aspectos que ocultar. Y muchos siguen considerando que la relación con Vladimir Putin es todo menos transparente.
De allí que según muchos analistas políticos, Trump está empeñado en ganar las elecciones a cualquier costo y, en caso de perderlas, negarse a entregar el poder. El argumento que ha buscado, al parecer, es que los demócratas, a través del voto por correo (que será muy empleado debido a la pandemia), realizarán “el fraude electoral más grande de la historia” pues solo a través de él podrían derrotarlo. La deslegitimación del proceso electoral de parte del propio presidente candidato a la reelección es un hecho sin precedentes desde 1796 en que se realizó la primera elección presidencial.
El ofuscamiento de Trump durante el debate con Joe Biden ha sido una muestra clara de su total falta de control. Obstaculizar el recuento de los votos por correo sería la forma de impedir que pudiera determinarse el resultado. Llegado ese punto, Trump sometería el conflicto a la Corte Suprema de Justicia (al igual que Al Gore en 2000) en la cual espera contar con una amplia mayoría favorable a sus pretensiones.
Un caos institucional espera a la vuelta de la esquina. No extraña, por ello, que Friedman se refiera a la posibilidad de una segunda guerra civil y Bob Woodward plantee la necesidad que el Congreso intervenga para encausar el proceso que se avecina.